VIVIR LO POSITIVO
“Ver Oír y Hablar” (posible título
del libro)
A mis desconocidos y ya estimados lectores. Soy consciente
que cada uno de Uds. podría darme lecciones de todo
pero han decidido darme un voto de confianza que yo agradezco
en lo que vale.
Fueron muchos los títulos que se me ocurrieron para
este libro como, “Cuando la Vida te tiene Ganas”,
o “Tuve una vida ejemplar que aconsejo no imitar”,
o “Unas manos casi llenas” o “si no lees
no hables”... pero finalmente opté por este convencida
de lo gratificante que puede ser comunicar.
A pesar de que son muchas las frases que existen acerca del
gran valor del silencio, como “Palabra y piedra suelta
no tienen vuelta” o “De callar nunca te arrepentirás
“. Incluso el gran Wolter dice “Presta a todos
tu oído, tu voz a pocos”. Pero bueno, yo veo
que los tiempos cambian y hoy más que nunca el mundo
está necesitado de palabras y de manos. Por lo tanto
sugiero a todas las personas que puedan aportar a la vida
cosas útiles y positivas, que lo hagan aunque les parezca
que a veces “predican en desierto”. No es así.
Un día u otro darán su fruto dando así
a manos llenas lo que a manos llenas han recibido.
Sí. Que todo se sepa. Lo bueno y lo malo. Lo bueno,
porque son como refrescantes oasis en el árido desierto
de la vida. Lo malo, para que se apliquen el refrán
“no la harás, y no la temerás”.
Por lo tanto yo empiezo apoyada, más bien arrellanada
en tan mullido lecho como el que proporcionan las célebres
frases de nuestros grandes.
Nuestro entrañable Joan Manuel Serrat dice “para
componer has de procurar ser provinciano”; lo tengo.
La genial escritora Elvira Lindo dice “El escritor suele
ser algo vanidoso”, lo tengo. El escritor Caballero
Bonald dice “Escribir sin ironía puede ser un
sermón” este “repe”. Y finalmente
(perdón) la ilustre doña Ana Maria Matute dice
que “escribir consiste en preguntar y hacerse preguntas”.
Pienso que esta sabia y sencilla síntesis nos pueden
servir para todo en la vida.
Hace unos días, escuché que estas frases del
título del libro ya las había creado el célebre
D. Manuel del Arco y como Uds. comprenderán el hecho
de copiar desbarataría esta obra. ¡Será
por títulos!. Así que me quedo con “Vivir
lo positivo” que engloba toda mi vida y que podría
resumir así:
Al quinto Cielo subí
y hasta la droga bajé
y jamás imaginé
que habría de tocarme a mí
tanta desgracia; ¡¡Pardiez!!
Sí, sería por las mismas fechas, y al igual
que un señor de Murcia que ofreció un millón
de pesetas por un trabajo fijo, en que yo, asfixiada por el
tema económico, también como él, me repetía
una y otra vez “que tenía que parir algo”,
pero, ¿qué?.
Días y noches interminables devanándome el cerebro
buscando una salida, pero nada. 62 años eran muchos
años para encontrar algo interesante y rápido
que me sacara de apuros, ¡pero si apenas se nada de
algo!.
No obstante, como la ignorancia es muy atrevida y la necesidad
más me puse manos a la obra. Se me ocurrió patentar
un aparato para la recogida de las “cacas” de
los perros en la vía pública por sus dueños.
No tuve suerte, nadie se interesó (es un tema que me
preocupaba y me sigue preocupando).
No, no tenía dinero para la patente, por lo que pasito
a pasito me lo curré, yo todo. Claro que lo más
importante, como el diseño y la memoria, los hizo mi
hija.
Seguí pensando y me vino la idea de escribir algo sobre
causas de nulidad. Yo sé que el asunto de las nulidades
ya es de sobra conocido por todos, pero las más aireadas
son aquellas que se otorgan a los famosos tras muchos años
de litigio entre la Santa Sede y los demandantes. Yo podía
aportar una sentencia que se falló favorable en 1ª
instancia por el Tribunal Eclesiástico y acto seguido
por el Tribunal de La Rota. Este asunto también me
lo pateé yo por lo que el precio fue simbólico.
Por supuestísimo que no es deseable para nadie ciertas
causas para obtener este beneficio.
Pensé que además del texto debía ofrecer
algunos rasgos de mi persona, pero la verdad es que me engresqué,
y han salido más cosas de las que en principio pensaba.
Por lo tanto no hablaremos de nulidades ya que he recordado
cosas mucho más agradables y positivas.
Se dice que: ”recordar es volver a vivir “, yo
doy fe que también es un poco morir.
Fue un 25 de abril y bajo el signo de Tauro que vine al
mundo, en un precioso pueblo de la Mancha y de cuyo nombre
jamás me olvidaré. Por lo que considero que
he tenido una gran influencia quijotesca. Con el persistente
Tauro y fundamentada en la Fe Católica he cometido
quijotada tras quijotada. Siempre creyendo que la tesonería
y buenos deseos estaban respaldados por Aquel que dijo a Santa
Margarita María de Alacoque “ocúpate de
mis cosas que yo me ocuparé de las tuyas”.
Y aunque en estas y otras frases como “Yo os daré
el ciento por uno” o “pedid y recibiréis”
etc., existe cierta reciprocidad mi ocupación fue dar
siempre todo lo que podía, nunca pensé que podría
llegar a pedir para mí: me consideraba feliz con la
Fe y con lo justo para vivir.
El solo hecho de abrir el grifo del agua, me infundía
actos de amor a Dios, al considerar que no tenía que
ir a la fuente a buscarla o al río como en otros tiempos.
(Un acto de amor es levantar el corazón a Dios y agradecerle
sus dádivas.)
Sta. Teresa dice que “la humildad es la verdad”.
Todos sabemos que no es humildad decir “no valgo, no
merezco, soy un pecador, etc., si después cuando oímos
algún comentario negativo sobre nosotros, nos enfurecemos
y montamos en cólera. Si alcanzáramos la verdadera
humildad diríamos con San Pablo algo así como...”Mis
debilidades me hacen feliz al comprobar una y otra vez que
solo Dios es perfecto”.
Por tanto, dando gracias a Santa Teresa por sus miles de humanas
enseñanzas me atrevo a decir: No sé si la humildad
se hereda o si son las circunstancias las que te obligan a
serlo.
En cualquier caso diré, que tuve dos abuelas fantásticas
y humildes con las que conviví hasta los 20 años.
La materna en mi casa, la paterna en su casa propia. Esto
quiere decir que la materna no tenía vivienda y la
paterna tenía por casa toda una manzana; pienso que
serían unos cinco mil metros cuadrados. Comprendía
toda la cuesta, esplanada y callejón de San Sebastián
y calle Provencio.
También la guerra, la posguerra, tuvimos que solicitar
ayuda a “la clase alta” del pueblo. Pues por el
hecho de haber sido mis padres conserjes del convento de las
M.M. Clarisas, donde estudiaban las hijas de los pudientes,
de ahí nuestra limitada relación con ellos.
Recuerdo que muchas veces iba a casa de alguna Señora
con el triste mensaje: “Vengo a ver si me dan un poco
de pan”. La doncella lo comunicaba a la Sra. Y esta
me hacía pasar al gabinete (así llamaban a la
salita de estar) donde la Sra. estaba con las amigas y me
pedía repetir tan dolorosa frase. Siempre me daban
medio pan redondo de los de tres libras. Recuerdo que algunas
veces al llegar a casa lo escondía, se supone que después
lo sacaría, sería para indicar el sufrimiento
que suponía y que quien quisiera pan que fuera a pedirlo.
Yo decía que fuera mi hermano, y no se por qué,
siempre tenía que ir yo. Por eso a veces me revelaba,
y empezaron a tildarme de rebelde y esto, casi siempre, se
convierte en un circulo vicioso, tenía nueve años.
Los “listillos” dicen que siempre habrá
ricos y pobres por mandato divino, apoyándose en la
parábola en que María vertió sus mejores
perfumes sobre los pies de Jesús. Judas decía
que era un despilfarro que el importe de esos perfumes se
dedicara a los pobres, y Jesús les dijo “los
pobres los vais a tener siempre”, para hacer caridad,
ahora dejadla a ella, que exprese sus sentimientos como le
pida el corazón. Ya sabía Jesús que seguiría
habiendo pobres por deseo de alguien. Y suponiendo que Jesús
admitiera esta hipótesis sería para que la viviéramos
todos; media vida ricos y media vida pobres. Otra cosa es
una injusticia que no cabe en un corazón de Dios. Sí,
que todos conocieran en carne propia el amargo sabor de aquellas
escenas:
-”Deme una limosnica por amor de Dios”.
-”venga otro día hermanico”.
Cuando murió mi padre (E.P.D.) Yo tenía 8 años
recién cumplidos. Mi padre murió en Mayo de
1940 y en junio, día de Corpus Cristi, yo iba a estrenar
un precioso vestido azul, recuerdo que era cuello de bebé,
y en los bordes unos picos blancos de ropa a modo de medios
rombos. Mi ilusión era enorme.
Pues bien, como mi padre murió, mi madre decidió
vendérselo o regalárselo a la madre de una amiga
íntima mía, pues a mi debían vestirme
de luto durante cinco largos años. Con lo cual tenía
que ver a mi amiga todos los domingos con “mi vestido”,
seguro que alguna vez debí llorar para adentro.
Pronto me identifiqué, con aquella coplilla que dice:
Ojos míos no lloréis,
Lágrimas tened paciencia
Que el que ha de ser desdichado
Desde pequeñito empieza.
El día del entierro, me mandaron a casa de unos familiares.
Pero antes, mi madre me dijo que le diera un beso de despedida
a mi padre. Yo no repliqué, porque había que
obedecer a todo. Le di un beso en la frente y no sentí
ningún temor, pero sí me sorprendió advertir
que estaba frío como una losa.
Verdaderamente antes de la llegada de la psicología
clínica nos hacían pasar verdaderas pruebas
de fuego. De ese día recuerdo la esplanada de San Sebastián
repleta de hombres todos de negro, muchos con capa y sombrero,
indumentaria que mi padre también usaba. No se si iría
la banda a la que mi padre pertenecía como clarinete;
nunca lo pregunté.
En el colegio de las Hermanas Clarisas aceptaban a 4 o 5
niñas de clase humilde que al no poder pagar las clases
se quedaban a limpiar por las tardes. Yo fui una de ellas.
Se acostumbraba, en las principales festividades y onomásticas
de las religiosas, a representar pequeñas obras de
teatro y recitales de poesía. Los papeles más
relevantes eran para las niñas bien, pero, si se aproximaba
la fecha y no se sabían el texto, recurrían
a mi porque siempre tuve una gran memoria y así se
salvaba la situación.
Recuerdo que fui a varios colegios de forma espaciada. Lo
que más se hacía era teatro y labores; no se
me daba mal ni lo uno ni lo otro.
De párvulos, íbamos al colegio con nuestra
sillita o banqueta y 10 céntimos, y el día que
no íbamos no había que pagar. Eran muchos los
días que hacíamos “novillos” puesto
que los castigos de las palmetadas y cara a la pared eran
de lo más humillante.
No sé por qué dejé de ir a los 12 o
13 años y solo sabía sumar. De sumar pasé
a multiplicar, en un pis pas, ya fuera del colegio porque,
lo requería el pequeño negocio que puso mi madre.
Un día dice mi hermano: “No es bueno que esta
sepa multiplicar”, y es que, multiplicando, yo sabía
las ganancias que había y así “pispaba”
para comprarme pasteles de “Casa Basilio” y helados
de “La Jijonenca”, y sobre todo, para poder canjear
mi hermano pequeño a mi hermano mayor los domingos,
y poder salir sin el pequeño a hombros, y es que, con
9 o 10 años y lo delgada que yo era, en brazos se me
resbalaba. El caso es que si yo ofrecía cinco pesetas,
él me ofrecía 10, y si yo 15, él 20 y
ya más que por dinero era una imposición y como
casi siempre me tocaba claudicar y de esta forma beneficiaba
a los dos. Así durante muchísimos años.
Así es que nadie puso interés en que yo fuera
al colegio. Yo nunca me chivé de él.
También recuerdo, que en los juegos, mis amigas decían
que les gustaría ser la Virgen, yo decía que
prefería que ella fuera mi madre. Ntra. Sra. siempre
fue muy asequible para mí, quizá por la confianza
que suponía tenerla como patrona y sobre todo de la
caridad.
Mi madre vendió una parcela de la casa que heredo
de mi padre y puso una tiendecita y así fuimos saliendo.
A mis 13 o 14 años sentí curiosidad por la confección,
no se bien si por vocación o por necesidad. Yo estaba
en la adolescencia y mi madre, por su trabajo no pensaba lo
suficiente( o así me lo parecía) en mis necesidades
de adolescente. En mi casa había una pieza de tela
negra de algún viaje que hizo mi madre a Barcelona,
donde tenía unos tíos. Pues bien, yo intentaba
confeccionarme alguna prenda y solo conseguía destrozar
la ropa. Así que un día llegó a mis manos
publicidad de corte y confección por correspondencia
desde Barcelona y sin pensarlo dos veces me suscribí
sin consultarlo a mi madre. No se si por temor a que se negara
o por falta de confianza.
Antes, por el gran hermetismo de los padres, nunca sabías
cuando iban a decir que sí y cuando no, y a mi aquello
me interesaba y como no había escasez de dinero, pensé,
que podía hacerlo (además desde los diez años
estaba trabajando, primero en la tienda, después en
la panadería con maquinaria manual. A las 4 de la madrugada,
dándole a la manivela de la sobadora que una vez me
pilló la mano derecha y todavía tengo la señal.
Y además me llevé un par de sopapos.)
A las ocho había que salir a vender el pan de puerta
en puerta con la alforja al hombro y algunas personas decían
“ no carguéis tanto a esta criatura que no va
a crecer”.
Yo tenía una prima materna ( la cual tuteaba a sus
padres) que cuando quería fastidiarme me decía
con retintín “mande”, “diga”,
“deme”.
Aunque como padres estarían dispuestos a dar la vida
por los hijos, pero eso nosotros no lo entendíamos.
Hubiéramos preferido menos pan y más cariño,
alimento, este, imprescindible para evitar complejos y timideces,
aunque ahora que lo pienso... sin pan se pasa mal también.
En fin, de la vida he aprendido que en el eterno conflicto
generacional, lo mismo padres que hijos, el que no da más,
o mejor dicho, el que no da mejor, es sencillamente, porqué,
no ha aprendido y desconoce el mecanismo para hacerlo.
Todos sabemos lo que son buenos modales, pero el ejemplo de
los de fuera no nos sirve. Fuera de casa, al igual que en
el cine, somos simples espectadores. Solo en casa podemos
ser profesores o alumnos. Puesto que si aprendemos buenos
modos en un libro o en la “tele” y luego en casa
no nos los aceptan porque existe otro rollo, de poco sirve.
No digo que fuera a mala fe, pero la ignorancia la suplían
con la soberbia y el orgullo. Una decía “Yo creo
en Dios, pero no voy a la Iglesia por no arrodillarme”,
otra cantaba:
“no preguntes por saber
que el tiempo te lo dirá,
que no existe más placer
que saber sin preguntar”.
Yo pienso que, que al margen de las enseñanzas que
cada cual haya tenido, la persona que se sienta atraída
por las buenas formas, llámese ética, justicia,
en fin, deseos de superación, como todo esto es positivo,
el día que esa persona se emancipe lo utilizará
en su nuevo ámbito y así su entorno será
de una calidad superior al de su hogar paterno, y a ver si
en dos o tres generaciones, todos son más personas.
Y es que, es verdad, que las primeras papillas cuesta mucho,
que digo mucho, muchísimo digerirlas, pero hay quien
lo consigue. Gracias a ellos podemos disfrutar hoy de las
muchas ventajas que nos han proporcionado los inconformistas.
Claro que, a excepción de los gitanos, porque, algunos
de ellos, si que aceptan que son hijos de Eva, pero, de un
marido que esta tuvo antes de conocer a Adán, por eso,
consideran que están exentos de la sentencia bíblica
“ganarás el pan con el sudor de tu frente “.
Bueno Juan de Dios Ramírez Heredia (perdóname
gran genio de la comunicación), era una pincelada de
humor que esta historia mía la necesita; y a Carmen
Amaya y a los Antonios, y a tantos y tantos gitanos anónimos
que arriman el hombro en la consecución de un mundo
mejor (es que quería decir el chiste que una vez leí
y no recuerdo el autor).
Posiblemente los gitanos se identifican mejor con el arte
y el negocio(esto también es trabajo pero muy diferente).Recuerdo
que mi abuela, cuando una cosa era evidente a todas luces
solía decir,”eso es como preguntarle a un gitano
que si quiere cambiar”.
Mi madre fue una persona activa, después de la tienda
puso una pequeña panadería, donde venían
particulares a hacerse el pan para la semana o para sus trabajadores
del campo. Generalmente eran panes redondos de tres libras,
los guardaban en orzas pequeñas de barro cocido y así
se podía comer durante 15 días.
Creo que es el momento de decir que mi pueblo es, desde
tiempo inmemorial, productor y exportador de tinajas para
la elaboración y la conservación de los ricos
vinos de aquella tierra manchega, y que mi padre y abuelo
tenían este oficio en una pequeña empresa familiar.
Siendo oriundos de la primera generación de tinajeros
que vino al pueblo en el siglo XIV de Úbeda (Jaén),
con el famoso y precioso apellido de Gimena.
En mi pueblo existen terrenos, es decir barreros (entonces
eran particulares) de arcilla o barro gelatinoso de color
amarillento propio para este menester.
Alguien tuvo la genial idea de componer un poema acerca de
este oficio:
Tinajero
Oficio noble y bizarro
Entre todos el primero
Pues en la industria del barro
Dios fue el primer alfarero
Y el hombre el primer cacharro.
Conservo un leve recuerdo de mi padre trabajando en el barro,
lo amansaba en una artesa quedando una pasta de cierta consistencia
y gran elasticidad. En el obrador había un pedestal
fijo de unos 60 cm. , allí ponía la base de
la tinaja. A continuación hacía un rollo de
esta masa, de un metro y medio de largo y como un brazo de
grueso, que se ponía sobre el hombro derecho. Acto
seguido, unía el extremo de rollo a la base y comenzaba
a construir la pieza, dando vueltas alrededor de ella a la
vez que iba consumiendo el material. Empleaba tantos rollos
como necesitaba la pieza. La mano izquierda dentro, recogiendo
la rebaba, afuera con el dedo índice controlaba el
grosor. Después, con la paleta, le daba lustre a base
de palmetadas. Finalmente, con una especie de peine, hacía
el dibujo exterior.
Tenían que secar y después cocer en inmensas
fosas de fuego ininterrumpido, durante días y noches.
Todo lo imaginable se hacía en barro. La variedad de
brocales para pozos de agua particulares era casi infinita,
con rosetones de barro y guirnaldas de flores sobrepuestas
que causaban admiración.
Supongo que la técnica habrá cambiado, sin
dejar, por ello, de ser un precioso arte.
“Las chicas con las chicas”. Yo a la derecha
con cuello blanco, tenia 16 años.
Este vestido ya me lo hice yo en el taller que se ve al fondo.
Era época de cortes asimétricos.
Después vendría el escote de barco, cuello
de golondrina, corte de saco, manga “semi” y falda
“midi”. Luego llegaría el “Bum”
de los trajes de chaqueta gris marengo.
En 1953 se dieron en el pueblo unas misiones por los P.P.
Jesuitas, que ¡para qué contar!, para mi fueron
decisivas. Duraron cinco o seis días, pues por especiales
circunstancias yo era un buen caldo de cultivo para una conversión
en toda regla. Adquirí una fe ciega en el Evangelio
pero el Evangelio tal como suena, con firme convicción
de entregarme a la practica de las virtudes. Como todo convertido
sentí un profundo dolor de mis culpas, por lo que,
yo misma me imponía penitencias de pasar varios días
a pan y agua. Llego a mis oídos la practica de cilicios
y disciplinas que también usé, previo permiso
de un sacerdote, pues las monjitas solo las vendían
bajo “permiso facultativo”.
Con motivo de aquel gran acontecimiento se crearon asociaciones
católicas para jóvenes. La acción católica
ya existía pero nació la J.O.F.A.C (Juventudes
obreras femeninas de acción católica) al principio
asesoradas por la directiva de A.C., las cuales, al verme
tan asidua a todos los actos y tan modosa, pensaron en mí
para formar la nueva directiva. Me hicieron vocal de piedad,
por lo tanto, con la obligación de comunicar al grupo
toda clase de actos piadosos y como todas, tratar de conquistar
a cuantas chicas pudiéramos.
Quizá por la conversión y también un
poco por una cualidad natural, fui muy responsable. Jamás
falté a un acto.
Recuerdo que quise conquistar a una chica y fueron cientos
de veces las que fui a su casa. Leí de San Pablo que:"Hay
que importunar”, así que, apoyada en esa idea,
fui incansable. Yo pensaba “quizá Dios quiere
probar mi fidelidad y quiere que venga a buscarla 20 veces”
y al día siguiente me decía:”Bueno quizá
sean 21" y después “ ¿por qué
no 22?”, no podía desfallecer, quizá Dios
tenía previsto que fueran 28 o 30. Y así siempre
y en todo. Esta chica me daba esperanzas porque lo que quería
era aprovechar mis visitas para que le enseñara a hacer
el bordado canario.
Al cabo de muchos años he comprendido que tan difícil
es infundir la fe como quitarla al que la tiene. Todo es cuestión
de una predisposición muy particular, eso sí,
el apóstol ha de estar muy atento y activo.
Al año siguiente se celebraron cursillos de cristiandad,
como siempre, todas contaban conmigo. La verdad es que nunca
supe por qué me buscaban tanto si apenas aportaba nada.
Cuando tenía que hablar todo era copiado y aprendido
de memoria. Una vez me quedé sin voz en un tema, debió
ser por inseguridad y la falta de costumbre. En aquellos días
mi abuela se puso enferma, era un buen pretexto para no asistir.
Había que pagar media pensión y en mi casa decían
que no había dinero, ellas decían que no lo
permitirían y que rezarían para que mi abuela
se pusiera bien. Pues sí, mejoró y tuve que
asistir. Y digo “tuve” porque para mi era un tanto
humillante ver que la única que iba a comer a casa
era yo.
Fueron unos días extraordinarios, caracterizados
en ver a Dios en todos los hombres. Un día asomadas
a la ventana se me ocurrió decir - ¡Mirad, Jesús
en bicicleta! Sinceramente creo que así lo veía.
Al final de estos días se nos pidió que cada
grupo expresara las experiencias, de estos días, poniéndole
letra a alguna música popular. En mi grupo y por iniciativa
mía escogimos “clavelitos”. Ya la teníamos
terminada, cuando otro grupo dijo que ellos también
la habían escogido. No quisieron cambiar y tuvimos
que ceder nosotras. Seguimos pensando y pensando y cogimos
la “espinita”. La canción de los clavelitos
que ya habíamos compuesto decía:
“Cursillista, cursillista, no te olvides que Dios te
envió,
a lanzarte a la conquista y luchar por un mundo mejor,
y si un día cursillista la tibieza te llega a vencer,
No te olvides que tienes a Cristo y que todo lo puedes con
Él”.
La espinita decía:
.....................................................................................................................
Eres como una espinita que se me ha clavado en el corazón,
porque han sido los cursillos manantial de gracias y de amor.
.....................................................................................................................
Aunque pase lo que pase ni un día en la vida dejarás
de ver
que Jesús te quiere pescador de almas
y en nombre de Cristo echarás la red.
Con la mano en el arado,
la vista adelante sin mirar atrás
que la mies es mucha ¡y tantos! que esperan
que haya justicia y en la tierra paz.
.....................................................................................................................
Un grupo escogió “la polca del barril de cerveza”,
quedó fantástica, decía:
Ya terminamos con muchísima ilusión
estos cursillos que nos acercan a Dios.
Unas por otras, todas hemos de pedir
Para que Dios nos proteja
Y nos ayude a seguir etc.
Meses después, y todavía con el fervor popular
por tantos y tan fabulosos acontecimientos, se celebró
la “Semana de la joven”. También con carácter
religioso, las conferencias las daban unas chicas estupendas
que vinieron de Toledo y alguna colaboración de las
chicas de la A.C. local. Fue una semana donde disfrutamos
católicos y laicos por igual.
Había un señor, un gran señor, a cuya
casa iba yo a bordar sus iniciales en las mantas de las mulas.
Católico y humanísimo a rebosar, pero con un
alto grado de jocosidad que decía “Esta semana
están todas las beatas en revolución”,
y es que solo íbamos a casa a comer. Toda la juventud
mantellina en ristre y en avalancha íbamos de Iglesia
en Iglesia, aquí, la Eucaristía, allí
la plática, más allá el sermón.
Lo hacían con el fin de que todos los barrios participaran.
Era el recordado Don Joaquín Casarrubio.
Enseguida pensaron en mí para darme algún
tema, sin pensar que yo no sabía nada de nada, solo
que nunca me negaba porque leí, y así lo creía
que si yo no hacía mi parte de trabajo ese quedaría
sin hacer, porque los demás harán solo el suyo.
Me consideraba, modestia aparte, un vehículo de Dios
y no podía negarme a nada, porque, podía ser
grave. Se empeñaron que tenía que hablar en
el Gran Teatro, con el tema que yo eligiese. Creí morirme,
no sabía por donde empezar.
En aquellos días tuve que ir con mi hermano al Obispado
en Albacete, y quiso la suerte que en el asiento que yo iba
a ocupar hubiera un opúsculo explicativo sobre la naciente
J.O.F.A.C.. Vi el cielo abierto y como gozaba de buena memoria,
me lo estudié, y quedé como una reina. - ¡Pero
qué mal lo pasaba cuando me pedían algo!. Días
después, el diario de Albacete hacía una muy
favorable glosa sobre mi actuación. - ¡Solo yo
conocía el milagro!.
Al término de los acontecimientos se solía
hacer el tradicional fin de fiesta.
Cuando se agotaban los voluntarios, que cada cual hacía
lo que buenamente podía, obligaban “a dedo”
a quien les parecía para que hiciera lo que supiera.
Aquí tampoco me libré. Era inconcebible y horroroso
que me pidieran una improvisación a mí.
El clamor era unánime y no me gustaba hacerme rogar,
así que subí al escenario. Mi mente estaba totalmente
en blanco. En ese preciso instante se fue la luz. “Vi”
los cielos abiertos pero quedé emplazada para el día
siguiente. Al día siguiente podía no haber ido,
pero no era fácil para mí, ¡Cómo
asistir a los demás actos y allí no! Y aunque
parezca raro me resultaba más difícil huir que
afrontar la difícil situación; pensarían
que evitaba hacer el ridículo.
Cuando me llegó el momento me negué por ver
si colaba, pero, que va!. Así que me armé de
valor y subí al escenario. En previsión me había
preparado un cuplé que había oído en
casa y con el acompañamiento de una guitarra entoné
como pude.
Cuando yo tenía mis quince abriles
Todos me decían al verme pasar,
Que yo era un ángel del paraíso
Venido a este mundo por casualidad
(Desentonaba como una loca)
-reían a más no poder-
Y hoy al verme pasar
Me dicen con sinceridad
Chiquilla de negros ojos
Yo te vengo a enamorar
Si esta la gloria en tus ojos
Contigo a la gloria yo quiero marchar
Si está en el infierno N.N.N.N.
Contigo al infierno yo quiero marchar.
En el lugar de N.N.N.N. debía decir besos, pero entonces
y en aquel lugar no se podía decir. No obstante el
público lo captó al igual que varios sacerdotes
que había y la algarabía fue tremenda, igual
que los aplausos.
Por estas cosas seguían confiando en mí y
así me obligaba a leer y leer, buscar y rebuscar, y
así iba haciendo acopio de conocimientos.
Fueron unos ejercicios espirituales por el P. Martija en
1953, en la ermita de nuestra Sra. De la Caridad (al fondo).
A la hora de comer todas salían en grupos por las
inmediaciones, y en el césped, tomaban lo que habían
traído. Yo me despistaba y me quedaba sola en la
sacristía, porque, no me creía digna de estar
entre ellas. Las oía reír como jilgueros y
pensaba que ellas podían hacerlo. Yo debía
llorar mis culpas, y poco más que pan empapado en
lágrimas, era mi comida. Cuando se percataron de
lo que hacía no consintieron que lo volviera a hacer.
Me paso horas mirándolas y recordando.
Cierto día, hicimos un estudio sobre la necesidad
de llevar bolso por su gran utilidad. Y es que cuando salíamos
a pasear los domingos, las pocas monedas que llevábamos,
las envolvíamos en el pañuelo de mano y éste
en la boca de la manga, el abanico en la mano y la “rebeca”
sobre el brazo, (porque al atardecer siempre hacía
fresco). Con este propósito parecía que queríamos
imitar a la clase alta, que siempre llevaron, pasaba igual
con querer pintarse las uñas y los labios, Nosotras,
lo más que hacíamos era mordernos los labios
para que enrojecieran un poco. ¡ Para qué luego
digan que los pobres no saben que son pobres!
Con lo que sabia de costura, empecé a trabajar
en las casas de los señores del pueblo. Principalmente
para hacer uniformes a las criadas. Un día una de
estas señoritas, la Srta. Paz, de unos 50 años,
soltera, me dijo: “María, tu tienes traza para
la costura, dile a tu madre que si te deja venirte a Madrid,
a mi casa, y yo te llevaré a mi modista para que
aprendas bien”. Esto me sorprendió un montón,
- ¡si apenas llevaba dos meses en su casa!. Se lo
dije a mi madre, aceptó, y me marché, a “los
madriles” (no sé el por qué, de “los
madriles”, debe ser por aquello del casticismo y que
cada uno se siente dueño de todo Madrid, y así
hay tantos madriles como ciudadanos). Esta teoría
mía queda bastante avalada con el caso de aquel madrileño
que se marchaba de viaje y desde la plataforma del tren,
la mano en alto y voz en grito, decía:”¡Adiós
Madrid, que te quedas sin gente!”.
También vi en Madrid cierto anuncio en una tienda
de tejidos que decía:”Descuento progresivo”.
O sea que cada semana era más barato. Claro que si
te esperabas a la semana siguiente, podía ocurrir
que lo que te gustaba ya no estuviera.
Aprovecho para decir que cuando teníamos la tienda,
allá por los años 40, venía a comprar
un niño harapiento de unos 4 años (era hijo
de un lañador, esos nómadas que iban de pueblo
en pueblo, poniendo parches de estaño a ollas rotas,
cubos, etc.). Yo le pregunté de dónde era
y él, muy ufano respondió: ”Yo de “MADÍ”,
¿Qué té qués?”.
Pues bien, marchar a Madrid era toda una “aventura”,
en el pueblo se presumía de haber ido a Madrid.
Fue en 1954. Me pareció fabuloso a la vez que muy
asequible por la sencillez de su gente. Vivíamos
en pleno barrio de Salamanca en Alcalá 100. De la
Sta. Paz, ¡qué les voy a contar!. El detalle
de llevarme a su casa a pensión completa lo dice
todo. Como digo, tenia unos 50 años y el sistema
nervioso algo alterado, pero en compensación a su
bondad angelical Dios le había dado una doncella
excepcional.
No hay palabras para describir su comportamiento con la
señorita. La trataba con la mayor ternura y comprensión.
A pesar de que sobraban las camas, Josefa dormía
en un sofá a los pies de la señorita, para
darle conversación casi continuamente.
Volví a mi pueblo en 1983. Me enteré que
estaban allí y fui a verlas y a llevarles un pequeño
obsequio. Un grano de arena comparado con lo que ambas hicieron
conmigo.
Vi que la señorita estaba en situación de
estar internada, pero pienso que Josefa se la disputarían
a sus familiares con uñas y dientes para poder seguir
mimándola mientras viviera. Era y es una chica virtuosa
y estupenda. Creo que a mí también me cogió
cariño o, más bien es que quiso cogérmelo,
porque yo estaba allí por deseo de la señorita,
porque en realidad yo era poco menos que un huésped,
pues yo estaba casi todo el día en el taller; no
obstante decía que yo me lo merecía. La verdad,
no sé por qué.
Recuerdo que cuando Josefa tenía la regla, sufría
horriblemente, caminaba casi con la boca en el suelo. Para
mí era muy duro dejarla en esas condiciones, sobre
todo los lunes que era día de colada. Pero yo estaba
a prueba en el taller y tenía que cumplir. Pero de
verdad que aquello me hacía sufrir. Ella nunca perdía
la sonrisa. Yo siempre les decía que mi mejor agradecimiento
se lo encontrarían en el Cielo: Recé mucho
por ellas.
Pues bien, llego el día de ir al taller. Un gran
taller de alta costura, cuya dueña era Madame Fuensanta,
en la calle Génova 9. Fui para quince días
de prueba.
Yo cada mañana iba a misa y traía el pan.
La señorita y Josefa iban más tarde.
Como la señorita necesitaba tanta conversación
yo estaba con ella por las mañanas hasta el último
momento y no veía forma de cortar la conversación
y cuando faltaban ocho o diez minutos me marchaba volando.
Bajaba la escalera como una exhalación e iba corriendo
calle Goya abajo. Me daba vergüenza pero no había
más remedio que hacerlo (tenía 23 años).
Si llegaba cinco minutos después de las nueve, ponían
falta. Yo nunca rebasé los cinco, pero los cuatro
no había forma de rebajarlos, pues no tenía
dinero para coger el metro.
En el taller todas las chicas eran estupendas y organizadas.
Estaban las oficialas con ayudanta y aprendiza. A mí,
con mi edad, no podían ponerme de aprendiza, me pusieron
de ayudanta.
Estábamos en una gran mesa rectangular con unas
veinte chicas. A media mañana, sacaban sus bocadillos
respectivos, le daban un mordisco y se lo pasaban a la chica
siguiente; la cual ya había hecho lo mismo con el
suyo, y así hasta que se terminaban.
Los primeros días también me lo ofrecían
a mí, pero como yo no llevaba, no lo acepté,
tampoco lo comenté en casa. Pero era muy curioso.
¡Mayor camaradería imposible!. También,
mientras cosían, decían chistes, y casi siempre
subiditos de tono. Al menos lo parecían en aquellos
tiempos.
Cuando me decían que contara yo uno, siempre me
negaba alegando que no sabía y diciendo: “Haber
un poco más adelante que me suelte un poco más”.
Que ya, mi oficiala decía: “A María
dejadla que si se suelta no va a haber quien la pare”.
Posiblemente fue, esta falta de concordancia la que hizo
que me despidieran. Quizá la profesora le preguntó
a la oficiala por mí, y esta al ver que yo era más
bien un freno para su libertad, debió decirle algo
en contra mía. Aunque la verdad es que yo no daba
señales de escandalizarme, al fin y al cabo hablaban
de la vida misma, lo que no tenían hipocresía.
Yo nunca tenía nada que decir, además, mis
escasas ideas no sabía exponerlas. De ahí
que tuve la ocurrencia de leerme todo un diccionario y como
tenía memoria creo que me sirvió de mucho.
Y así fui enriqueciendo mi pobre vocabulario. De
todas formas, mi estancia en el taller, la considero una
experiencia positiva, pues todo ayuda a crecer.
La profesora llamó a la Srta. Paz y le dijo que
no me aceptaba porque “no sabía ni pasar hilos
flojos”. La Srta. Se llevó un gran disgusto.
Pues al fin y al cabo me había recomendado ella;
y lo que sí tenía la Srta. era un gran pundonor.
El caso es que pasó grandes apuros para decírmelo,
pensando que me desmoronaría. Cuando me lo dijeron,
yo les contesté: “Bueno, no pasa nada”.
A lo que exclamaron atónitas: " ¡María
pero te quedas así! ”. “ ¿Y que
quieren que haga? ”, les respondí.
"¡Válgame Dios, eres lo nunca visto!”,
Decían, y se deshacían en alabanzas.
Creo que yo era más realista y que si no sabía
pasar hilos (a su estilo) allí no estaban para enseñarme,
sobre todo a mi edad. Además yo ya había leído
y apropiado aquella frase que dice: “Todo es nada”,
si lo miramos con ojos de eternidad.
Después busqué otro taller en la calle Duque
de Sesto. Allí también entré, de ayudante
de oficiala y lo mismo en el otro taller como en este, comprobé,
que si te preguntan: ¿Sabes hacer esto? Y respondes
NO, te ponían a hacer cosas más sencillas,
como pasar hilos o hacer recados. Y es que, a los cierres
y “gafets”, en mi pueblo se les llama: automáticos
y corchetes. Así que si me preguntaban si había
puesto alguna vez cierres y decía que no, me jugaba
el puesto. Así que decidí decir a todo que
sí y mi asombro fue enorme al comprobar que “el
secreto” estaba en los diferentes nombres.
A lo que si di un No rotundo fue cuando me dijeron que
había prisas y que si me podía quedar a “velar”.
La única referencia que tenía yo de velar,
era cuando pasábamos la noche velando un difunto
o al santísimo sacramento. Por eso, pensé
que no me dejarían. Y les dije que toda la noche
era imposible, y se morían de risa. Me dijeron que
eran un par de horas por la tarde, en vez de salir a las
siete, salir a las nueve. ¡La verdad que decir velar
a esto!. En fin, que los cambios de costumbres te hacen
ir de cabeza.
Aquí tuve una oficiala majísima, Asunción,
tenía dieciocho años y con unas manos de oro,
y sobre todo muy humilde. Se dió cuenta de mi problema
y me ayudó mucho. En una ocasión se puso enferma
y yo le dije a la profesora que me diera a mí el
trabajo de esta chica, a ver que tal se me daba. Me lo dieron,
apliqué las técnicas que había visto
en un sitio y otro, (porque eso sí, me fijaba muchísimo)
y resulta que le gustó y a partir de entonces me
daban trabajos de cierta envergadura. Las oficialas asombradas
se alegraban.
Un truco que tenía Asunción era decir que
si quedaba algún hilo de hilvanar entre las costuras,
eso daba mal fário y que devolverían la prenda
para retoque, así que nos esmerábamos al máximo.
Así que cuando tengo que arreglar un pantalón
de sastre y veo los hilos flojos, no salgo de mi asombro
¡ con lo pulidos que son los sastres! ¿Qué
significado tendrán esos hilos que dejan?
Venía al taller, de aprendiza, una preciosa criatura.
Mari Carmen Albuisech. Tenía dieciséis años,
era alta y corpulenta como buena valenciana. La gran ilusión
que la embargaba, la llevo a confesarme que venía
un chico a acompañarla. Cuando salimos y lo vi, comprobé,
que tenía unos cuarenta años y no muy buena
pinta.
Todos sabemos el impacto que nos producen las primeras
galanterías; pues bien, esta chica estaba obnubilada.
Y yo, sin pensármelo dos veces le pedí su
dirección con disimulo y escribí a sus padres
poniéndoles en antecedentes y recomendándoles
que le compraran un libro católico de la colección
de Tiamer Thort para la juventud, titulado “La joven
y Cristo”. Y cual no sería mi asombro y alegría,
cuando a los pocos días la vi llegar con el libro
debajo del brazo, y ver que su padre venía a buscarla
todas las tardes.
Yo, con esto creía que hacía un bien, aunque
la verdad de los designios no hay quien la sepa a priori.
Creo que siempre se debe hacer el bien sin temer las consecuencias.
Es peor hacer el mal pensando que hará un buen efecto.
Había otra chica en el taller, que siempre me estaba
pidiendo que la acompañara al baile los Domingos.
Yo siempre me negaba con cualquier pretexto. Además
los Domingos eran para hacer compañía a la
Srta. y que Josefa descansara un poco. Pero ocurrió
que yo quería comprar un traje a mi hermano pequeño
que estudiaba en Toledo, para que viniera a visitar y a
agradecer la beca a sus benefactores (era una Sra. adinerada
del pueblo), y con mis pequeños ahorros no me llegaba.
Así que le pedí que me dejara 200 Ptas. Me
las dejó, pero a la semana siguiente me volvió
a decir lo del baile, pensando que ya me tenía cogida
Qué verdad es aquello de... “¡poderoso
caballero es don dinero!”.
Yo, religión a parte, pienso que: “Nobleza
obliga”, y no pude negarme (diría que iba a
un acto religioso) y solo lo hice esta vez; pues no se merecían
ser engañadas. Pero era un compromiso que yo creía
que debía cumplir. Y la verdad es que yo nunca había
leído que el baile en sí fuera pecado. Aunque
los sacerdotes nos decían que si de verdad íbamos
al baile por el baile, que cogiéramos una escoba
en vez de un chico.
Estos eran unos bailes la mar de campechanos, era por
“Cuatro Caminos”, en un gran patio particular
donde tocaban el típico acordeón y vendían
unos refrescos. Recuerdo que allí probé la
cerveza por primera vez. Yo tenía oído que
la primera vez que tomas cerveza no te gusta. Pues bien,
yo tenía esta idea, y para mi sorpresa, la verdad
es que me gustó (tampoco había oído
nada en contra de una cervecita). Tenía 23 años.
En el repertorio de acordeón nunca faltaba los pasodobles
de “vuela vuela palomita” y “Francisco
Alegre”.
Yo, antes de ir al baile, lo primero que hice fue ponerme
la insignia de acción católica, para tener
una excusa y no bailar.
Había un chico interesadísimo en bailar
conmigo, pero yo, con el pretexto de la insignia no claudiqué.
Le decía que había hecho un juramento que
prohibía bailar. El chico hasta se arrodilló.
Les aseguro que yo no era guapa, debía ser por el
morbo que despiertan las cosas difíciles. Después,
cuando la chica lo contó en el taller se morían
de risa. Reconozco que yo lo he extremado todo.
Al llegar a Madrid, una de las primeras cosas que hice,
fue preguntar por algún sacerdote que tuviera fama
de santo para tenerlo de director. Me hablaron del padre
Valcárcel. Un dominico de la calle Claudio Coello.
Efectivamente, era una pavesa de puro espiritual. Cuando
consagraba, perdía la noción del tiempo. Era
de una santidad a flor de piel. Cuando yo le decía
que era modista, él me advertía diciendo:
“Cuidado con la tijera hija mía. Debes contribuir
a la moralidad y la honestidad”. Después en
el pueblo yo tenía “problemas” con las
clientas que me decían: “María, si no
quieres escotar para abajo, escota hacia los hombros, que
estamos en el mes de Agosto”. Y es que allí
tenemos “nueve meses de invierno y tres de infierno”.
En las cancelas de las iglesias veía anunciados
actos piadosos y recreativos. Yo iba a cuantos podía
y escuchaba y observaba con gran avidez. Copiaba todo lo
que podía y lo mandaba al pueblo para ver si allí
podían hacerlo. También obritas de teatro
que compraba en la calle Espoz y Mina.
De mi casa yo no recibía ni una peseta y el primer
dinero que cobré, fue la semanada a razón
de siete pesetas diarias, se lo ofrecí a la Srta..
Yo creía que era lo justo, ya que me estaba manteniendo.
Pero la Srta. haciendo gala de su gran categoría,
dijo que me lo quedara para mis gastos. Con lo cual tuve
resuelto el tema de las medias (incluso en verano) ¡
Cómo se reían de mí en el taller !.
También el asunto de los transportes y el franqueo
de las cartas a casa. Aunque a veces para ahorrarme el sello,
llevaba la carta personalmente a correos y era gratis.
En los transportes siempre usaba el metro, pues además
de ser más barato, te permitía el transbordo.
El metro valía cuarenta céntimos y el tranvía
sesenta.
Volviendo al traje de mi hermano, diré, que fui
a comprarlo a la calle del Carmen, lo cual valía
quince pesetas más de lo que yo llevaba. Pero vi
que el dependiente, un chico de mi edad, también
llevaba la insignia de A.C. y esto me dio confianza para
comentarle el caso. Y es que tenía que mandarlo ese
día con el recadero, prometiéndole que el
sábado se lo llevaría, así lo hice.
Unos días después, nos lo encontramos en el
metro mi hermano y yo. Llevaba el traje y volví a
agradecerle el favor. A la vez, el chico comprobó
que todo lo que le dije era cierto, pues mi hermano llevaba
calcetines negros, sinónimo de seminarista en aquellos
tiempos.
El esfuerzo y la verdad fueron mis aliados desde que tengo
uso de razón.
El traje de marras de mi hermano. Por la calle Conde de
Peñalver, en Madrid.
Toda la familia de la Srta. Paz, era extraordinaria. Tenía
una hermana, que como la Srta. Paz era de una sencillez
inimaginable, con la diferencia que esta era hasta campechana.
En Semana Santa, en que acostumbraba a ir a confesar todo
el servicio, y cuando digo todo es porque no eran uno, ni
dos, ni tres: eran legión. Tenía dos ancianas
solteras que fueron doncellas de la casa. Tenían
una adolescente que era huérfana de la doncella que
tuvieron. Srta. de compañía, doncellas y cocineras.
Esta dignísima señora llamada Caridad, cuando
llegaba el día de ir a confesar, les decía
“Escuchad, si me habéis robado algo, es mejor
que me lo digáis y os perdono. Porque si se lo decís
al confesor os va a decir que lo devolváis y vais
a salir perdiendo “. Genial, ¿no?. La respuesta
no la sé, pero esto da fe, de la formación
y la bondad de aquellas personas.
En Madrid estaba al tanto de todos los acontecimientos.
Asistí, creo, a la primera misa vespertina que se
celebró en España. Fue en los jesuitas de
la calle Serrano. Compré y mandé al pueblo
los primeros rosarios misioneros compuestos por cinco colores,
dedicado a los cinco continentes, blanco por Europa, verde
por América, amarillo por Asia, rojo por África
y azul por Oceanía. Así, cuando rezabas un
misterio, rogabas a Dios por aquellos hermanos. Y si alguien
iba a Madrid de médicos, allí estaba yo para
ir a esperarlos a la estación y acompañarlos.
Me pedían a tropel las entonces famosas “botas
Chiruca” de la casa Segarra, en fin que la gente no
se ha cortado conmigo ni un pelo.
En Madrid la Srta. No tenía máquina de coser
y si tenía que coser alguna cosa de casa, tenía
que pedirle el favor a la portera, la cual me cobraba el
favor, pidiéndome que le hiciera cosas a ella.
En una ocasión fui a comprar pescado. El dependiente,
dicharachero y con cara de pillín, al darme el cambio
me cogió toda la mano, yo lejos de pensar que era
una picardía por ser ambos jóvenes, cuando
llegué a casa, dije que el dependiente había
intentado robarme el anillo de oro. No se lo creían.
Me pidieron que les hiciera una demostración y se
morían de risa. ¡Cómo decían
que en Madrid lo robaban todo!. En aquellos años
existía la moda de contar chistes de Quevedo y casi
todos escatológicos por cierto. No sé que
peripecias viviría Quevedo en Madrid. El caso es
que dio mucho juego. “ Iba Quevedo por Madrid y sintió
la necesidad de hacer “mayores”. Buscó
un lugar propicio, se bajó el pantalón pero
con el nerviosismo olvidó de bajarse el calzoncillo.
Se levantó y al dirigir la mirada a su “obra”,
y ver que allí no había nada exclamó:
“¡Caramba, es verdad que son rápidos
aquí!”.
Otro era que tuvo la misma necesidad (aquí ya se
bajó el calzoncillo). El caso es que pasó
por allí un madrileño “finolis”
que al verlo exclamó, “¡Qué, vedo!”.
A lo que Quevedo, asombrado dijo: “¡Ostras tu,
hasta por el trasero me conocen!”.
También se hacían bromas con los Santos patronos
. Por ejemplo se decía que el patrón de los
conductores era San Frenando. El patrón de los bailadores
era San José de Arrimatematea etc.
También era inagotable el tema de ¿qué
le dijo?. Ahí va un ejemplo. ¿Que le dijo
un WC a otro ? ¿Qué le dijo? “No podemos
dedicarnos al contrabando porque siempre nos tienen el ojo
encima”.
Antes de ir a Madrid, yo ya había estado en Toledo.
En mi pueblo tuvimos durante un tiempo un Sr. Secretario en
el Ayuntamiento que vino de fuera, el cual(pienso yo), que
cuando su hijo ingresó en el seminario pidió
el traslado a Toledo.
El caso es que me fui a su casa a coser con la intención
de que mi hermano se encontrara más acompañado.
Yo lo visitaba jueves y domingos y con mi sueldo de cinco
pesetas le llevaba “chuches” y tebeos. No recuerdo
en qué versarían nuestras conversaciones, lo
que sí se es que reíamos a mandíbula
batiente, en aquella enorme y vetusta sala del seminario menor
de Toledo, donde éramos el foco de todas las miradas.
No sé si bien o mal visto, pero, ¿qué
quieren?, Éramos dos adolescentes felices de estar
juntos.
Mi hermano parando un comprometido “chut”en el
patio del seminario.
Los guardapolvos grises también se los confeccionaba
yo. Sin embargo creo que mi hermano, a diferencia mía,
sacó otros genes de más rango (la sencillez
la adquirió). Tanto es así que las sotanas debían
ser de la mejor calidad, cambiaba de gafas cuando salían
otras más modernas, como las míticas gafas “amor”.
También le abastecía de las pastillas Fosglutén,
para la memoria, etc., etc.. El día de su ingreso,
durante los exámenes yo lo pasé junto al Sagrario
y “conseguimos” la nota de Notable. 1º
A estas alturas, pienso que de Toledo se sabe todo. ¡Que
fantástico! La catedral, sus calles, sus museos, el
Alcázar derruido, donde te mostraban el teléfono
con el cual el joven hijo del general Moscardó habló
con su padre para decirle:
-Papá, si no te rindes me asesinarán y volarán
el Alcázar-. A lo cual el general respondió.
-Hijo, encomiéndate a Dios, y muere como un héroe.
Los señores, donde yo estaba, eran personas pudientes
y sencillas. Pero cuando consideraron que no me necesitaban
me recomendaron a una familia que conocían en Madrid.
También, buenas personas. Pero aquí, tenían
una doncella que era un auténtico duende que trabajaba
como una energúmena y la Sra. estaba mucho por ella
y no le interesaba perderla. Esta chica, al alba, se ponía
las gamuzas bajo los pies y era una locomotora sacando brillo
al parquet. Súper-ágil para servir la mesa ...
etc.. Pues bien, en esta casa tenían los alimentos
bajo llave, y no se como se las ingeniaría la doncella
para sacar algunas cosas. El caso es que en una ocasión
vieron el corazón de una manzana en una maceta de la
terraza. La Sra. debió preguntarle y la chica me culpó
a mí. Me preguntaron, yo aseguraba que no había
sido, pero de nada me sirvió.
Desde entonces, las sospechas de todo caían sobre mí.
La Sra. se planto en que “El que hace un cesto hace
ciento” y fue horrible. Creo que la chica me cogió
celos al ver que ambas teníamos trabajos muy distintos.
Yo acostumbraba a ir a Misa temprano, pero desde ese día,
quitaron la llave de la puerta y la guardaba la Srta. debajo
de la almohada. Decían que si la necesitaba que la
pidiera, posiblemente para que desistiera de ir a Misa. Pero
claro, por aquel entonces, yo creía que era antes la
devoción que la obligación, y a pesar de la
gran humillación que suponía despertarla, lo
hacía.
Un día vino de visita un joven sacerdote, al cual
habían pagado los estudios, no sé si con la
intención de que me analizara. El caso es que me dice
la chica que la Sra. me llama. Acudo a la salita y me dice
que le repasé el forro de la sotana y algún
botón.
La amargura invadía mi alma y mi rostro, sabedora de
que se estaba sometiendo a juicio mi honradez.
Mientras cosía aquel sagrado hábito por el cual
yo estaba sacrificando parte de mi vida, pensaba con la mayor
congoja, como podía darse tan vil paradoja Bueno, esto
lo pienso ahora. Entonces creía que aquellas personas
eran instrumentos de los que Dios se servía para humillarme
y así mediante el dolor , purificarme de mis culpas.
Para mí es insoportable vivir en tensión y
poco después me despedí i marché al pueblo.
Pasados unos meses conocí a la Srta. Paz y me fui con
ella a Madrid.
Pasado un año mi Madre me reclamó y tuve que
dejar Madrid, donde tan a gusto me encontraba y donde había
vivido tantas y tan ricas experiencias. Me llevaba el título
de corte y confección. Al llegar a casa había
que pensar en trabajar y puse un taller de confección.
Las chicas de A.C me esperaban con los brazos abiertos y nueve
de ellas fueron mis primeras alumnas. Las cuales aprendieron
bastante; algunas se establecieron.
Para la costura, como para muchas cosas, hay que tener vocación,
y quien la tiene, consigue metas. Yo nunca tuve metas, porque
nunca tuve ambiciones. Claro, ¡si todo es nada!.
Mi paso por la vida ha sido como un reguero, por no decir
un riachuelo donde han bebido cientos de personas. Y seguirán
bebiendo mientras viva. Pues, a pesar que ahora no quisiera
que así fuera, sigo siendo la ingenua de siempre.
El otro día oí en la tele que las personas ingenuas
hacen las mayúsculas muy grandes, y yo las hago descomunales
todavía y a pesar de todo. Voy a intentar hacerlas
pequeñas, a ver si de esta forma me cambia la psiquis
y por tanto mi vida. Aunque sinceramente, sé, que ya
he perdido todos los trenes habidos y por haber. Eso sí,
a excepción de una quiniela.
Pues bien, todas las chicas que venían eran estupendas
y el ambiente era casi angelical. Lo cual todavía me
escribo con alguna, y al resto las llevaré siempre
en mi recuerdo. Había una, Marcela, la cual ingresó
en las religiosas clarisas. Esta chica me adoraba. Cada tarde
al llegar a casa lo primero que decía era :”María,
voy a peinarte que quiero que estés guapa”. Y
es que yo iba con el pelo tirante y dos horquillas. Si un
día no podía venir a coser, no dejaba de venir
a hacerme una visita. ¡Un beso guapa!
Antes de la conversión me arreglaba un poco más.
Nuestras conversaciones siempre versaban sobre religión
y el apostolado. Y es que teníamos el acicate de
San ¿Ignacio de Loyola? El cual, en sus reflexiones
pensaba,
“¿Para que nací yo?... para salvarme
que tengo que morir es infalible
dejar de ver a Dios y condenarme
triste cosa será pero posible.
!posible,...posible y tengo apego a lo visible
de que me ocupo, en qué me encanto
loco debo de ser pues no soy Santo!
Una vez tocamos el tema del asesinato de la niña
catalana, Josefina Vilaseca, que prefirió el martirio
antes que ser violada. Todas aprobamos esta decisión,
pues pensábamos que el martirio lleva derecho al
cielo. Y esto no solo lo veíamos como un acto de
fe, sino como un acto tremendamente inmoral. Y cual no sería
nuestro asombro, cuando una de ellas, LOLA S., dijo que
ella no se dejaría matar. Que su vida era muy valiosa
y que esperaba hacer muchas cosas buenas en su vida. Y así
ha sido, que aun ahora con sesenta y cinco años,
sigue comprometida con el apostolado en suburbios. Personas
así son las que hacen pensar y no las que somos burros
de noria, caminando por donde los demás quieren.
Un defecto sí que tienen las principiantes de costura
y es, que no les gusta deshacer la labor, suponiendo que
esta esté mal hecha. Yo les decía que la reparación
era cuestión de media hora y que la prenda la lucirían
mucho tiempo y que valía la pena esmerarse. Lo comprendieron
a la primera y fueron superpulidas.
Si, si, también teníamos nuestras diversiones
lúdicas, y era el fútbol. Presumíamos
de sabernos de memoria la alineación del mejor equipo
de aquellos tiempos; creo que era la Real Sociedad. A saber,
Pio Alvarez, Juan Ramón, Bertolí, Sierra,
Lelé, Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostiza.
Pues por entonces se creó un segundo equipo de fútbol
en el pueblo. Digamos que uno ya existía. Todos eran
oficinistas y "chicos bien", y el nuevo equipo
era de chicos de oficio.
El primero era el equipo A, y el segundo fue el equipo
B. Así que el ingenio y fervor popular compuso un
himno la mar de bonito. Y nunca mejor dicho lo de la “mar"
por que le pusieron la música de "mirando al
mar", de Jorge Sepúlveda. Y como las cosas de
la juventud, difícilmente se olvidan, tengo el gusto
de transcribirla, pues las cosas de mi tierra las llevo
muy dentro del corazón. Decía así:
Al equipo de Villarrobledo A (Bajo el palio de luz
crepuscular)
le decimos con mucha satisfacción (cuando el cielo
va
perdiendo su fulgor)
que aunque ellos se creían que jugaban mucho más,
nuestro B ha resultado campeón.
Y es que siempre que ha jugado nuestro B,
se llenaba el campo de San Antón
por que juegan con nobleza y gran serenidad
y además es que las chicas todas van a su favor
y les cantan y les sonríen con muchísima ilusión.
Viva el equipo B (Mirando al mar soné)
viva su entrenador (que estabas junto a mí)
que con su agrado
ha sabido despertar
en el pueblo una gran emoción
y aunque juegan muy bien
orgullosos no son
y les aprecian de verdad
y les tienen predilección.
En la puerta ya esta Aurelio preparado
por si acaso se le escapa algún balón.
Pero a Bello y Agustín siempre a su lado
y Chazarra que se tira sin temor.
Con Portillo y Alfonsete no hay cuidado
línea media no la hemos visto mejor
y tenemos a Pacucho que jugando quita el hipo,
tenemos al gran Medrano delantero del equipo
y por si nos falta algo, allí están Paco y
Juanito
Viva el equipo B...
Esto eran picadillas inocentes, pues existía entre
todos una gran camaradería. Tanto es así que
los aludidos no osaron rebatirla. Alguien escribió
con mucho tino que con las gentes de allí nunca te
llevas sorpresas. Siempre son consecuentes con lo que dicen
y hacen.
Pertenecíamos a la diócesis de Toledo y era
habitual que vinieran al pueblo sacerdotes, nada más
celebrar su primera Eucaristía. Teníamos un
gran párroco y siempre había uno o dos de
estos nuevos sacerdotes que hacían de coadjutores
que pasado un tiempo y con la experiencia adquirida, les
daban otros destinos casi siempre de párrocos de
pequeños pueblos. En aquel tiempo funcionaban cinco
parroquias, tres conventos y dos ermitas. La principal era
la de Nuestra Señora de la Caridad.
Por esta razón, tuvimos la suerte de conocer sacerdotes
extraordinarios que venían con todo el fervor del
seminario. Pero como en la viña del señor
hay de todo (nunca mejor dicho), en el sentido que unos
eran más activos y otros más dados a la oración
y el recogimiento, pero todos fabulosos.
Referente a esta dualidad de actitudes en el servicio divino,
y las dos superválidas, quiero explicar algo que
a mí me gustó oír. Lo oí del
Sr. Arzobispo Dr. Jubany. Se refería a San Francisco
de Sales, patrón de los Salesianos.
Pues bien, le preguntaron a San Francisco, que qué
opinaba sobre el evangelio en que Marta recriminaba a María
por no ayudarle en las tareas domésticas y “perder
el tiempo” contemplando al Maestro. A lo cual, San
Francisco respondió:
"Mirad si hubiera sido María quien dijera: "Maestro,
no ves a Marta que trajín se lleva de aquí
para allá, sin apenas prestarte atención...”
,Jesús hubiera respondido: "María, Maria,
considera que si no fuera por Marta, que se ocupa de nuestro
alimento Qué sería de nosotros? Su trabajo
es fundamental ". Verdad que es bonito?.
Todos conocíamos la esencia de este evangelio pero
nunca especificado con tanta sencillez, convicción
y caridad. Y es que San Francisco de Sales era "tela".
Dicen que era el Obispo de las buenas maneras. Aquí,
San Francisco nos dice que los Evangelios pueden tener más
de una versión. Pues no deben faltarle amor y sentido
común.
Como dije, a estos sacerdotes los trasladaban, dejándonos
lo mejor de sí, sus consejos y su ejemplo. Conocimos
un D. Luis Rodríguez, cuyo poder de convocatoria
era insuperable. Un trabajador incansable. Movilizó
a toda una barriada aislada, para que se construyeran su
propia parroquia. Y aquel barrio pasó a llamarse
barrio de Pío XII, cual la parroquia.
Cuando se marchó nos dio la bendición y nos
dijo: "Pedid a Dios que nunca os falte el sufrimiento".
A cada una nos dio un libro con una dedicatoria. A mí
me dio uno titulado: "Vive tu vida" y puso lo
siguiente: "Vive tu vida, te enseñará
la vocación y la misión que Dios te dio. Vive
tu vida de verdad, consciente aunque no la sientas, alegre
aunque el alma llore. Vive tu vida optimista, con el optimismo
y la seguridad de Dios". ¿Total, No? (fue consiliario
de A.C.)( E.P.D)
También tuvimos a un D.Antonio Gómez. Puro
espíritu. Casi todo el sueldo se lo daba a los pobres.
En cierta ocasión, ya en Sevilla, se ofreció
como rehén a cambio de un preso con niños
pequeños. En la despedida nos dijo: "Si alguna
vez sentís un temblor en el alma, es que os he mandado
una bendición" ¡Esto es vivir la Fe!
(E.P.D.).
También llegó un D. Fernando Fillol, era de
Levante, se le veía de familia bien. Ocurrió
algo muy curioso y es que este agradable sacerdote rubio
y cara de adolescente, vino como si dijéramos, rompiendo
moldes. Era cuando los sacerdotes empezaban a definirse
como hombres. Pues bien, causó cierto revuelo entre
los feligreses el hecho, que al consagrar y levantar las
manos se le viera "brillar" el reloj de pulsera.
Y también un poco las bocas del pantalón.
Se corrió la voz y todo el pueblo pasó por
aquel convento de las clarisas (donde vino destinado). Los
sacerdotes siempre llevaron reloj, pero en el bolsillo de
arriba de la sotana.
Por su aspecto tan particular, sentimos curiosidad por conocerlo,
y enseguida comprendimos que “las clases marcan”
y que era una persona de una formación especial.
Este nos decía que cuando tenía que dar una
platica o un sermón, unos días antes lo tomaba
como punto de meditación y así le sacaba todo
el partido posible. Un buen ejemplo a seguir para meditar
nuestras palabras y sus consecuencias. Se llevó un
buen recuerdo del pueblo.
Por último diré que un sacerdote se compró
un coche SEAT ,pues mi pueblo tenía una gran extensión
y sin lugar a dudas el coche es un buen recurso (también
apostólico). Por entonces habían ocho o diez
coches en el pueblo, por lo que el coche de este sacerdote
era muy reconocible. Así que cuando se vislumbraba,
la gente decía: "Por ahí va el bendito
SEAT". Era Don Santos. Trabajó mucho con las
juventudes obreras.
Otro más. D. Casimiro estuvo viviendo en una casa
donde había de vecina una niña de unos cuatro
años. Esta inocente niña le decía con
frecuencia "Dame un beso", y él, haciendo
uso de su voto de pobreza espiritual, siempre le respondía
"no tengo hechos". Fue esta, una inolvidable etapa
de mi vida.
En mi pueblo el trabajo estaba mal y hacía tiempo
que queríamos salir del pueblo, así que un
día nos decidimos y con dolor tuvimos que dejar nuestras
raíces y aún sentimos su sabia en las venas
y en los sentimientos.
Durante mucho tiempo tuve remordimiento por no despedirme
de tan buenas amigas (alguna se sintió dolida) como
la adorable Carmen Díaz. La verdad es que salimos,
más bien a buscar, mi madre y yo. Empezamos por Madrid,
pero no había gran cosa y precisamente en Madrid,
una amiga de la Srta. Paz, me recomendó para coser
en Barcelona, nada menos que en casa del Doctor Andreu (“Padre”
de las pastillas Juanolas).Y era cuestión de no perder
tiempo. Nunca más volví a tener amigas, me
volqué en mis hijos que fueron el motor de mi vida.
Aquí en Barcelona, teníamos unos tíos
que siempre nos estaban animando a venir porque aquí
abundaba el trabajo. Así que sin pensarlo nos vimos
desde Madrid a Barcelona, además esas despedidas
hubieran sido desgarradoras. Con algunas me escribí
durante varios años. Nuestros tíos y primos
nos recibieron con el corazón para el tiempo que
fuera necesario.
Vinimos en Junio del 57 y enseguida encontramos trabajo.
Poco después, se vendieron unas cosas que había
en el pueblo y compramos una parcela de unos 500 m2 donde
trabajamos todos como negros para construir una gran casa.
Allí nació y murió mi primer hijo.
No sé porqué mi hermano se quedó con
ella.
Dos años después me trasladé a Cornellá,
llegamos en Mayo del 60, con una preciosa niña de
cinco meses; Lucía. Lucía se llevaba 14 meses
del niño anterior, y cuando Lucía tenía
9 meses, quedé embarazada del tercero, Luis.
En tres años habíamos tenido tres hijos, llevada
por las normas de la iglesia que dice que cada “acto”
debe dar oportunidad a una posible vida. Además leí
que la menstruación es, que “la naturaleza
llora lágrimas de sangre por el hijo no engendrado”.
¡Ahí es nada! También S.S. Juan XXIII
decía al respecto que, Dios bendecía las ollas
grandes.
Gracias a que llegó a mis manos el método
anticonceptivo Ogino, aprobado por la iglesia y que consiste
en practicar la continencia en los días más
fértiles que son diez o doce días al mes.
Debido a que siempre tuve una menstruación regular,
de veintiocho días, me adapté, con gran facilidad.
De esta forma el niño llegó a tener cuatro
años. Y como la iglesia dice que se deben tener todos
los hijos que se puedan mantener, creí que debía
tener un tercero, ¡Ilusa de mí! Además
creía a pies juntillas que daba a un nuevo ser la
oportunidad de poder ir al Cielo.
Los seis años que vivimos en Cornellá fueron
muy duros, también en lo espiritual. Pues ir a misa
con los niños de corta edad es bastante engorroso.
Aunque nunca se ha prohibido llevarlos, una sabe que es
un lugar donde debe haber absoluto silencio.
Yo, las dudas que tenía, por supuesto que las consultaba
con los sacerdotes. Y, aunque la base de la religión
era la misma, suele haber variedad de opiniones. Unos decían
que había que obedecer a Dios sobre todas las cosas,
por lo tanto ir a misa. A la vez que otros decían
que el deseo del marido era la voluntad de Dios “significada”.
Eso que ahora, creo, llaman corresponsabilidad.
En una ocasión fui a comulgar con el niño
en brazos y este aprovechó para apagar la vela que
llevaba el monaguillo. Creo que no hizo mucha gracia, pues
aquí, para el asunto de ceremonias son quasi perfectos.
Aunque no dudo que alguien se reiría. Pero yo lo
pase mal, porque no me gusta significarme en nada. Pero
tampoco podía dejar de comulgar por respetos humanos.
Pues el niño lloraba si lo dejaba con alguien. Además,
esas cosas aquí no se llevan. Aquí va a los
actos, el que puede ir sin molestar a nadie.
Desarrollé como nadie el arte de
la multiplicación y con gran esfuerzo conseguía
que no les faltara “casi” de nada.
Los niños se fueron haciendo mayorcitos y ya se portaban
mejor en la iglesia. A la vez que iban asumiendo la religión
como algo natural y necesario. Y, aunque yo evitaba en todo
lo posible que captaran ciertas trifulcas, no pude evitar
que se apercibieran de la gran tensión reinante.
Este era un barrio nuevo y no tuvimos parroquia durante unos
años, hasta que se construyó una nave provisional,
bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar.
Cuyo párroco era un gran sacerdote. Ex-misionero, trabajador
y piadoso: Reverendo D. Gabriel Vinamatas (E.P.D). Yo quise
colaborar en algo, y como conocía la existencia de
la Editorial "El Mensajero del Corazón de Jesús",
con sede en Bilbao, por haber sido subscriptores de esta estupenda
revista allá en el pueblo. Pues bien, escribí
a Bilbao, pidiendo si tenían revistas y libros, que
nos los mandaran para una parroquia que empezaba. La respuesta
fue inmediata. Mandaron un enorme paquete de ellos, que se
puso a disposición de los feligreses.
Como este sacerdote había sido misionero era muy austero.
El confesionario estaba “pelado". Yo, un día
llevaba un cojín, otro día, una almohadilla
para las rodillas, otro día la cortinilla. También
ponía aceite a las bisagras de la puerta de la calle,
porque chirriaban lo suyo. Llevé, unos grandes ramos
de flores secas que adornaron el altar durante mucho tiempo.
Un día me dijo ¿qué pretende usted arrancarle
al corazón de Jesús?
Pasados seis años decidimos vender el piso y comprar
un local con vivienda en el Vallés y puse una pequeña
tienda de comestibles.
El dinero que nos habían dado por el piso se había
agotado hasta el último céntimo. Yo busqué,
y rebusqué, mayoristas de alimentación que con
gran suerte me dejaban el género en fianza. Abrimos
el 19 de Mayo del sesenta i siete. Había de todo un
poco quedamos contentos por la experiencia del primer día.
Por la tarde un vecino me preguntó que tal me había
ido la venta, y yo le dije "bien, muy bien". A lo
que él respondió, "Es usted la primera
comerciante que he oído decir que le va bien la venta".
Es verdad, he puesto atención, y a todos les va mal.
Fue el Sr. Manuel Muela.
El asunto de las ventas no me era desconocido. Además
que me sentía infinitamente agradecida a las personas
que venían a comprar y por tanto, traer el pan para
mis hijos.
Así es que yo me levantaba a las seis, varios días
a la semana, iba a buscar la carne al matadero, después
la fruta, y por supuesto a misa. Yo creía que debía
darle a Dios parte de mis ganancias. Me parecía horriblemente
absurda aquella frase que dice: "Es antes la obligación
que la devoción". Pues bien, debido a que abría
a las nueve o las diez, perdía ventas. Pues los demás
abrían a las ocho.
Para mí, el dinero, nunca fue lo más importante.
¡Ojo! Mientras se tenga lo imprescindible, y creo que
el dinero, es la "piedra de toque" de la sinceridad.
Y que la pasión que merma el bolsillo, es autentica
pasión.
Tuve que especializarme en dar fiado, y así fui saliendo
adelante gracias a unas clientes que me pagaban por quincenas
o por meses. Debo decir que ninguna me quedó a deber
ni un céntimo. Y pienso que nos tenemos un agradecimiento
mutuo, al menos el mío, es a perpetuidad.
Además del género, les dejaba dinero para el
pan y el pescado. Las abastecía de butano y de todo
lo que hiciera falta. En una ocasión a una se le rompió
la lavadora y como su esposo era mecánico me compadecí
de que lavara a mano y estuvo viniendo a lavar a casa hasta
que pudo arreglar la lavadora. ¡Una pasada! Pero gracias
a ellas yo podía amortizar las letras del piso y vivir
con cierta holgura. También tuve que buscarme a una
niñera para que cuidase a la pequeña que tenía
9 meses. Vivíamos en un bloque de diez pisos , y cuando
los niños venían del colegio, llamaban a sus
madres que bajaran a buscarlos y estas, o no podían
o no querían. Yo, en un momento los subía con
el ascensor. Nunca entendí su actitud, siendo el ascensor
de subida y de bajada.
El milagro de la tienda, me trajo quince años de relativo
descanso, por aquello de: "Los duelos con pan son menos”.
Llegó la etapa de la primera comunión. Y como
aquí siempre íbamos a salto de mata. Además
de la poca ilusión para celebraciones, pensé
que la celebraran los dos a la vez. El párroco de aquí
se oponía, decía que con seis años y
medio era muy pequeño Como si a los diez fueran consecuentes!
Creo que era S.S. Pío X quien decía que cuanto
antes se acostumbraran, mejor. Creo que esto, como tantas
cosas, sigue siendo una incógnita.
El caso es que fui al pueblo de al lado, a Montcada. Allá
ponían menos impedimentos, y previo examen fueron admitidos.
Nuestras amistades y salidas eran nulas. La distracción
que teníamos los niños y yo, era salir a pasear
por los alrededores. Adoptamos un hormiguero de los muchos
que había. Les llevábamos comida todos los Domingos,
y si había llovido le volvíamos a abrir la entrada.
Bueno, ya tenían una ilusión para el Domingo.
Pasados unos cinco años , la profesora del chico nos
dijo que habían venido unos seminaristas salesianos,
ofreciendo becas a niños buenos y estudiosos para la
Escolanía del templo del Tibidabo. La profesora eligió
a tres, siendo mi hijo uno de ellos. Tenía once años.
Yo pensaba que era la realización del ofrecimiento
que hice a Dios de todos mis hijos cuando nacían. Las
notas que recibíamos cada mes a casa no podían
ser más satisfactorias.
Por entonces ofrecí mi vida a Dios de forma más
consciente. Pensaba que mi vida no era nada a cambio de las
muchas que podía salvar mi hijo.
Ocurrió que a los ocho días me dio un cólico
nefrítico impresionante. Es de los más dolorosos.
El médico de cabecera pensó que podría
ser otra dolencia, y tras diez días de medicación
infructuosa me hicieron radiografías, y apareció
un enorme cálculo en la boca del uréter que
impedía el funcionamiento del riñón,
por lo que la operación era inminente.
En mi familia nunca habían habido operaciones, por
lo que una intervención quirúrgica era algo
terrorífico para mí. Por lo que tiene de riesgo
para la vida. Y yo, hacía pocos días que había
ofrecido mi vida a Dios. ¡Vaya prueba! ¡Pero es
que tenía tres hijos que me necesitaban!.
Pensé, en aquel pobre leñador, que abatido
por el hambre y el frío, cayó de bruces bajo
el peso del haz de leña que portaba. Desesperado, llamó
a la muerte y cuando esta acudió a su llamada, él
se apresuró a decir: ”Yo te llamaba, para que
me cargaras la leña”.
El caso es que había que rendirse a la evidencia.
La muerte podía ocurrir y yo no quería que Dios
viera que se la daba por fuerza o con enojo.
Así que haciendo un acto heroico, pude desarraigarme
de todo lo terrenal, incluso de mis hijos. Pensando que Dios
en su infinita bondad y justicia los cuidaría mejor
que yo.
Recuerdo que iba en la camilla al quirófano como en
volandas. Apenas sentía el cuerpo. Incluso reí
en el quirófano de oír la conversación
de los doctores. Una anestesista decía que estaba opositando
para entrar en la plantilla en el hospital. Lo cual el doctor
le dijo: " ¿Y sí preguntan que opinas de
la seguridad social?" Como ven salí con vida.
¡Pero que vida!.
Estuve medio inútil durante tres años. Debido
a mi desconocimiento en operaciones, no sabía si eso
era normal o no. Pero por miedo a tener que pasar otra vez
por el quirófano, y que me tocaran en aquel corte de
treinta centímetros, callé. También pensé
que iría mejorando poco a poco, pero no fue así.
Yo, ya comprobé que Dios no quería por entonces
mi vida y se lo agradecí infinitamente.
En el sitio de la herida sentía unos pinchazos enormes,
que en la cama era el único sitio que no me molestaban.
Cuando alguna vez me levantaba, ayudada por mis hijos, debía
ponerme a modo de cinturón, una bufanda super apretada.
Si no era imposible moverme por aquellos agudos pinchazos.
Estoy segura que algo se les quedó dentro.
Estuve siete meses en la cama y con la tienda cerrada. En
vista que la mejoría no llegaba y que los recursos
se acababan, decidí abrir de nuevo a ver que pasaba.
Y solo con una faja muy fuerte podía estar de pie por
la mañana, y por la tarde en cama, pues me producía
un cansancio enorme. Pero ya estaba con mis hijos, y podía
ganar algo. Ya estaba conforme.
Yo había leído en libros piadosos, que las personas
que se ofrecen al señor, como víctima expiatoria,
por lo general caen enfermas. A mi no es que me alegrara la
idea, pero tenía que asumirlo, fuera o no fuera cierto.
Lo que sí tenía claro es que no podía
retirar el ofrecimiento a Dios.
A partir de entonces, yo ya estaba más al tanto de
la gente que se operaba y no se moría, y poco a poco
fui perdiendo el miedo y planteándome una nueva operación.
Pensaba que peor que estaba no me podían dejar. Llevaba
tres años en aquel estado. Me pidieron autorización,
por si lo veían conveniente extirpar el riñón,
debido a que el otro funcionaba perfectamente. Efectivamente
me lo extirparon. Las radiografías mostraban una enorme
mancha negra que ocupaba medio riñón. La verdad
de lo que había dentro, nunca lo supe. Fue en 1976.
Pensé que para reclamar haría falta abogados
y por tanto dinero.
La verdad es, que esta operación valió la pena.
Si antes hubiera sospechado, que era posible quedar así,
antes lo hubiera hecho. Apenas un mes de convalecencia, y
lista hasta la fecha.
Mi agradecimiento a Dios fue inmenso, por permitirme vivir
unos años más junto a mis hijos. Pensé,
que debía agradecérselo de una forma que llevara
algo de sacrificio. En primer lugar, pensé y lo puse
en práctica, ir todos los días a una capillita
que hay en la calle Junqueras donde esta expuesto el Santísimo
todo el día. Iba todas las tardes a primera hora cuando
cerraba la tienda, para lo cual tenía que coger el
autobús y el metro, y lo mismo para volver. La verdad,
esto era muy pesado, pero Él se lo merecía.
No obstante, un día le dije, que me inspirase otra
cosa que no tuviera tantos inconvenientes, pues tenía
la tienda demasiado tiempo cerrada. Y sí, me lo inspiró.
Era que rezara a diario los quince misterios del Santo Rosario.
¡Tampoco se quedó corto!. Todos sabemos lo difícil
que es quitarle al día una hora para rezar, sobre todo
en el mundo. Así que algunos días, llegaba la
noche y no lo había rezado. Por tanto tomé la
determinación de rezarlo durante todo el día
y sin rosario. Lo cual algunos misterios llevarían
ocho Avemarías y otros trece. El caso es que me pasaba
el día rezando, lo mismo si fregaba, como si lavaba.
En aquella época, sentí deseos de leer libros
piadosos. Hacía tiempo que D. Luís R. me había
recomendado leer “El santo abandono”, ¡que
libro! Es la más completa guía espiritual.
También compré, "Historia de un alma",
es la biografía de Santa Teresita del Niño Jesús.
No se por qué, esta vida, oculta, pequeña y
sencilla, me producía tal emoción, que la leía
hecha un mar de lágrimas. También compré,
“las moradas" de Santa Teresa, ”Camino espiritual",
de San Juan de la Cruz. "Tratado del amor de Dios"
de San Francisco de Sales. Sentía grandes deseos de
adquirir el don de la oración aunque muchos años
después, decía el Padre Salesiano Víctor
Macua, que orar, es parecido a tomar el sol: "Basta con
ponerse delante de él, para irse uno dorando”.
Pero estas cosas tan sencillas no convencen demasiado a los
principiantes y finalmente comprendes que esta es la dulce
consecuencia de buscar, buscar y buscar. Uno, vuelve de la
batalla derrotado y sin ánimos para decir otra cosa
que... “Señor aquí está Juan”.
Y es que “se murió el Santo, se rompió
el molde.¿ Por qué decir a Dios lo que otros
ya le dijeron? No obstante, leedlos.
Mi hijo, después de dos años en la escolanía
y dos en el seminario, decidió no volver. Su padre
ya se había marchado de casa por su propia voluntad.
El chico me comentaba que se sentía muy feliz, y que
no se cambiaría por nadie. Yo pensé, que eso
era maravilloso. Y con la enseñanza que recibieron
desde la cuna, era imposible que se desviaran del camino del
bien: Y así ha sido pese a todo.
Último año en que se celebraría el “día
del padre del alumno” 19-03-1973.
Ya algo mayores, con 14 y 15 años, empezaron a buscar
trabajo con gran ahínco.
Era la difícil época de los años
setenta. Las ofertas de trabajo eran escasas. Cuando telefoneábamos
por algún anuncio, por temprano que fuera, ya estaba
ocupado. Así que tomábamos la determinación
de ir de madrugada a Barcelona, comprar el diario, y como
era invierno amanecía más tarde, llevábamos
una vela y así poder ver para marcar. Pues ni así,
siempre habían pegas; la edad, la distancia, los
estudios, etc.
Llegó un día, en que tras un exhaustivo examen
entró de aprendiz en una famosa mantequería
de Rambla de Cataluña. Donde tenía que llevar
pesadas cajas de víveres a domicilio. Cuando lo aceptaron,
a pesar que sabía de qué clase de trabajo
se trataba, daba saltos de alegría haciendo la V
de victoria. Por la noche estudiaba B.U.P. Ocurrió
que, como vivíamos, fuera de Barcelona, y tenía
la jornada partida, se llevaba un bocadillo para el mediodía.
Y con la mejor voluntad del mundo se esperaba en la Plaza
de Cataluña hasta las 4. Pero a los dos o tres días,
alguien se dio cuenta de que iba solo, y empezaron a molestarle
unos tipos, haciéndole preguntas, ofreciéndole
cigarros, etc. Nos lo contó, nos asustamos y pensó
que en vez de sentarse en la Plaza, se iría al Corte
Inglés, y estaría dando vueltas hasta las
cuatro. Pero vio que allí también le seguían.
Así que decidimos que se despidiera.¡¡Con
lo que nos había costado encontrar este trabajo!!.
Estas cosas me entristecían. Pero quería pensar
que algún día Dios les daría lo que
se merecían. Estábamos necesitados, pues yo
estaba recién operada, y solo abríamos la
tienda los Sábados para no perder la clientela. Lo
cual despachaban los chicos. Principalmente la chica que
era mayor.
Tan desagradable experiencia creo que le marcó. Un
adolescente no tiene recursos morales para acometer otro
calvario semejante.
Poco después le ofrecieron al chico un trabajo de
Disk Jockey en una discoteca. Yo no vi nada de malo en ello.
Además él estaba encantado por que le apasionaba
la música. Pero por la incompatibilidad de horario,
quiso, o tuvo que dejar los estudios de B.U.P.. Poco después,
cerraron la discoteca y quedó descolgado. Le llegó
la mili y al finalizarla, se marchó a Menorca donde
ha permanecido diez años.
Esto ya me mosqueaba más. Que mi hijo tuviera que
emigrar para ganarse la vida, era algo difícil de
aceptar, pero ante la impotencia hay que claudicar.
Yo siempre había creído, qué el día
que fuera necesario, Dios vendría en mi ayuda. Yo
no sabía que este momento llegaría tan pronto,
y si yo me portaba como hija, Él en su infinita Justicia,
debía actuar como Padre. Claro que tenía mi
dosis de presunción, a la vez que de orgullo de pertenecer
a tan alta dinastía. El mismo Dios se queja, en el
libro "quince minutos con Jesús sacramentado",
diciendo de Sí que: "Al bienhechor le gusta
verse correspondido".
Y yo pienso que si Dios no protege la virtud, de qué
servirá nuestro ejemplo. El desconcierto será
enorme para los agnósticos.
Un día, iba yo a Misa, bien de mañana, y un
librero del barrio me preguntó a donde iba cada mañana.
Yo le dije que a Misa. Él añadió "
¿Y porqué todos los días?" Yo
le hubiera dicho: "Por que es mi vida y mi sustento".
Pero me pareció que eso no lo iba a comprender y
le dije: "Por que necesito que Dios me ayude".
A lo que él respondió: "Pues yo no veo
que te ayude mucho". Eso duele por no poder ofrecer
pruebas fehacientes del amor y la justicia de Dios.
Estando mi hijo en el seminario escribió un relato
de su pre adolescencia. No sé sí se lo mandaron
escribir, o lo hizo por su propia voluntad. En una ocasión
en que vino de vacaciones lo vi y lo leí. Hablaba
exclusivamente de su padre. Con pelos y señales de
tantos recuerdos. Al final decía, “mí
madre siempre se portó bien". Y Pensé,
¡solo esto dice de mí!.Me hubiera gustado que
entrara en detalles. Como por ejemplo, cuando le compre
la guitarra con el único dinero que tenía
en la libreta. Tenía dos mil pesetas y me gasté
mil ochocientas.
Siempre creyeron que yo tenía el don de los milagros.
Cuando yo les negaba algo, alegando que no tenía
dinero, el chico sobretodo, repondía: “No te
preocupes mama, cómpralo; si nunca has tenido”.
No obstante, si un adolescente, dice “Mi madre siempre
se portó bien”, hay que alegrarse.
Una vez pregunte ingenuamente, al confesor de mis hijos,
qué tales chicos eran, y el sacerdote me dijo: "Mire,
yo no puedo decirle como son sus hijos pues solo los conozco
a través de la confesión pero, le diré,
como es el adolescente en general. Y es, me dijo, cuando
los hijos llegan a esta edad es como si vomitaran todas
las enseñanzas que han recibido de los padres y de
los mayores en general y a partir de ese momento solo aceptan
las cosas que a ellos les convencen. ¡Preciosa definición!.
Pero que reto para los padres. Por eso pienso que hay que
ser muy legales con los hijos desde la niñez, para
que no pierdan la confianza luego en la adolescencia. Cosas
fáciles de decir, pero ¡qué difíciles
de hacer!.
Nada más marcharse el padre, quisieron traer animales
a casa. Un día en que diluviaba, vieron una perrita
en la calle. Dijeron de traerla y yo me negué. Pero
su insistencia era tal que tuve que acceder. "Mama
solo por esta noche que sino se va a morir, mañana
la dejaremos marchar”. ¡Pero al día siguiente
vimos que estaba preñada, y como dejarla marchar!
¿Qué sería de aquellos pobrecitos cachorros
en aquel invierno?. También pensaba que al dejarla
marchar mis hijos pensarían que yo no tenía
corazón y quién si no yo, tenía que
enseñarles la práctica de la transigencia
y el sacrificio. Pues bien, la perrita tuvo cinco cachorrillos
preciosos, y en agradecimiento se portaba muy bien. Todos
conocemos la ternura de estas escenas. Contemplar y acariciar
estos desvalidos seres nos puede transportar al más
limpio de los mundos. Yo ofrecía los cachorros a
las clientas, pero nada, nadie quiso y tuve que llevarlos
a la protectora de animales.
Nos quedamos uno: Tomi. Un día un viajante de los
que venían a la tienda (era aquel chico tan agradable
de Legumbres Garrido), al oír el nombre de "Tomi",
dijo que a él no le parecía bien que los animales
llevaran nombre de persona. Dijo, mire Ud. a la estantería
i cualquier marca o producto puede servir. Miramos y reparamos
en una caja de “Té River”, y dijo...
ve, River es bonito, y River se llamó. Lo cual después
resultó muy conflictivo y lo tuvimos que dar para
el campo. Claro que con gran dolor. Durante mucho tiempo
estuvimos pensando qué sería de él.
¿Qué hará en estos momentos, tendrá
sed, frío, se acordará de nosotros?, Etc.
porque obligar a un animal a cambiar de hábitat debe
producir el mismo "Xoc" que a las personas. O
quizá más por su impotencia.
Resulta que le gustaba irse a la calle. Era entonces un
barrio tranquilo, y se abalanzaba a las piernas de los motoristas.
Y para evitar desgracias a las que no hubiera podido hacer
frente, tuvimos que darlo. Yo soy más partidaria
de darlo a la "protección" que de abandonarlos,
pues allí hagan lo que hagan con ellos, siempre harán
lo que más le convenga al animal. Les dije que ya
no habría más animales, pero un día
aparecieron con un gatito desvalido, alegando que los gatos
son menos conflictivos. Era macho y como es sabido cuando
están en celo quieren salir a la calle, pero cuando
terminaba su "ronda" quería entrar aullando
como un desesperado molestando al vecindario, así
que, tenía que levantarme a abrirle. En fin, un "show".
Una noche en que salió de ronda, se ve que los perros
le dieron una zurra y estuvo dos días sin venir.
Los niños le buscaron pero no dieron con él.
También llovió y debió quedar medio
muerto enterrado en el fango. Así que cuando pudo
rehacerse un poco volvió a casa. Cual no seria nuestro
asombro cuando lo vimos llegar casi arrastrándose
y cubierto de barro. Lo limpiamos y lo alimentamos y vimos
que poco a poco le iba creciendo un gran bulto en el carrillo,
y él un día rascándose explotó
quedándole una desagradable herida. Convencí
a los niños para llevarlo a la protectora pues no
había dinero para el veterinario. Además por
entonces no había veterinario en el pueblo. Había
que ir al pueblo contiguo y en taxi. Imposible. Se llamó
"mica", (Poca cosa).
Les dije que me dejaran tranquila durante
un tiempo, y así fue durante 4 años, hasta que
un día mi hija pequeña con dieciocho años
se presentó con una perrita recién nacida que
enamoraba. Le reñí. Dijo que cuidaría
de ella y se quedó. No hay palabras para explicar el
comportamiento y la docilidad de este maravilloso ser. Como
yo tenía experiencia que casi nadie puede tener, animales
no quise que criara. Y dicen que las perras que no crían
viven menos años. Esta vivió 10, se le coaguló
la sangre y murió con mis manos sobre su cuerpo. Era
toda fidelidad y amor. Esta ya pudo tener veterinario.
Una noche de tormenta, si, siempre llovía. Estas
cosas ocurren constantemente, pero los días aciagos
del invierno las hacen más trágicas, y es
cuando más llaman la atención. Sobre todo
a las personas que estamos tan sensibilizadas con este tema.
Pues bien, mi hija vino diciéndome que había
un gatito de pocos días, maullando desconsoladamente.
Yo le dije que nosotros ya teníamos la perrita, que
ese tenía que acogerlo otra persona, que no se preocupara,
que ya lo cogería alguien, porque la noche de tormenta
clamaba al cielo. Se tranquilizó, pero cual no seria
mi asombro, cuando al día siguiente al salir a comprar
vi al gatito en el fango dando sus últimos lamentos.
Supongo que muchas personas sentirían no cogerlo.
Cada uno con sus razones. Lo que sí hay que hacer
es una asistencia más efectiva.
Necesitaría mucho espacio para explicar todo lo que
tuve que indagar para que me aceptaran el cadáver
de la perrita en 1994 y que no encontré ayuda de
nadie. Por mi gran amor a los animales y considerando lo
mal que lo pasan, los veranos con los parásitos y
la sed, los inviernos la lluvia y el hambre. Se me ocurrió
hacer quinielas con gran fe y entusiasmo con la ilusión
de poder ayudarles. La ilusión del lunes se unían
el desencanto del domingo. Y así semana tras semana.
También creí que Dios quería probar
mi paciencia y Fe. Pero terminé con el corazón
un poco más duro.
Creo que los animales (si es que no se pueden o deben esterilizar)
merecen toda nuestra atención. Las personas sabemos
pedir, incluso robar. Pero los animales son lo más
indefenso y puro que existe. Incluso si los pisas te lamen
las piernas. Reconozco que queda mucho por hacer.
Dicen los expertos (y yo lo creo) que los animales tienen
menos frío del que nosotros nos imaginamos. Pero
todos sabemos que si en una casa hay fuego o una estufa,
el animal se pone junto a ellas y es que los animales, al
igual que el hombre tienen un poder de adaptación
enorme en todos los aspectos de la vida (menos en el hambre).
Si probáramos a dar a un animal todo lo que el puede
ir asimilando nos asombraríamos, incluso los gatos,
los cuales tienen fama de independientes y egoístas.
Recordemos el reciente caso del cerdito Trufo que hacía
“vida en familia” y cayó en depresión
al ser abandonado por sus dueños por un traslado
de trabajo. ¡Qué triste el espectáculo
de las perreras! ¡Tantos animales y tan solos! Aquellas
tristes miradas a través de la reja de su celda,
parten el corazón.
Pienso,
que “la palma” del amor a los animales se la lleva
la actriz Florinda Chico, al poner a su querido perrito el
nombre de su difunto y amado padre; Enrique.
Si como decimos , a los animales hay que proporcionarles una
vida adecuada, pensemos que se necesita una infraestructura
idónea, o sea, que los municipios tengan un espacio
disponible para cuando tengamos verdadera necesidad de dejarlo.
De lo contrario nadie podrá evitar que se produzcan
situaciones desgarradoras, tanto para los animales como para
los dueños.
Pienso que no debe ser nada fácil abandonar un animal.
Pero es que hay situaciones en las que un animal te ata de
una manera brutal. Todo dependerá del número
de miembros y de la buena voluntad de los mismos en turnarse.
Porque debes saber que has de renunciar a vacaciones, excursiones,
etc.
Tampoco es fácil dejarlo a familiares o amigos puesto
que esta ayuda se precisa mayormente en vacaciones.
Por tanto hay que reivindicar infraestructuras para estos
animales. Aunque en estos sitios también echaran
a faltar la presencia de sus amos, pero siempre será
un mal menor.
Faltan soluciones efectivas, de lo contrario, tendremos
que enterrar a nuestros animales con nuestras propias uñas,
exponiéndonos a enormes sanciones (y quien sabe si
cárcel) por atentar contra la salud pública.
Por supuesto también me preocupa, como a tantas personas,
el problema de la pobreza humana. Cuando iba a Barcelona
las buscaba para darles lo que podía. Siempre he
creído (bien o mal) que nadie pide por gusto. Sí,
hay instituciones, pero la libertad es tan bonita y natural.
Poderse uno tomar un bocadillo en la plaza de Cataluña
o paseando por las Ramblas, es algo por lo que hay que luchar,
aunque comprendo que la mendicidad no se soluciona con limosnas.
No obstante un día di 200 Ptas. a un joven famélico
para que se comprara un bocadillo YA. La persona que me
acompañaba dijo que mí situación no
era para dar limosna. Yo le respondí que si veníamos
de desayunar en una cafetería no podía cerrar
los ojos ante las necesidades de un semejante que se muere
de hambre.
Cuando me sobra tiempo paseo por las calles y plazas de
Barcelona. Me embeleso contemplando las vetustas y señoriales
casas que conforman la ciudad, y esas puertas forjadas que
son auténticos encajes de bolillos. Las miro y remiro
y pienso en aquellas gentes tan preocupadas por la calidad
y la belleza, y digo como aquel "Ahora ya no se hacen
cosas antiguas".
Mi hija pequeña no fue tan buena estudiante como
los mayores. Como éstos eran tan aplicados yo creía
que ella saldría igual. No obstante es muy sensata
y cariñosa ;El que no se conforma es porque no quiere.
De niña sentía adoración por mí.
Un día cogió la maquina de escribir y dice
que sin proponérselo le salió esta carta :
"Yo te escribo esta carta por ser la más bella
de las mujeres. Tu dirás que no tienes nada, pero
tienes más que Bárbara Rey, y te quiero más
que a Leif Garret. Eres más guapa que Miss Europa.
El nombre que te pusieron te lo mereces más que ninguna
otra mujer. Cuando tenga hijas si son todas niñas
les pondré Maria 1 , María 2 , Maria 3 , María
4 . Y si tengo niños les llamaré Mario. Porque
todo lo que tu tienes es la maravilla del mundo. Eres solamente
Tu, tus manos, tus cabellos, tus dedos, tus dientes, etc.
Eres tan bella como una rosa y la reina de las mujeres.
Eres una Santa Maria, tus manos son de oro y tu piel como
el coral. Eres la que más vale del universo.
Tu hija Victoria.
¿Se puede pedir más?. Claro que por estas
fechas no sé sí ya había vomitado o
no. Tenía 13 años.
Un día en que veía un spot en T.V. de la
lechera que decía: “Si pones una cucharada
es como si pusieras dos”. A lo cual ella apostilló...
“si te pones bizco que si no...”.Y aún
hoy lo sigue siendo.
El otro día en que yo me disponía a salir
a la calle, me dice:
-Mama, cómprame un pastel. Yo en broma pero seria
le dije:
- ¿tu crees que te lo mereces?-.
-Es igual, no me lo traigas sino.
Claro que se lo merecía y se lo traje.
Por otro lado mí hija mayor por su inteligencia y
sensibilidad fue la que más sufrió con la
tensión reinante.
A pesar de todo era y es súper estudiosa. Tiene diplomas
para llenar una pared y en todos sobresaliente. De Catalán,
de natación, servicio social, administrativa, B.U.P.,
Profesora de E.G.B., y psicóloga. Hasta que encontró
un trabajo fijo por mediación de nuestra buena amiga
Eulalia Rabal (de la Llagosta) con 16 años, hizo
de canguro, repaso de EGB., fue vendedora de cosmética
e hizo un curso de corte y confección. También
escribió los textos de L'AVIA CUINA, e hizo de extra
en algunas películas. Por fin se colocó en
un almacén donde trabajaba de mañana. Se levantaba
a las 5 para poder estudiar por la noche. Nunca tuve que
despertarla ni recordarle sus obligaciones.
Siendo ella muy niña pasábamos cerca de una
casa en demolición y reparando en ella dijo, “Qué
tontos son los hombres, tiran esta casa y tiene un rosal”.
Pensé que una persona de esa sensibilidad habría
de sufrir mucho en la vida.
Como ya comenté aquí teníamos un Párroco,
bueno por supuesto, pero de aquellos que solo saben “decir
Misa en su misal", (frase hecha). Aprovecho para decir
una bromita acerca de esta frase. Esto era un sacerdote
que cuando viajaba siempre llevaba el misal, supuesto tenían
que celebrar Misa a diario. Pues bien el Sacerdote de esta
historia decía que solo sabia "decir Misa en
su misal" y era porque le faltaban la mitad de las
páginas.
No era ni muchísimo menos el caso de este buen sacerdote,
pero que anteriormente había ejercido en un convento
de monjas en un pequeño pueblo de montaña
y por esta razón estaba acostumbrado a la tranquilidad.
Y ocurrió que este pueblo creció rápida
y enormemente, vinimos personas de todos los puntos de España,
lo primero que “le” hicimos fue construir un
enorme bloque de pisos al lado de la parroquia, quitándole
el sol en buena parte. La gente le pedía cosas nuevas
y el se resistía, hubieron tensiones.
Enseguida le conocimos el carácter y vimos que
no era todo lo que parecía en un principio (E.P.D.).
Con la afluencia de personal a la iglesia, el obispado envió
ayudarle a un P. Salesiano, Víctor Mácua,
joven y muy puesto al día.
Este quiso desmitificar el tema de la confesión y
fue muy bien aceptada esta novedad. Corría la cortina,
encendía la luz y confesaba cara a cara, más
que una confesión era una charla entre amigos. Un
día uno de mis hijos me dijo que había confesado
que se había peleado con su hermana, a lo que el
Sacerdote le respondió: "¿Y quien ganó?"
Esta era su línea.
Al final de la confesión les decía "
¿Qué penitencia crees que mereces?" Él
quería amigos mas que penitentes y que aprendieran
a responsabilizarse de sus actos.
Pues bien, este sacerdote, y se supone que con permiso del
Sr. Párroco, traía con el los domingos dos
o tres seminaristas salesianos entre 18 y 20 años
que con una guitarra y bonitos cánticos animaban
la Misa Mayor. El Párroco aguantó unos domingos
y cuando ya no pudo más dijo que quien quisiera baile
que se fuera a la Plaza. Fue esta una tremenda desilusión
para todos. Pero pienso que sobre todo para aquellos sacrificados
y entusiastas seminaristas que con su buena fe trataban
de captar la atención de la juventud tan alejada
hoy de la iglesia. Se marcharon con gran dolor tras haber
hecho muchos y grandes amigos. Yo, tremendamente afectada,
pensando que aquello no era justo empleé mis escasos
medios y conocimientos en busca de ayuda. Estas son algunas
de las respuestas de personas tan sensatas
Como estas.
María Gimena
A finales del 74 venía en la hoja parroquial que
vendrá a Barcelona el Sr. obispo de Castellón,
Dr. Casas. Para dar a conocer sus "Grupos de oración
y amistad". Acudí a los jesuitas de Sarriá
dónde se celebraba el evento que resultó ser
de lo más emotivo y cordial. El Espíritu Santo
estaba allí y entre risas y lágrimas conquistó
muchos corazones. Me cautivó la idea y acto seguido
me dispuse a captar adeptos. No tardaron en afluir, parecía
que lo estaban esperando. Los grupos han de ser entre 4
y 12 personas. Formamos un grupo de 12 desde el primer día.
El grupo debe contar con un misionero que adjudica la comisión
central con el cual se mantiene correspondencia.
También se debe contar con una enferma que, si su
estado lo permite debe asistir a las reuniones mensuales.
También es necesaria la relación con un convento
de clausura y así los unos apoyados en los otros
conseguir buenos frutos para gloria de Dios y bien de las
almas.
Aquí tan bien puse mucho entusiasmo, nunca falté
a una reunión, incluso el día de la 1ª
Comunión de mi hija pequeña dejé a
los familiares en casa y me fui a la reunión, siempre
creyendo que lo que se dijera ese día no lo volverían
a repetir y podía aprender algo. Teníamos
como asesor al P. Albert Torrens. Estuve 10 años.
Ocurrió durante el tiempo que estuve enferma que
aproveché para leer la Biblia. Quería saber
algo del antiguo testamento. A pesar de que, que debido
a mi edad y preocupaciones, apenas se me gravaba algo en
la memoria como nombres, ciudades etc. Pero al ver la firmeza
de un Padre justo a la vez que amoroso me cautivó,
y sentí como se me iba marcando un carácter
más enérgico con el firme propósito
de ser Yo con todas sus consecuencias. A la vez que así
aprendí a reflexionar y a considerar la gran cantidad
de personas que me han "timado", porque Yo me
dejaba timar. Siempre pensando en esa frase "todo es
nada". Así que la vida nos trae muchas sorpresas
para las que hay que estar preparados y procurar tener siempre
unos recursos, por que ayuda, lo que se dice ayuda, es muy
difícil de encontrar.
Yo me vi tan necesitada que llegué al límite
de la desesperación. Si vendía el piso el
dinero duraría dos o tres años, ¿y
después?. Así que opté por coser a
la vez que llevaba la tienda; sobre todo los domingos.
Era el año de "Un millón para el mejor",
siendo uno de los ganadores, D. Rafael Canalejo Cantero,
(Su nombre lo recuerdo bien).Tuve la idea de pedirle 15.000
Ptas. que le devolvería con intereses. Pero el silencio
fue la respuesta. No sé sí llegaría
a sus manos o no, por que la carta se la mandé por
tercera persona: eso si muy piadosa, a pesar que le mandaba
certificado de mi honradez.
Tenía una amiga (nuestras madres ya lo eran) a la
que pedí 30.000 Ptas. para devolvérselas en
un año. Me atreví porque eran terratenientes
y ya había heredado al quedarse huérfana y
ser hija única; pues nada. Me dio la excusa que era
su esposo el que administraba y no se atrevía a decírselo.
Yo, conociendo el recio carácter de ella sabía
que no era cierto.
No obstante me sigue felicitando en Navidad, Yo por cortesía
hago lo mismo: pero lo hago a disgusto. Cualquier día
corto.
Un día le comenté que obtenida la nulidad
matrimonial me plantearía volver a casarme, a lo
que ella me respondió lo siguiente
Pienso que para hablar así de una persona se han
tenido que demostrar antes muchas cosas.
Esta chica confundió nulidad con divorcio y como
se ve “preocupadísima” por mi alma (ya
le había pedido el dinero).
Finalmente pedí a una obra benéfica 15.000
para unos recibos atrasados y tardaron tres meses en dármelos.
¿Que hubiera pasado si hubieran sido para comer?
Gracias a los abastecedores que si no podía pagarles
una semana les pagaba a la siguiente.
Eran Sr. Salomó de Sabadell, Sr. Rebull de Mollet,
Olis Grinó de Caldas...etc. Mil gracias a todos.
Un día una amiga muy católica me dice “María,
he hecho estofado y te he guardado un plato”.No me
gustaba llegar a estos extremos pero no podía desagradecerle
su "buena fe". Cuando llegué a casa comprobé
que eran solo patatas y del día anterior, por supuesto
no las comí y pensé que debía haberle
dicho cuando le devolví el recipiente. ¡Que
bueno te salió el estofado para no llevar carne!
Un día una amiga al comprobar mi situación
me dijo que podía prestarme algún dinero.
Yo le dije que se lo agradecía mucho pero que tal
y como iban las cosas no era seguro que pudiera devolvérselas.
Entonces dijo que podía avalarme un préstamo.
Esto ya lo acepté, traje más genero y como
es lógico, vendía algo más (se llama
Milagros). Al poco tiempo mi hija se puso a trabajar y nuestra
situación se normalizó en parte. Por lo tanto,
los siguientes préstamos fueron con la nómina
de mi hija. Antes de cancelar el préstamo pedía
otro y liquidaba el anterior; así hasta cinco.
Por todo esto, no se extrañaran sí les digo
que mi fe se ha ido debilitando. Para mi sola no hubiera
tenido problema pero pedía para mantener tres hijos
que a la vez no quería que perdieran la confianza
en Dios y en las personas. Yo quería demostrarles
que luchando se consiguen cosas: que Dios al fin responde.
O si no ahí están los hermanos en religión
para cumplir la sentencia evangélica: "lo que
hagáis por un necesitado, por Mí, lo hacéis".
O "por vuestras obras os reconocerán".
Por eso pongo toda el alma para decir a todos que practiquen
en lo posible el ahorro y la economía: pues las desgracias
no avisan. Incluso, se dice: " ¡Bienvenida la
desgracia, si viniera sola!", os recomiendo que lo
aseguréis todo casas, coches, y vidas aunque tengáis
que privaros de algún otro capricho.
Y por favor, no quisiera que algún fanático
dijera "ves, como al fin te llegó el remedio"
¿y por qué llegó? Por que pasaron los
años, mi hija creció y se puso a trabajar;
lógico.
El fanático seguirá diciendo "pero da
gracias que tu hija encontró trabajo. ¡Sí,
y un cuerno!. Se nota que estoy quemada.
Pasados unos años, hablando con mis hijos me insinuaron
que podía intentar casarme de nuevo, me extrañó
una barbaridad pues era algo en lo que yo nunca había
pensado, sobre todo por ser católica, por eso lo veía
de todos los colores. También sabia que estando casada
por la iglesia, solo la nulidad podía darme esa posibilidad.
A la vez que creía que yo era una de tantas que la
merecía. Pero como estaba tan escamada, dudaba de poder
conseguirla. Y como creo, que gran parte de los acontecimientos
se basan en causalidades, con qué "causalidad"
podría encontrarme allí. No obstante lo intenté,
me dieron esperanzas y a los tres años me la concedieron
Hasta aquí unas ráfagas de mi vida.
Por crudos caprichos del destino tuve que suspender estos
relatos durante tres años. Tiempo en el que han ido
afluyendo a mi memoria nuevos recuerdos, reflexiones y circunstancias
que añado a continuación.
A partir de aquí los relatos no van por orden cronológico
. Los escribía según los iba recordando y me
veo incapaz de ordenarlos.
Dicen que en todos los pueblos hay un tonto. Bueno pues
el "tonto" de mi pueblo era este. Un joven diferente
que escondía sus ahorrillos en un agujero de la tapia
de su corral. Sin duda alguien lo vio y le cogió el
duro que con tanto celo guardaba. Al día siguiente,
recorrió todo el pueblo tarareando " Tengo un
duro en un agujero y otro que voy a poner, serán dos
"Bis, Bis, Bis”. El ladronzuelo que lo oyó
se apresuro a dejarlo donde estaba ,no fuera que al ver que
faltaba el duro no pusiera mas, y de esta manera el “tonto”
recobró lo que era suyo.
Allí sin duda nació la idea del Hombre del Frak.
Contaba mi abuela materna que había una frase que se
había hecho popular y que decía, "No hay
cosa peor que deberle a Perico Frías" Este señor
era un afamado herrero. Pues bien cuando los morosos se hacían
los remolones a la hora de pagar, y tras ir cientos de veces
a su casa a cobrarles tomaba la siguiente determinación,
le decía a su esposa que le pusiera comida en una hortera
(ahora tartera o fiambrera)para todo el día. Se sentaba
en el poyo de la puerta del interfecto y allí esperaba
los días que fueran necesarios. Los viandantes, (allí
todos conocidos) le preguntaban qué hacía allí
y él no tenía inconveniente en decirlo y así
se hizo tan popular esa frase que mi abuela utilizaba cuando
se daba la circunstancia, "No hay peor cosa que deberle
a Perico Frías”.
Tampoco faltaban los "detectives". En una ocasión
robaron animales a un rico hacendado. Este señor con
el deseo natural de recobrar lo suyo recluyó a toda
la servidumbre de forma que no pudieran contactar con nadie,
el se dedicó a ir a las plazas, los paseos, los cafés,
en fin que se propuso que lo viera todo el pueblo. Por fin
se le acercó uno y le dice, "señor tal":
me he enterado que le han robado animales esta noche. !¡Cuánto
lo siento!.(Sin comentarios).
También tuvimos un profeta (que lo fue en su tierra).
Un joven alegre y dicharachero que entre muchas otras procacidades
decía que el no tenía madre; que lo parió
una tía suya, esto era motivo de hilaridad y alabanzas
a su gracioso ingenio. Pero se ve que se corrió la
voz, ¡y ya ven!.
Había churreros y aguadores ambulantes, traperos, que
aceptaban ropa vieja a cambio de loza o cristal. Tampoco faltaba
el "tío de la yesca". Era aquel señor
que vendía mecha y piedras para encender el cigarro,
por los alrededores del mercado.
Y qué decir de las "manaoras" Estas eran
unas señoras mayores que solucionaban el problema del
estreñimiento. Te ponían en la cama, y ellas,
untándose la mano con su aceite daban masajes en la
tripa durante el tiempo que creían oportuno y problema
solucionado. El diccionario dice que manaor está relacionado
con manar, extraer.
Para qué negarlo. También había algunos
que eran unos “mantas”. Este, sin duda, había
oído decir que al cuerpo no se le deben dar todos los
caprichos. Así que cada mañana, al despertarse,
se preguntaba así mismo: “¿Qué
quiere cuepo; tabajá o domí? El cuerpo le respondía
“trabajar” y él decía al cuerpo,
“pos te va a jorobá que va a domí”.
Al día siguiente se repetía el dialogo con el
mismo resultado. Pero un día, sorprendentemente, cuando
preguntó al cuerpo qué quería, este respondió
“dormir” a lo que el interlocutor añadió,
“pa' un día que quiere domí, po a domí”.
Ocurrió en una posada. Eran los años de la
posguerra en que se cocinaba con poco aceite y poco de todo.
Un huésped dijo a la posadera, “hoy necesito
una comida sustanciosa. Mire, le daré un real por cada
gota de aceite que se vea en el plato”. La posadera
debió pensar que aquel día haría negocio.
Puso tanto aceite al cocinar que el exceso hacía que
se formara solo una enorme gota que cubría el plato;
por lo que la posadera solo pudo cobrar un real. ¿Ambición
o ignorancia?
No podía faltar en aquellas tierras manchegas el “experto”
en astrología. Aquel campesino que gustaba pararse
en los corrillos de hombres que rodeaban la plaza de abastos
en las mañanas soleadas y comunicarles en tono de sentencia...
“tiene el sol tres manchas como tres cribas; es peligroso,
nos cuesta la vida”.
También, a falta de sexadores y cuando querían
saber si un ave era macho o hembra, el sistema que utilizaban
era el siguiente: cogían al animal por la cabeza dejando
el cuerpo suspendido a la vez que decían...
“Si eres macho tente gacho y si eres hembra revolotea”.
¡Vaya si daba resultado!.
También recuerdo de mi infancia, que, cuando jugábamos
a las cartas al amor del brasero yo veía como todos
acostumbraban a hacer trampas, y yo , como todo adolescente
ávido de experiencias, también las hice. Pero
al ver que me felicitaban por haber ganado, lejos de alegrarme,
sentí una gran amargura interior, por saber que aquellos
elogios no me los merecía, porque los había
“robado”, y decidí no hacerlo jamás.
Solo puede llenar lo que se gana en buena lid.
Hace unos días ,leí, de Don Santiago Ramón
y Cajal, una cita que .dice: “La verdad, es un ácido
corrosivo que casi siempre salpica al que lo maneja”.
Sí, es cierto que querer vivir en verdad es agotador.
Lo digo por mí, que a veces creo que la gente es necia
por ignorancia y trato de hacerles ver la verdad objetiva,
a veces con porfías. Hasta que me convenzo que la verdad
ya la saben ellos, pero si esta perjudica sus intereses, adoptan
la pose que más les conviene en ese momento. Creo que
están en su derecho, pero eso sería muy complicado
para mí.
Dicen que para decir mentiras, hay que tener mucha memoria,
para recordar a quien habías dicho aquello y a quien
lo otro; y a mi no me interesaba poner mi memoria al servicio
de tales mezquindades. Tenía muchas cosas que aprender
y necesitaba estar libre de ataduras.
Si yo me he ganado algunas enemistades ha sido precisamente
por empecinarme en decir la verdad. Si dicen que la verdad
solo tiene un camino, hay que ayudar a encontrarla. Sí,
reconozco que soy poco diplomática. Quizá sea
un defecto, pero es que para mí la verdad es hermana
gemela de la libertad y la deseo para todos, pues quien tiene
la suerte de vivir instalada en ellas no la cambia por servidumbre
alguna.
“La verdad os hará libres”.
Contaban de mi abuelo materno que era un considerado labrador,
pero de aquellas personas a las cuales les crece un hueso
en el estómago que les impide “doblar el lomo”.
Por esta razón cada dos por tres se presentaba en casa
con los aperos de trabajo al hombro diciendo que se había
despedido. Mi abuela decía:
- ¡Pero hombre!. ¡Cómo has hecho esa locura,
tan contentos como estaban contigo!.
-Pues precisamente por eso me he despedido. Así, si
un día necesitamos un favor de ellos nos lo harán.
Es de suponer que habría para desesperarse y fueron
tantos los “despidos voluntarios” que quien se
despidió de una vez por todas fue ella.
Contaban que en ciertas épocas del año se
celebraban competiciones en las que premiaban al labrador
que hiciera el surco más largo y más recto.
Decían que mi abuelo materno fue campeón durante
muchos años. Así que lo del “premio surco”
no es nada nuevo.
Mi abuela también solía decir algo muy importante
para todas las épocas y es que “toda mujer debe
poner todos los días una olla al fuego aunque sea con
una piedra”. Se supone que se refería a la importancia
de comer de cuchara. Ella, en su pobreza, ponía como
ejemplo una piedra pero es cierto que con voluntad y amor
podemos sacarle partido a una débil economía.
Yo por mi parte añado que con un buen sofrito todo
sale bien.
Otra cosa que solía decir era, que el momento más
sublime de la vida es ver a una madre amamantando a su hijo.
También era costumbre por entonces poner en el margen
de abajo de las fotografías algunas frases románticas.
Recuerdo tres:
"Cuando esta foto hable, mi corazón dejará
de quererte".
“Cuando se siente un amor
y no se puede expresar
no sé que será mejor,
si morir para olvidar
o vivir con un dolor
que nada podrá calmar”.
“En mis labios ya no hay risas
ni en mis ojos hay fulgor
porque hemos peleado
son percances del amor”.
Cuando escribíamos cartas solíamos poner en
el sobre cosas como estas:
Adiós carta con fortuna
que buena dirección llevas
por que vas a ver muy pronto
a quién yo quiero de veras.
o:
Paloma quisiera ser
y por los aires volar
para ver con que placer
recibes esta postal.
En las cartas que se escribían los novios resultaba
como muy fuerte decir besos y abrazos, y parecía que
resultaba más inocente poner: 000 (besos), +++ (abrazos).
Creo que la represión y el ingenio siempre han ido
muy unidos.
Recuerdo de mi niñez que era algo respondona e inconformista,
y si en mi casa me decían o hacían algo que
yo consideraba injusto, me "vengaba", y lo hacía
siempre en mí santa abuela materna. Quizá por
que yo veía que lo admitía y así podía
calmar mí "sed de justicia". Lo que hacía
con más frecuencia era, que como dormíamos juntas,
pues yo, al día siguiente, hacía sólo
medía cama. Como no se quejaba sino que yo veía
que le hacía gracia y lo comentaba en tono de broma,
pues yo sé ve que quería que me tomaran en cuenta
y las hacía más gordas.
Así que cuando tenía la ropa tendida a secar,
yo con la tijera le cortaba sus camisas. Y ella lo más
que me decía, aguantándose la risa, era: "
¿Te parece bonito?", y todo esto no era óbice
para que por la noche, en la cama, nos hiciéramos un
cuatro, y así bien empotradita le dijera: "Hasta
mañana, voy a pensar”.
Ahora sabemos que el niño que hace daño es por
que está recibiendo daño. Pienso que fue una
mujer valiente, pues ya en aquel tiempo, finales del siglo
XIX, se atrevió a marcharse de casa con cinco hijos
de corta edad, sin más ingresos que los de lavandera.
Era de carácter abierto y con el ingenio de las gentes
de pueblo de aquellos tiempos, que nunca vieron un libro ni
una escuela, pero que tenían que sobrevivir y defenderse,
i ellos mismos se hicieron su propia gramática (parda,
se decía).
Me gustaría transcribir todas las picardías
que decía. Pero no quiero que algún ñoño/a,
se rasgue las vestiduras. Mi abuela jamás dijo un taco
ni una blasfemia. Como digo eran picardías, frases
con segunda intención. Y después de lo que oímos
en TV y radio, les aseguro que lo que mi abuela decía
eran cánticos celestiales. Un par de ejemplos:
Si una chica era velluda en piernas, brazos, etc. ella les
decía...”cuando aquí nieva, qué
será en la sierra”. Y si era muy alta, comentaba...”esta
tiene bien alto el gavillero”.
Tenían un gran corazón. Cuando en Navidad
exponíamos el Belén, solía decir: "Por
favor, tapad a esa criaturica . Y es que por allí el
invierno es de órdago. Referente a la radio decía,
“apagarlo un rato que esas pobres gentes tendrán
que irse a comer”.
A veces iban las amigas a buscarme, y ella llena de orgullo
decía "esta en la “Católica”.Acción
Católica ya era complicado para ella. Cuando yo volvía
de oír Misa ya me tenía preparado el brasero
y el huevo frito en la mesa para que empezara a coser.
Por mi despabilo natural y por que el negocio lo requería
pronto aprendí a pesar, medir, contar etc. incluso
iba a las casas particulares ha hacer fideos con una pequeña
máquina. Yo hacía la masa y lo demás.
Pues bien un día en que vino mi tía de Albacete,
mi abuela toda orgullosa dice, "venga María dile
a la tía lo que vale un saco de patatas". Y es
que días antes yo había hecho esta operación
a unos señores que habían venido de fuera, mientras
ella me miraba embelesada.
Un día mi prima y yo todo suspicacia, nos atrevimos
a preguntarle algo que a nadie más hubiéramos
preguntado, y era si no le dio vergüenza ir a dormir
la primera noche con su marido. La respuesta nos pareció
insípida. Nosotras hubiéramos querido algún
detalle. Hoy comprendo que fue una respuesta muy inteligente.
En aquellos tiempos que lo “correcto” hubiera
sido mandarnos a paseo, ella aunque escurriendo el bulto nos
dijo. "Me dio mas vergüenza mirar al día
siguiente a mis padres". Sencillez y recato es la palabra.
De mis abuelas heredé el nombre, aunque a decir verdad
me lo pusieron por la paterna, como ya es sabido antes a los
hijos se les ponía primero los nombres de los abuelos
paternos y después los maternos y si habían
mas hijos los de los propios padres o los de los padrinos,
con el agravante que si los dos primeros partos eran del mismo
sexo, al segundo había que invertirle el nombre de
chico o chica o a la inversa, de tal forma que si el padre
se llamaba Alfredo, la niña debía llamarse Alfreda.
Conozco un caso y otro de Leona.
Hoy, por fin, hemos comprendido que a los hijos hemos de ponerle
nombres con los cuales ellos puedan sentirse orgullosos y
felices. El cariño a los padres y abuelos se puede
demostrar de otras mil maneras.
Con mi abuela paterna tuve menos trato y por tanto menos
confianza. No obstante yo debía tenerle gran cariño
porque me veía impulsada a dejarle por allí
algunas monedillas. Pero un día en que dejé
un billete de dos pesetas ya no se pudo, callar y me preguntó
si lo había perdido, yo le dije que no. Se lo merecía.
Pues en la época en que me iba a dormir con ella siempre
me estaba esperando fuese la hora que fuese para calentarme
la cama con el típico calentador de ascuas.
En una ocasión me dijo mi abuela paterna “El
día que me muera pasas a la sala y cuando estén
todos, dices, "Ya se ha cumplido su deseo”. Cuando
llegó ese día yo no dije nada. Tenía
16 anos y lejos de sentir remordimiento por tratarse del deseo
de un difunto, supe discernir que no procedía dar a
sus hijas que pensar supuesto todas eran intachables.
Pienso que su prudencia era tal que “aquello”
que yo debía decir era todo un descubrimiento que ella
nunca se atrevió a revelar. Jamás se quejó
a pesar que tuvo una pupa cancerosa en la cara, tenía
94 años (E.p.d.).
Cuando nos peleábamos los nietos, lo más que
nos decía era: "No ringais, no ringais, que lo
hacéis a la jubandilla y va a salir de veras".
Por esto y muchas cosas más. !! ¡Chapó
por mis abuelas!.
Olvidaba decir que mi abuela no necesitaba que yo le diera
dinero pues tenía de todo, incluso una cabra que ordeñábamos
mañana y noche y siempre me dejaba la nata que deja
después de hervida, de un centímetro. Además,
ella vivía con un hijo, mi tío Juan de Dios.
¡Qué grande era! Porqué era grande, alto
y corpulento, inteligente dónde los hubiera. Tenía
una cámara que hoy sería un museo, allí
habían cajas y cajas de partituras, píanos,
gramófonos, bustos etc. Allí habían direcciones
de todo el mundo y sobre todo de Barcelona. Solía decir
"Si temo la muerte es por saber que me tienen que comer
los gusanos y por no poder ver tantas cosas interesantes que
están por venir". Uno de estos acontecimientos
que él esperaba bien podría haber sido la incineración
que sin duda hubiera adoptado.
De las muchas canciones que debió componer recuerdo
una dedicada a la Patrona y decía:
Estribillo:
Viva, viva la Virgen María
madre nuestra de la caridad.
Viva, viva la excelsa Patrona luz y faro de nuestra Ciudad.
Tú eres la Madre que yo más quiero
Tú eres el cielo de mi ilusión,
A ti yo canto mis dulces notas
errantes, locas, llenas de amor".
Recuerdo retazos de canciones que leíamos en las
partituras. Las letras parecían tangos o milongas.
Una decía:
Yo vivo muy bien con la gente del hampa
Con esa gente que sabe vivir,
con esos hombres que por una moza
matan si aman y saben morir.
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Me acerqué hasta tu ventana
con guantes de cabritilla
te traté de maravilla
con más mimo que a una flor
pero con tanta finura no se llega a ningún lado.
El cari o ha de ser duro como piedra de afilar.
La única que recuerdo entera es esta que yo he titulado
“Mi pipa”. (Ingenio total por mi parte).
Mi pipa
Cuando dispongo mi vieja pipa
llena del rico tabaco inglés
y mientras fumo tranquilamente
pienso en lo frágil que el hombre es.
Porque mi pipa ayer y hoy
viene a decirme que nada soy.
Mi pipa está hecha de humilde barro
y en barro el cuerpo se ha de volver
y si mi pipa debe apagarse
también mi cuerpo irá al no ser.
Porque mi pipa ayer y hoy
viene a decirme que nada soy.
Si con deleite mi pipa enciendo
veo, que al cielo sube el azul
humo ligero de grato aroma
que va a fundirse al regio tul.
Así a mi alma le pasará
Buscando a Dios se elevará.
Recuerdo que siendo niña yo iba a la tienda de mi
tío Juan y le decía:-”Tío, deme
unas peladillas que me tengo que tomar una cucharada de aceite
COMÚN”. Yo había oído lo de común
y aquello me sonaba a tecnicismo o rimbombancia así
que yo lo remarcaba y a mi tío debió hacerle
gracia y me dijo:
- ¿Tu sabes lo que quiere decir común?
-no. Le dije.
- ¿y comuna?
-Tampoco.
-Pues comuna es una letrina.
Debí decir -Aaaah... -.Esto sí que lo sabía
pues él tenía dos (todo un progreso) “plantadas”
en aquel enorme y soleado corral donde cada mañana
se leía el periódico. Eran las bocas de dos
tinajas por lo tanto súper cómodas.
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