También tenía un lindo patio “encantado”.
Digo encantado porque el suelo estaba cubierto con cantos
“pelados” como enormes peladillas.
Había el pozo de agua manantial y también
dos árboles muy especiales. Uno era de lilas. Aquellos
enormes racimos de finísimo olor. El otro era un
Paraíso. Era enorme y daba un fruto que a los niños
nos encantaba comerlo. Voy a tratar de conseguir uno y ponerlo
en un sitio muy especial.
En la cámara de mi tío había cantidad
de cajas de cartón llenas de bombillas que vendía
en la tienda. Además era un “manitas”,
sabía de todo. Yo no sé bien que hacía
con tantas bombillas.
Me parece haber oído que la primera red eléctrica
era de quince batios, después vendría un mayor
voltaje.
El caso es que mi tío provisto de un “cautín”
(cauterio) y un recipiente con brasas fundía él
estaño de los casquillos y los cambiaba para adecuarlos
a las nuevas necesidades.
También ocurría una cosa muy curiosa con
esas bombillas. Es una anécdota que no sé
por qué nunca la conté. Ni siquiera a mis
hijos. Quizá por falta de tiempo o de ilusión,
o quizá por previsión... no sé, no
sé.
El caso es que hace poco la expliqué a mis hijas
y nieto y se partían de la risa al comprobar que
no se trataba de un sueño que yo tuviera. Se trata
de lo siguiente, cuando los sobrinos subíamos a la
cámara a jugar, tuvimos la ocurrencia de tirar las
bombillas a través de una ventana que daba al patio.
Habría unos tres metros de altura. Las dejábamos
caer bien rectas y con el casquillo hacia el suelo y lo
pasábamos bomba al ver que no se rompían.
Creo que si no lo conté antes fue porque yo dudaba
que se volviera a repetir el prodigio. O por pensar que
aquel suelo era adecuado, o porque hubiera arena. Etc.
Aquí, nosotras pusimos un gran paño en el
suelo como precaución y la dejamos caer a un metro
de altura y de verdad que es alucinante.
Los fideos de marras los hacía, creo recordar,
con agua hirviendo y ayudada con una maza. Pienso que era
para que la masa no hiciera correa sino que, por el contrario,
quedara quebradiza. Se le ponía condimento y sal
y acto seguido se ponía la masa en la tolva de la
máquina que era de unos 50*30*30, con la mano derecha
se accionaba la manivela y con la izquierda bien abierta
y el antebrazo se recogían los fideos que salían
por la parte de abajo, de forma que colgaran por ambos lados
del brazo unos cuarenta centímetros y se colocaban
en unas cañas que pendían de dos sillas. Debajo
se ponía un paño limpio, y una vez secos en
corriente de aire, se recogían y guardaban.
Como apenas teníamos en qué matar el tiempo
y los juguetes brillaban por su ausencia, acostumbrábamos
a acompañar los entierros, tomando buena nota de
todo. ¡Valía la pena!. Aquellos coches de caballos,
auténticas carrozas; negro si era adulto, blanco
si eran niños o solteros. Si se trataba de una persona
relevante le acompañaba la banda municipal de música
y a los tenues acordes de piezas fúnebres resultaba
de lo más emotivo por aquel largo paseo bordeado
de cipreses, símbolo de bienvenida.
Por mi familiaridad con aquel sagrado recinto, un día
reparé en un nicho. Quizá porque aquel nombre
“cantaba” en un pueblo manchego: era Herundina
Limiñana Alemany. Debió ser de un accidente
que se produjera por allí cerca, pues durante muchos
años, no vi muestras de que alguien fuera por allí.
También me fijaba en los versos que los familiares
solían poner en los nichos, como:
Hija de mi corazón
Esposa de mis entrañas
mientras no esté con vosotras
no descansará mi alma.
Al desprenderte de mí
quedé muy desconsolado
para aumentar mi dolor
en mi corazón seis clavos. (seis hijos)
Como te ves, me he visto.
Como me ves, te verás.
Que desengaño de mundo
aquí vendrás a parar.
Que nuestra despedida sea una cita para la eternidad.
Nació para morir y murió para vivir.
Los niños de la postguerra tuvimos mucha relación
con los cementerios y es que era el lugar donde más
movimiento había y los niños, que siempre
estábamos en la calle, nos gustaba meter la nariz
en todas partes. Y el dramático tema de la tuberculosis
entró en casi todas les casas. En el cementerio metíamos
la cabeza entre las piernas de los dolientes y veíamos
como sacaban al difunto que hubiera en el nicho, lo ponían
en una sábana y presionándolo dos o tres hombres
lo reducían, lo ataban y lo ponían sobre las
piernas del nuevo difunto. Debajo del altar mayor de mi
parroquia había una pequeña fosa a la que
se accedía por una rampa y ésta estaba tapada
y oculta. En la fachada, en escuadra, había un ventanuco
con rejas y así desde la calle y en línea
recta coincidía la caja con el nicho (abría
unos ocho nichos). Y como todo fue profanado, las calaveras
campaban a sus anchas. Los niños, jugábamos
bajando por la rampa y saliendo por el ventanuco como si
del mejor tobogán se tratara.
Recuerdo de cuando tenía unos 4 años, mi
hermano y yo escenificábamos la canción de
“Hola Don Pepito”. Cuando venía alguna
visita o familiares, nuestros padres nos hacían representarla
y a todos hacía gracia por nuestra corta edad, 4
y 6 años aproximadamente. Nos mandaban ir a habitaciones
distintas. Salíamos, caminábamos y hacíamos
la encontradiza. Uno ponía la mano derecha en el
hombro izquierdo del otro a la vez que decía “Hola
Don Pepito”. El otro hacía lo mismo diciendo
“Hola Don José”.
Otra palmada, “¿pasó usted por mi casa?”
Otra palmada, “por su casa yo pasé”
Otra palmada, ¿me trajo usted la silla?
Otra palmada, “De la silla nada sé.”
Otra palmada,”Me cago en su abuela”
Otra palmada,”Y yo en la de usted.”
Otra palmada,”Adiós Don Pepito”
Otra palmada,”Adiós Don Jose”
Cuanto más fuerte era la palmada, más gracia
hacía.
Tendría yo unos 12 años y por lo visto estaba
mal de calzado en aquella época. El caso es que yo
había visto en la cámara unas sandalias de
tiras lo menos del número 44. El caso es que sin
pensarlo dos veces corté las tiras a ras de suela
y con unas suelas que yo hice de cartón, las cosí
y ya tenía el problema resuelto. Pues nada, yo tan
contenta me las pongo y me dirijo a la procesión
de la Virgen del Carmen que salía de las M.M. Carmelitas.
Pero ocurrió que como era pleno verano, las vecinas
próximas habían regado la acera y yo no preví
el desastre que podía suponer pisar el agua. Así
que paso a la Iglesia y a los primeros pasos compruebo que
tengo el pié en el suelo, me fui arrastrando hasta
la puerta y opte por quitármelas pero tampoco fue
fácil llegar a casa descalza por que el suelo abrasaba
y tenía que ir esquivando para que nadie me viera.
En la adolescencia y en complicidad con una prima teníamos
las mil y una curiosidades y nos las arreglábamos
como podíamos ya que no podíamos contar con
los padres.
Yo tenía 15 años y mi prima 16 y no teníamos
la regla y estábamos “preocupadas” por
que otras amigas más jóvenes la tenían.
Así que un día escribimos una nota (como si
fuera un recado de nuestros padres) en la que ponía
"Algo para que desarrolle la naturaleza". Sin
más nos fuimos a la farmacia a ver que pasaba. No
nos preguntaron ni nos dijeron nada, creo que en tal caso
me hubiera desmayado. Pues bien nos dieron un jarabe y la
cara se nos infló como un globo. En casa se extrañaron
un tanto pero suspendimos el “tratamiento” y
fue remitiendo. También probamos las "Píldoras
Circasianas, para las marianas". (las domingas, que
diría Sara Montiel.)Con estas píldoras, no
ocurrió ni fu ni fa, así que hartas de experimentos
lo dejamos y las cosas fueron llegando en su momento. También
se usaba el maquillaje Roberta y nos poníamos que
si nos hubiéramos caído nos descascarillábamos.
Era la época del “Ungüento Unciones”,
las pastillas Laxen-busto, complementos de vestir de plexiglás
las uñas en punta. La “coca” postiza
en el pelo... etc.
Como digo a falta de juguetes nos las ingeniábamos
para matar el tiempo. Cogíamos un cascote de loza
de un plato roto, y con una piedra lo convertíamos
en un circulo de unos 3x3 cts. A continuación con
un cristal puntiagudo, agujereábamos en el Centro,
girándolo de derecha a izquierda y a la inversa hasta
que cabía en el dedo. Después lo frotábamos
por fuera sobre una piedra áspera y le dábamos
forma de anillo, incluso le dábamos forma de sello.
Era el regalo habitual que hacían los niños
a las niñas. Toda una gran prueba de afecto.
Como Yo estaba a cargo de mi hermano pequeño, Yo
le tenia advertido que si alguna vez nos preguntaban si
habíamos comprado pasteles que dijera que no. Pues
él, en su inocencia, un día me delató
y recibí una reprimenda. Eran unos pasteles surtidos,
deliciosos que a los dos nos encantaban. Valían tres
ptas. la docena. Pues bien en una ocasión vino una
tía a visitarnos y nos dio unas monedas para que
nos compráramos unos pasteles. De regreso mi Tía
nos preguntó si los habíamos comprado y el
niño se apresuró a decir que no. Yo le decía,
sí, hoy sí, y él que no y que no, el
caso es que no hubo manera de que dijera que sí.
Al extremo que mí tía Lina se quedó
con la duda. Mi Tía era esposa de ferroviario con
lo cual tenía los viajes gratis y cuando le daba
la idea venía atraída por los pasteles de
"Casa Basilio". Tengamos en cuenta que acabábamos
de pasar la guerra, hoy comprendo que no tiene ninguna gracia
hacer mentir a un niño pero es que yo también
lo era, 3 y 10 años.
Cuando solo teníamos cinco céntimos íbamos
a la tienda de la hermana "Teresica" (allí
en lugar de decir señora decíamos hermana)
era una anciana que vivía en la calle Graciano Atienza
, y pedíamos cinco céntimos de "todo
revuelto": Era un cucurucho de frutos secos variados.
Recuerdo también que muchas veces iba a la tienda
de D. Carlos a comprar. Eran tiendas muy simpáticas.
Lo mismo te preparaban una pintura para las puertas como
vendían encajes.
Pues bien, yo tendría 9 años y llevaba a
mi hermano en brazos. Yo decía, “quiero unos
calcetines blancos para mi chico”.
Los dependientes eran dos chicos jóvenes. Recuerdo
que se miraban, se reían, y decían... “Fíjate,
su chico, y parece que fue ayer...”
Sin duda yo iba cansada y lo primero que hacía
era sentar a “mi chico” en el mostrador. Si
no había clientes me lo permitían pero cuando
había, recuerdo que con cariño y consideración
me explicaban él por qué aquello no estaba
bien.
Resumo esta época de mi adolescencia con aquella
frase de Graham Greene en la que dice "el que no tiene
un biógrafo ha de “escribirse” su vida
el mismo”.
Las chicas cuando tenían 15 años empezaban
a coserse y a bordarse el ajuar. Todo era por docenas: toallas,
sabanas, pañuelos de mano marcados con las iniciales.
A nadie le faltaba media docena de peinadores, cubre-jarras,
cubre-vasos, bolsa de peines y hasta faltriqueras. Se hacían
de percal raso o seda, incluso las braguitas y los sujetadores.
Como las casas eran grandes, se ponían tableros y
mesas y allí se exponía todo durante unos
días en que pasaban todos los invitados y vecinas
a verlo. Allí las chicas, cuando tenían novio
no salían apenas a la calle, y cuando lo hacían
era acompañada por algún familiar casi siempre
la abuela o el hermano pequeño. Solo tenían
”licencia" para ir solas las que salían
desde la casa con el velo puesto. Indicando así que
iban a la iglesia. Y si por casualidad rompían el
noviazgo, adiós ajuar y adiós años
de sacrificio, porque te quedabas solterita. Por eso cuando
formalizaban el compromiso debían estar presentes
los padres para así dar más fuerza al acto.
Y llegado el caso de ruptura se lo reprochaban diciendo
"te has reído de la cara de mí padre".
¡Toda una tragedia!
Los que llegaban al matrimonio, un día o dos después
de la boda se dedicaban a visitar a familiares y amigos
los cuáles los invitaban para que fueran un día
a comer y esta era toda la luna de miel que tenían.
El vestido de la novia también era negro, solo las
clases pudientes se casaban de blanco y poco a poco nos
fuimos aproximando. Las madres de las novias tampoco iban
a la ceremonia, lo mismo que no iban a los entierros. Había
que quedarse en casa llorando la pérdida. Recuerdo
un caso en que la madre no pudo resistir la tentación
e iba de esquina en esquina para ver lo guapa que iba su
hija, procurando no ser vista porque se iba andando desde
la casa a la iglesia y viceversa.
Allá por el año 1952 ocurrió algo
sensacional. Llegó al pueblo una carpa con un teatro
ambulante. No tan ambulante porque estuvieron 4 o 5 meses.
Era la compañía "LUQUE SALGUERO".
Eran dos familias majísimas. Los SALGUERO eran los
señores padres de nuestro actual actor Manuel Salguero.
El cual junto a su guapísima hermana representaban
preciosos sainetes para nuestro disfrute. Ahora nos deleita
en “La casa de los líos” como Sr. Jordi.
A pesar de que aquí no tiene un gran papel, yo creo
que lo borda. La modulación en los tonos de voz para
cada situación es genial. Para mi modo de ver solo
es superable por el mítico Don Carlos Lemos.
Eran una familia con clase y se hospedaban en el mejor
hotel. Todos los domingos iban a Misa Mayor y causaban admiración.
Sobre toda su hermana, con un imponente abrigo de pieles
blanco. El caso es que cayeron muy bien. Manolo, alto y
delgado era de impacto. A su hermana empezó a cortejarla
un ricachón del pueblo, y nos hacia una gracia inmensa
verlos pasear juntos al salir de Misa. Claro que ella siempre
cogida del brazo de su señora madre. Fue todo un
lujo tenerlos. Cuando se marcharon, aquella relación
se rompió.
No sé si por el hecho de actuar en un teatro ambulante,
el caso es que solo asistíamos la clase media y media
baja.
Allí les cogió el invierno, y en la Mancha
el invierno pica. Porque en el teatro de calefacción
nada.
La sesión de tarde era soportable, pero por la
noche había que ser muy apasionado del teatro para
ir. Pero sí, lograron apasionarnos con su repertorio
clásico y cordial como "Tierra baja", "Juan
José el albañil", " La malquerida",
"el divino impaciente", etc. Así que como
nosotros teníamos horno de pan, todo el barrio venia
con la braserilla a que le pusiéramos brasa y así
poder tener al menos los pies calentitos en el teatro. Pues
sí, aunque parezca un cuento así era. Todos
al teatro con la braserilla. Y esto era a diario.
Nos sugirieron que en una nota les pidiésemos lo
que queríamos volver a ver, ellos nos iban complaciendo
a la vez que “enganchando”. Al principio recitaba
la poesía “El seminarista de los ojos negros”.
Pero debieron censurarla porque la retiraron del repertorio.
Su hermana "bordaba" los bailes de “la danza
del fuego”, "El gato montés", etc.
Pero nunca se le vio más de la rodilla. Una componente
de la compañía que llegó embarazada
dio a luz allí. Supongo que a Don Manuel Salguero
no le importará leer este relato, ya que a todos
los actores y grandes personajes les gusta recordar sus
comienzos, aunque aquí ya eran grandes.
Había una señora mayor de aquellas de rodete
y siete refajos que no se perdía actuación.
Y decía... “Hijos, el teatro da gusto verlo.
Te enteras de “to”, porque en el cine estas
viendo una cosa que te gusta y de momento te la quitan sin
terminar”. Estas mujeres resumían el arte de
la economía diciendo: “aráte, cabáte,
y en tu casa estáte”.
Como digo el repertorio era blanco. La única nota
picante la ponían la jovencísima pareja de
baile “Nelly y Manolo” con su canción
de “la machina”, y decía:
“ La machina es un baile de moda
que se baila en Rio de Janeiro
con las manos haciendo estas cosas
y moviéndose así con el cuerpo.
Los negritos de la Polinesia
que vinieron en viaje de bodas
al llegar a Brasil se enteraron
que este baile estaba de moda.
Por la noche cuando se acostaron
la negrita se puso a llorar
porque quería bailar la machina
cuando el negrito roncaba ya.
También por entonces, a mis catorce años,
llegó a mis manos una antología de los poetas
españoles. Me apasionó ese arte y debí
leerlo tanto que “El tren expreso” y “Don
Juan Tenorio” me los sabía de memoria. Y es
que en mi pueblo había un cuadro escénico
de lujo y cada año hacían la representación
de Don Juan Tenorio, La Divina Pasión, etc.
En mi adolescencia yo observaba con asombro las hermosas
cabelleras de las “niñas bien”, pelos
laxos, dorados, brillantes, que me hacían pensar...
si todos venimos del mismo creador, incluso si dicen que
Dios es “algo rojillo”, como puede ocurrir esto.
Incluso, ¿qué tendrá que ver ser rico,
para tener esos cabellos, si eso no se puede comprar?. Después
he comprendido que parte de la belleza física entra
por la boca. De aquí aquella frase que dice ¡Qué
guapos son los ricos! Aunque convendrán conmigo que
muchas veces la suerte se equivoca de puerta.
-Papá, papá. ¿Es cierto que los ricos
también lloran?
-sí hijo sí. Pero de la risa.
Incluso hay médicos que dicen que los ricos tienen
enfermedades más bonitas e interesantes. Pues con
su caviar se lo coman.
Era costumbre en el pueblo que, la cofradía de
San Antonio ABAD (San Antón), pusiera en la calle
un cerdo recién destetado y que lo criara el vecindario.
En noviembre se rifaba y con el importe se hacía
frente a los gastos de la ermita, a la gran fiesta de animales
que representaban y al obsequio que nos hacían a
todos de un cucurucho de “tostones” (trigo y
cañamones tostados). Como digo el vecindario acostumbraba
poner en la puerta un recipiente con los desperdicios del
día. Mi abuela era de las "fijas". Un día
que mi abuela se retrasó en sacarle la comida éste
refunfuñaba en la puerta y como no salían
entró. A la vez que mi abuela le decía "
ya bajo, espera, espera", pues el cerdo sin pensárselo
subió las escaleras en busca de mí abuela
cuya voz y diálogo tanto conocía. La sorpresa
fue enorme y tuvimos que pedir ayuda para bajarlo por miedo
a que se lastimara y nos pidieran responsabilidades.
Entre los juegos habituales que teníamos, como
las cuatro esquinas, las cinco chinas, la madre abadesa,
el calienta manos, el que más me gustaba era el juego
de la sardina: Consistía en ponerse dos hileras de
chicas, unas frente a las otras y con las manos cogidas
al antebrazo de la chica de enfrente (cuantas más
chicas mejor) formando así una especie de raspa de
sardina, una chica sube por un extremo y el conjunto, a
base de impulsos, la van conduciendo al otro extremo.
Los olores que recuerdo son sobre todo dos: el de aquel
chocolate Royal que me daba mi tío Juan. Eran tabletas
de media libra compuestas por ocho “onzas” cuadradas,
las cuales llevaban grabados diminutos cuadros, eran de
un sabor especial. El otro olor es el de las cocinas económicas
que había en las casas de los señores dónde
iba a coser. Sin duda el olor del hierro candente mezclado
con el olor de los alimentos producía aquél
contraste especial que aún recuerdo.
Mi abuela que era la que cocinaba, sólo pudo disponer
de una chimenea (con mal tiro) y sarmientos casi siempre
mojados. Y sopla que te sopla, sacaba unas comidas excelentes.
Hacía una sopa de huevo con la que nos sanaba cuando
caíamos enfermos. En aceite caliente sofreía
tres ajos a continuación sofreía unas finas
rebanadas de pan del día anterior(.50 gramos) y por
último la clara de un huevo desmenuzándola
en la sartén, acto seguido se pone agua que cubra
bien y sal. Después de cinco minutos de ebullición
y con el líquido justo se aparta del fuego y se le
añade la yema sin dejar de remover durante 30 segundos
hasta que cuaje, mi abuela le añadía ocho
cominos tostados y machacados. Probadla.
También tenía un remedio súper eficaz
contra la descomposición del vientre y es el siguiente.
Eso sí, había que ir a Casa Basilio a por
un trozo de bizcocho “pardo”( lo de pardo sería
por el color). Se tomaba un trozo y un vaso de zumo de limón.
Esto tres veces al día y listos y alimentados.
Todos conocemos la frase de Jesús que nos dice
“ por tibio te vomitaré”. Quizá
mi abuela lo conocía y por eso nos decía que
la sopa había que tomarla “soplo y sorbo”.
También lo heredé. Por eso es, que toda la
vida he traído “mártires” a mis
hijos, pues antes de poner los platos en la mesa ya estoy
diciendo “venga que se enfría”. Ellos
no lo podían soportar, y yo no me podía corregir.
Cuando mi abuela hacía tortilla la servía
partida a dados de 3 x 3 centímetros. Así
quedaba más divertida. Yo le añado al plato
unas olivas negras y verdes (ella no las tenía).
También he heredado su costumbre de no sentarme
a la mesa, le gustaba servirnos, y en sus constantes idas
y venidas a la cocina le decíamos “venga, siéntese
ya, que esto se termina” y ella, parte de humildad,
parte de verdad, decía “ no sufráis
nunca por las cocineras”, y al terminar de comer decía
“ya he matado a quien me mataba”.
Entonces no había costumbre de las dentaduras postizas.
A ella le quedaban dos dientes, uno arriba a la derecha
y otro abajo a la izquierda. Así que era un delicioso
poema verla tratando de masticar; jamás la oí
quejarse ni lamentarse por nada.
Yo ya no lo viví pero contaba mi abuela que en
sus tiempos las campanas de las iglesias tocaban anunciando
los diferentes acontecimientos que ocurrían en la
ciudad. Existía el toque de arrebato para cuando
había algún incendio o un atropello en la
vía del tren.
Por esto, cuando yo le pedía algo que ella no estaba
dispuesta a concederme solía decir “ lo haré
cuando toquen a nublo (cielo nublado)”, esto es por
la cantidad de toques que había. Otras veces decía
“si tocaran a “descasar” qué carreras
íbamos a ver”. En aquellos tiempos el divorcio
era impensable pero ella ya lo intuía.
Las campanas de los tres conventos que habían nos
recordaban algunas de las muchas veces que iban a hacer
oración, como Maitines, Angelus, Vísperas,
Completas. Así que todos sabemos un poco lo que es
vivir a toque de campana. Pero ahora es peor sin duda.
Otra de nuestras distracciones, y no sólo de jóvenes
sino también de mayores, era ir a la estación
a ver la llegada de los trenes. Desde luego, contemplar
la llegada y la partida del llamado “Shangai”
era todo un espectáculo. Los viajeros amontonados
se salían por las ventanillas, se colgaban en los
estribos, las plataformas a rebosar, era algo descomunal.
Había señoras mayores que ofrecían
un traguito de agua a cambio de “la voluntad”.
Recuerdo que botijo en alto gritaban “Agua fresca
de la yaya”. No sé que querían decir.
¿Dirían abuela en catalán?.
Esto se daba cuando salían a la llegada del “sevillano”.
Era aquel rápido que hacía el trayecto Sevilla-Barcelona
pasando por Albacete y Valencia. (Lo de rápido se
estableció en comparación con el Shangai).
Por eso es que aquellas ancianas ya suponían que
en aquel tren viajaban catalanes y de ahí lo de yaya.
Otra cosa no se me ocurre. Recuerdo que usábamos
bastantes palabras catalanas como “cap i cua”
(cabeza y cola) o “tarja”. Allí llamábamos
tarja (tarjeta en catalán) a la deuda que iban acumulando
los clientes en la tienda, pues se acostumbraba a pagar
de cosecha a cosecha por lo que se decía “menuda
tarja tienes”.
También recuerdo que cuando íbamos al colegio
llevábamos los libros en una maleta diminuta. Bueno,
había varios tamaños, pero entre treinta y
cincuenta centímetros de cartón duro al cual
llamábamos cabás. Cuando vine a Barcelona
comprobé que se fabricaban aquí y que el nombre
de cabás, equivale a capazo. Se supone que el comerciante,
al ver que la factura ponía cabás, lo vendía
como tal. En mi pueblo hay bastantes apellidos catalanes
como Plà, Garrigós, Lledó, Rosell,
Amorós..., los que yo conocí, todos tenían
negocio.
Referente a los trenes, se hicieron algunas coplas. Yo
recuerdo una que compusieron con la música de aquella
bonita canción, cuyo título no recuerdo, pero
que decía:
“Pasan que pasan los años
sin conseguirte mi pecho
y el daño que tu me has hecho
nuevos amores podrán borrar.”
La réplica decía:
“Pasan que pasan los trenes
Van llenos de bote en bote
Repletos hasta los topes
Y los asientos llenos están
Por fin me agarró al estribo
Y un “payés” sube detrás
Y como me pisa un callo
Yo las estrellas veo brillar.
El revisor interviene
A uno que no ha pagado
Ahora he “subío” contesta
Y hace tres horas que va sentado.
Un bulto por aquí, un bulto allá
De estraperlistas que no te dejan en paz.
Hay cada “pinta” que aquel que está
en la higuera
Le roban la cartera y hasta el reloj también
Los gitanillos debajo los asientos
El recorrido gratis suelen hacer.
Como sardinas en lata
Igual que olivas rellenas
Las plataformas van llenas
y las patatas al por mayor
Yo no lo sé, porque será
Que hoy en los trenes no se puede ya viajar.
Más yo no sé porque razón
que los asientos “pa' ” los hombres siempre
son.
Como ya dije, la palabra hortera se refería a la
fiambrera. El diccionario español no aclara este
concepto. Pero el diccionario catalán dice que es
una Cassola (cazuela) y teniendo en cuenta que Huerto en
catalán es Hort, es de suponer que la hortera era
el recipiente en que se llevaba la comida al huerto. También
solíamos usar la palabra Detall, tambien recuerdo
que cuando nos mandaban a comprar el pan siempre nos decían
en casa, “No te olvides de pedir la “torna”.
La torna era un trozo de barra de pan o de rosca que nosotros
recibíamos como regalo. Las piezas que salían
defectuosas del horno las troceaban y las regalaban. En
catalán, torna es vuelta.
Yo pienso que hace muchos años, (quizá cientos),
habría un panadero catalán allí que
si no tenía los céntimos del cambio daba un
trozo de pan como torna (vuelta). Esta costumbre se daba
sobre todo en el pan pero nosotros lo trasladábamos
a todos los sectores y lo mismo si comprábamos tejido
o pescado, pedíamos la torna y así el pescadero
ponía un par de boqueroncitos más.
¡Qué chulas son las mezclas!
Al quitar la tienda me dedique a coser a la vez que tuve
la oportunidad de hacer un cursillo de "Técnicas
de Ventas" que ofrecía la Generalitat. Fue muy
positivo y algunas lo aprovecharon muy bien, sobre todo
las más jóvenes encontraron buenos trabajos.
Los profesores, al final, nos pidieron una valoración
personal. Cada una aportó su opinión.
"El curso ha sido muy positivo en general, por nuestra
edad y escasos recursos ya nos creíamos retiradas
de la circulación pero aquí nos han dado tal
impulso y optimismo que hasta se nos olvidan los años”.
¡Ojalá no cuente la edad para contratarnos!.
¡Ellos se lo pierden!. Las ventas han sido muy completas,
si no tenemos la oportunidad de vender al menos sabremos
comprar mejor".
"Yo cuando voy a comprar no me gusta que me atosiguen
los dependientes. Deseo ver todo antes de decidirme. Las
dependientas/ es, a la primera cosa que tocas, ya empiezan
a hacerte "el artículo" "es muy elegante,
le queda muy bien, etc.". Si me dan libertad compro,
si no, me marcho ante el "peligro" de comprar
sin estar segura. Por tanto prefiero que haya variedad y
dependientes correctos y prefiero cosas baratas y buenas
a la etiqueta y elegancia del establecimiento. Si es moda
o no, yo ya lo he visto en escaparates y revistas. Si se
trata de alimentos, la vista y la etiqueta te lo dicen (
aquí sí que cuenta la etiqueta). Yo me espabilo
en comprar lo mejor porque si te fías exclusivamente
del vendedor, te llevarás muchos disgustos”.
Dedicado al grupo de profesoras y compañeras del
cursillo de "Técnicas de Ventas", en 1991
en Granollers.
¡Cuan fugaz es del mundo la alegría!
Hace poco, preparábamos gozosas.
libros, cuadernos, tan afanosas,
para iniciar una etapa en nuestra vida.
Fue extraordinario, emotivo y breve
como un suspiro de doncella enamorada.
qué suerte conocer a tales "Profes"
con tal bagaje cultural a sus espaldas.
Por tanta voluntad y tanta entrega
como pusieron en culturizarnos.
creo que si tuvieran el don de los milagros,
a todas, a su altura nos pusieran.
Y, que decir de nuestro lindo grupo,
que como grupo es una amalgama
de una España recia con ansias de triunfo,
en "aquesta terra" de triunfos cuajada.
En fin, amigas, el curso termina.
es indescriptible la emoción que siento.
que se os conserve la ciencia adquirida
y si es posible que vaya en aumento."
Firmado. M.G.
Existen siete grupos de clientes:
Yo pertenezco al grupo de "cliente sentimental".
Como persona. Sencillo y de apariencia discreta, servicial,
de fácil comunicación.
Como cliente. Fiel y regular: rentable.
Deseos. Le gusta la juventud, las relaciones humanas,
las visitas regulares, ser comprendida, la mutua estima.
Fiel.
Temores. Abuso de confianza, el conflicto, las
personas interesadas.
Como estimularlo. Clima de confianza. Reparar los errores.
El cliente opuesto a mi es: ”cliente innovador”
Como persona. Egocéntrico, brillante, de palabra
fácil, demasiado arreglado, engreído.
Como cliente. Atraído por la novedad, le gusta
que le adulen.
Deseos. De consideración, de posición, le
gusta aconsejar y los cumplidos.
Temores. No le gustan ni los consejos ni los inferiores.
Cómo estimularlo. Aspecto cuidado, las felicitaciones
por todo, decirle que se tiene un proyecto a su medida,
darle la paternidad de las ideas.
Cuando voy a comprar género fresco ya sé
que debo ir con los ojos bien abiertos. Además de
parecerme buen género, pregunto “ ¿es
fresco?” A lo cual el dependiente suele responder,
“No. Es de la semana pasada”. Yo le apostillo
“no trates de engañarme con la verdad que sabes
que a veces no lo es”. Se suaviza un tanto y dice
“si esta malo me lo devuelve”. Y yo me pregunto
¿por qué causar esta molestia al cliente?.
¿No es más justo que cada mañana ellos
comprueben la mercancía?. El cliente paga por un
género en buenas condiciones y no por tomaduras de
pelo ni molestias innecesarias.
Otro día pregunto a una panadera si las pastas
eran del día. La respuesta fue parecida a la del
“super”. Le dije, “no debe extrañarte
que te lo pregunte, pues por tu madre sabrás que
muchas veces nos dan gato por liebre”. Se sonrió
por lo bajo y me buscó buen genero.
Y no por esto hay que cambiar de establecimiento si este
nos interesa por cualquier razón (pues en el otro
pasará lo mismo). Y os aseguro que con una vez que
exijáis vuestros derechos será suficiente
para que os atiendan como es debido. Ya no entro en que
pongan papel sobre papel y más papel, por que en
esto sí que no hay nada que hacer.
Cuando yo tenía la tienda y vendía género
fresco, si ocurría que los sábados sobraba
carne, hacía lo siguiente. Freía para dos
o tres comidas y el resto lo ponía en sal que después
vendía para el caldo. Por eso mi santo hijo, a la
hora de comer, solía decir “ mama, las tienes
repes”.
Pienso que todo el mundo sabe hacer las cosas bien. Pero
el “timo” está a la orden del día.
Un ricachón mentecato,
ahorrador empedernido
por comprar jamón barato,
lo compro medio podrido,
le produjo indigestión
y entre botica y galeno
gastó doble que el jamón
por no comprar jamón bueno,
él nos dice que fue un loco
puesto que economizar
no es gastar mucho ni poco sino saber gastar.
El Poder de la imaginación
Por mi tierra existía un tipo de mujer, a la cual,
de forma despectiva llamaban “carasolera”. Estas
aprovechaban los ratos de sol del invierno para salir a
tal o cual esquina a hacer sus trabajos de costura. El repecho
de mi casa era un buen punto de reunión.
Salían cuatro o cinco con su sillita baja, se colocaban
sobre las rodillas una almohadilla, quizá para no
tener que doblar tanto la espalda. En el lateral de la almohadilla
tenían pequeños bolsillos para hilo, tijeras
etc. Se colocaban un trapito blanco en la cabeza ( yo nunca
pregunté por el significado del trapito) pero sin
duda ellas ya sabían que evitaba las insolaciones.
Unas hacían jerséis, muchas tejían
calcetines y medias de estambre con cinco agujas, otras
ponían asientos de enea a las sillas, y la mayoría
ponía piezas. Antes se ponía piezas a todo:
sabanas, pantalones, calzoncillos, incluso a los calcetines
se le ponían “plantillas”. A su lado
aprendí a poner piezas con unos corneros impecables,
los zurcidos más perfectos y ojales de concurso.
En sus conversaciones también eran muy sagaces
e intuitivas. Allí para decir que una mujer era muy
limpia, decíamos que era muy curiosa. Por esta razón
una comentaba que de “la curiosidad que Dios había
puesto en el mundo, la mitad la tenían las monjas
y la otra mitad estaba repartida entre el resto de las mujeres”.
De esto se deduce que nos separa de las monjas un alto grado
de “curiosidad”. Quizá ellas ya lo habían
experimentado debido a que allí existen desde tiempo
inmemorial tres conventos y, a pesar que eran de clausura,
siempre se trasluce la “curiosidad”. Por la
pulcritud en los ornamentos, lo impecable de sus hábitos,
la perfección en sus labores. Dominando la técnica
a la perfección, bordaban a bastidor con dos dedales,
la mano izquierda debajo recibiendo la aguja que venía
de arriba; de la mano derecha. Conforme iban adelantando
el bordado lo cubrían con papel de seda.
Un día nos decía D. Antonio, “he tenido
que visitar a una monjita carmelita enferma y os aseguro,
que jamás hubiera imaginado que pudiera existir tanta
pobreza y tanta limpieza juntas”. Yo a veces hablaba
con ellas a través del torno, sobretodo con Sor Margarita,
que era la tornera. En una ocasión yo había
confeccionado un traje de cristianar y estaba súper
orgullosa del resultado. El caso es que yo, presa de una
vanidad incontenible quise que lo vieran. Se lo pasé
por el torno, lo sometieron a examen y me dijeron... “Sí,
es muy bonito, pero el dobladillo has de hacerlo al final,
el lacito debería ir más arriba, la última
lorza no es necesaria, y los ojales son muy grandes”
(sin comentarios). Tuve la suerte que a la clienta le encantó
y me lo pagó muy bien: ciento veinticinco pesetas.
Volviendo a mis vecinas, diré que en una ocasión
pasó por allí una joven verdaderamente escandalosa
en aquellos tiempos. Súper corta, súper entallada,
súper todo (palabra de honor que era forastera) y
decían que las chicas que se emancipaban en aquellos
tiempos, iban “a por todas” ( yo pienso que
habrían honrosas excepciones). El caso es que una
comentó -Mirad, por ahí va una moza de servicio”.
A mí ese adjetivo no me sonaba de nada, solo lo había
oído lo de sirvienta y criada. Por tanto pregunté
que era eso de moza de servicio, y ella, tajante, y posiblemente
presa de un recalcitrante puritanismo, dijo, “puta
y ladrona”. ¡Hala... como se pasaban!.
También tarareaban canciones, o sea, coplillas
de jota, comentaré alguna convencida que los niños
no leerán el libro y en cualquier caso la misma posibilidad
hay de que lean este como de que lean el diccionario de
Don Camilo.
“El que nace pobre y feo
Se casa y lo hacen cabrón
Se muere y va a los infiernos
¿qué ha de agradecer a Dios?”
“No he visto cosa más fría
Que las manos de un barbero
El culo de una mujer
Y el ociquito de un perro.”
“Una morena se vino
Al abrigo de mi manta
Yo la recogí con gusto
La caridad nunca falta”
Brindis
“El elefante tiene la fuerza en la trompa
Las águilas en el pico
En el culo la mujer
Y yo la tengo en el brazo
Para cuando llega el caso
Empinar para beber, perdón, perdón.”
Brindis
“Mi más amiga es la bota
Mi mejor amigo el vino
Sin él mi vida está rota
Sin él no tengo destino.
Pero cuando estoy borracho
Mi vida es todo placer
Si no me tengo me agacho
pero que rico es beber!
(Mil perdones)
También contaban que en cierta ocasión estaban
reunidas unas cuantas señoras (antes se las llamaba
Amas). Pues bien, estas Sras. hacían este comentario:
“Chicas, hay que ver lo mal que está el servicio”.
Lo cual que la criada pasó por allí y lo oyó
y sin señalar ( como diría Gila), dijo, --”Pues
anda que el amicio”.
También creo que había un pastor al cual
le había llegado la hora de buscar novia pero debido
a que había estado siempre en el campo, no conocía
las costumbres de la ciudad. Ni siquiera sabía lo
de los “garbanzos tostados”.
El caso es que se le ocurrió decirle al señorito
que le diera alguna pista, al menos para romper el hielo
de la primera entrevista. Y sí, sí, el señorito
le dijo, -mira, cuando ella salga a la ventana, tu dices
“está la noche entre oscuro y opaco, y con
el crepúsculo no se distinguen los objetos”
y ya verás que buena impresión le darás.
La chica por su parte pensaba... “fulanito, ya lleva
una semana rondando mi puerta. Acera arriba, acera abajo.
Ya me ha demostrado que verdaderamente está interesado
en mí, por lo tanto mañana ya saldré
a hablar con él. Pero, ¿qué se dice
el primer día?. Lo que haré será, que
esta noche escucharé lo que la señorita habla
con su novio, y así ya tendré una orientación”.
La Srta. Decía... “decías que me amabas
y no me amas. Te detesto.” “¡Qué
bonito!” ”¡¡Quedaré de bien!!”.
Pues nada, a las diez de la noche, la chica abre la ventana
y...
--Buenas noches--.
--Buenas noches--.
--Él --Está la noche entre el culo y el papo
y con los entreculos no se distinguen los ojetes--.
--Ella -- Creía que mamabas y no mamas, te desteto--.
Bueno, pues con este bagaje, llegaron a un entendimiento
y se casaron. Pero al día siguiente, bien de mañana,
él con su alforja al hombro se marchaba al campo
con sus ovejas y al verlo, un vecino le preguntó,
“pero hombre, adonde vas tan temprano, no te casaste
ayer?. Él le respondió “Si chico pero
“to” cansa”.
Ya aquellas sabias mujeres de mi barrio solían
decir en sus comentarios. “ Los hombres son como el
culo que solo sirve para una cosa”. Bien, yo más
absurdamente generosa les otorgo también el mérito
al trabajo pero la verdad es que allí, un pueblo
eminentemente agrícola trabajaba la mujer a la par
que el hombre lo mismo si eran pequeños terratenientes
o asalariados.
Eran muchas las chicas que lo hacían. Se ponían
unos pantalones debajo de la saya y dale que te pego. Lo
mismo hacían hoyos para la vid como segaban o trillaban.
Una buena prueba de ello es la pintura de “la siesta”de
Van Gogh o “las espigadoras” de la Zarzuela
etc. Por eso ellas consideraban que el hombre no merecía
ninguna distinción por su trabajo y según
ellas solo servían para hacer hijos.
Además de las trabajadoras habituales, cuando se
trabajaba en las grandes cosechas como la mies, uva y legumbres
iban o íbamos medio pueblo. Los capataces de los
grandes terratenientes contrataban cuadrillas de treinta
o cuarenta chicas o chicos y el trabajo duraba entre veinte
y treinta días. Se ganaba un dinerito que se aportaba
a la casa y que ayudaba a terminar de pasar el año.
El trabajo era duro, pero la alegría y algarabía
de la juventud lo hacía más llevadero. La
jornada era “de sol a sol”, o sea desde el alba
hasta el ocaso. Así que te levantabas a las siete
y sin tomar nada te marchabas al ”tajo”. A las
nueve veníamos para almorzar. Almuerzo que consistía
en arenques, queso o tocino y pan, mucho pan. Y vuelta al
trabajo. La comida era a la una y una hora antes, y por
riguroso turno iba una chica a hacer la comida para todas.
Esta vez consistía en gachas, o tortilla, o patatas
con bacalao, o lentejas. No existían las neveras
y por lo tanto no se podían usar productos perecederos.
Media hora de relajo y otra vez al campo hasta las siete.
La “capataza” compraba los víveres y
después lo dividía entre todas y le pagábamos
nuestra parte correspondiente. A media tarde posiblemente
hubiera media hora de descanso bajo la sombra de algún
árbol. Eso sí después de la cena se
montaba la marimorena. Entre bailes, juegos y payasadas
nos daban las once que ya era mucho. A la hora de dormir
hacíamos “cama redonda”. Era una enorme
cama en el suelo. El colchón se componía de
hojas secas y paja cubiertas con mantas y a continuación
cada una ponía sus sábanas. Ocurría
que si alguna tenía la menstruación le costaba
encontrar aposento. Todas decían “Aquí
no”, “A mi lado no que me lo contagias”
etc. etc.. Y es que no se sabe porque extrañas razones
este asunto se “contagia” y claro no era nada
apetecible tenerlo en aquellas circunstancias. Después
he oído que sí se saben las causas físicas
de este extraño fenómeno.
Por entonces estaba de moda el rostro blanco. Pues a algunas
no nos gustaba que después en el pueblo y en las
fiestas nos tomaran por pobres labriegas. Así que
unas por una razón y otras por otras nos tapábamos
la cara hasta la saciedad. Nos poníamos un pañuelo
en la cabeza, tapando la frente con aquel pliegue en las
sienes tipo monja y la anudábamos debajo de la barbilla.
A continuación nos poníamos otro a modo de
asaltante de caminos anudado detrás y el trozo que
quedaba lo cubríamos con unas gafas de sol. Además
decían que la propia respiración era estupenda
para el cutis y es que, como sabemos, el vapor hidrata.
Cuando se aproximaba la hora de plegar, alguna se atrevía
a decir coplillas de esta guisa.
“Ya se está poniendo el sol
Ya dan sombra los gasones
Si al capataz le da rabia
Que se toque los... “
Bueno, qué quieren que les diga sino que cada época
ha tenido sus dolores y sus ilusiones. Pero la verdad es
que el ingenio nunca estuvo parado.
Como digo, yo fui un par o tres de veces y considero que
siempre tuve más fuerza de voluntad que física.
El caso es que en una ocasión tuve unos dolores tan
fuertes de riñones que me produjeron fiebre.
La encargada decía de traerme a casa. Yo llevada
por el amor propio dije que no y tras dos días de
reposo pude proseguir, claro que con ayuda de todas. Para
la recogida de legumbres te pones un surco entre las piernas
y vas caminando agachada a la vez que vas arrancando la
mata seca y punzante por la raíz. Se van sujetando
en el pecho con la mano izquierda y pasados unos metros
todas lo depositan juntas formándose un montón
considerable, que después alguien recogía.
Como yo casi siempre iba atrasada, (aquí el amor
propio no tenía nada que hacer) las más adelantadas,
porque las había que eran auténticas fieras
para el trabajo, me iban quitando matas de mi surco para
hacérmelo más llevadero. Se decía “hacer
una ventana”. Es posible que también contribuyera
a la curación el remedio que me aplicaron.
Una decía que para el dolor de riñones iba
muy bien hacer lo siguiente: me ponía en la cama
boca abajo y ella descalza se subía sobre mis riñones.
Antes nadie sabía decir el porqué de las cosas,
todo era “porque sí”. Yo pienso que si
sería para bombear algo o descongestionar. El caso
es que he venido comprobando a lo largo de mi vida que todas
las predicciones de aquellas mujeres se han venido cumpliendo
como sentencias. De cualquier forma ahí queda la
anécdota.
Pienso que quizá por el hecho de tener que llamar
a los padres de usted, nos distanciaba más de ellos.
Quizá era la forma de ser solamente padres, y así
hemos salido, duros como el pedernal. Yo creo que se ha
ganado en confianza y que los hijos puedan contar con una
mano amiga y experimentada que les haga más fácil
la complicada travesía de la vida.
No nos quepa la menor duda que era la necesidad la que
hacía que aquellos padres fueran tan duros. A veces
algún hijo decía, “madre, estos garbanzos
están duros” y como no había otra cosa,
la madre le respondía, “venga, a comerlos,
que así más tiempo te duran en el estómago”.
Otro decía, “madre, tengo gana”. Respuesta,
“pues acuéstate, que un cuerpo tendido aguanta
mucha hambre”. Otras veces los hijos decían
“madre llevamos cinco días comiendo lo mismo,
y la madre respondía, “el estomago no tiene
vidrieras” ( o sea que nadie lo ve) no cabe duda que
la madre comía de lo mismo y quizá menos ración.
Casi a diario había que ir al campo a coger hierba
para los conejos o collejas para hacer la cena, y a veces
los hijos se quejaban alegando que llovía o que amenazaba
lluvia, a lo cual la madre les decía, “eso
no tiene importancia, el agua, al llegar al pellejo escurre”.
Parte de estas collejas, se les quitaba el tallo, se lavaban
bien, y se les llevaba una gran fuente de ellas a alguna
de las señoras del pueblo, la cual entendía
el mensaje y les daba un trozo de tocino. En los años
ochenta tuve de clienta a una estupenda Sra. Mayor, la cual,
al ver las exigencias de nuestra juventud, a la hora de
comer, solía decir, “deberían volver
los años cuarenta pero sin tiros”.
Ya sé que tener suma confianza con los hijos no
es la clave del éxito. Pero ¿alguien la tiene?.
Por lo tanto puede que pese a todo también nos equivoquemos.
Pero la dicha de haber vivido como una piña, compartiendo
alegrías y sufrimiento, eso nadie nos lo podrá
arrebatar.
¿Qué os parece la serie televisiva Pepa
y Pepe?. Yo creo que pese al aparente desorden y despiste,
son la familia más feliz del mundo, donde se derrocha
confianza, libertad y amor, toneladas de amor. Yo me atrevo
a asegurar que esos padres no terminaran sus días
en una residencia de ancianos.
¿Y qué decir de la cuñadita, Isabel
Ordaz, si no que tiene un “papo” que se le cae
a pedazos?.
En las reuniones de A.C. preguntábamos a D. Luis
Rodríguez que medida permitía la iglesia en
las mangas de los vestidos, él respondía que
Jesús no midió la sangre que nos daba al redimirnos
sino que la dio toda. O sea que todo es cuestión
de generosidad.
Sí, todos sabemos que “una sola gota es suficiente
para salvar “al mundo delincuente," pero nosotros
buscábamos poder ser hijos de la Iglesia a la vez
que personas del siglo xx.
Algunas consumimos toda nuestra vida esperando.
En aquella época, sentí deseos de ser monja
y tenía que ser concretamente carmelita descalza
de clausura. Siempre creí que a mayor sacrificio
mayor unión con Dios. Pero eso de descalzas me hacia
temblar. Lo de descalzas es que llevan unas sandalias y
sin medias ni calcetín. Y en la Mancha que solíamos
estar bajo cero y yo que soy súper friolera, lo tenía
mal. Sin duda es que no tenía vocación.
Cuando iba a bordar a casa de D. Joaquín Casarrubios,
yo desde mi asiento contemplaba el humo de la chimenea del
convento, y yo imaginaba que era la pureza de aquellas vírgenes
que como incienso se elevaban a su creador. Ojalá
les hayan cambiado tan duras reglas.
Las sigo admirando a ellas y a todas y deseo que sigan
existiendo, pues de alguna forma nos adoctrinan de que se
puede vivir con menos. Yo soy como aquella que decía,”
Señor, me gustaría tener un hermanito mártir”.
Tendría yo unos dieciséis años. Mi
familia estaba de viaje y como es de suponer quedé
a cargo de todo. Tuve la curiosidad de anotar todos los
diferentes trabajos que realicé en el día;
recuerdo que fueron veintiuno, como dar de comer a los animales,
pasar una carga de leña (un carro) de la calle al
corral, cargar el horno de leña, “refrescar”
la levadura, pasar un saco de harina por el cedazo, planchar
pantalones de mi hermano que me llevaban mártir debido
a que había que marcarles la ralla cada vez que se
los ponía porque entonces no existía el tergal.
Las corbatas también me daban trabajo. Yo las descosía
para plancharlas por el revés, pues si no sacaban
brillo y se marcaba aquella pieza interior que le daba cuerpo,
etc., etc. y finalmente poner “dos piezas a un delantal”.
Y si me sobró tiempo, es posible que hiciera un poco
de vainica doble en los pañuelos que llevaría
mi hermano en la boda; pues le hice todo el ajuar, desde
los pañuelos hasta las camisas. Pienso que fui la
cenicienta que les sirvió con adoración.
Volviendo a aquel párroco que conocí en
1967, un día decía que “desde cuando
Cataluña era católica” se celebran las
tres Pascuas, no solo un día sino dos. Como Navidad
y día de San Esteban, Domingo de Resurrección
y día de “la mona”, y de los padrinos,
y lunes de Pentecostés, que es cincuenta días
después de resurrección, cuando Jesús
vino sobre los apóstoles en lenguas de fuego, según
había prometido. Pues muy bien no?.
Por lo que la relación de San Estaban con Catalunya
es pura coincidencia. Lunes de Pentecostés no tiene
Santo asignado por ser fiesta movible.
También recuerdo con añoranza, de aquella
parroquia, una ceremonia que terminó por desaparecer.
Se trataba del “día del avi” (día
del abuelo). No recuerdo la fecha en que se celebraba pero
a mi juicio debería celebrarse el día de la
Sagrada Familia. Pues bien, la fiesta comenzaba con la Santa
Misa. Las nietas y a veces los nietos hacían de padrinos,
iban con peineta, mantilla y un ramo de flores que al terminar
la Misa entregaban a la abuela.
Se abrían las puertas de la iglesia. Iban pasando
las parejas en fila acompañados por música
de órgano. Después en casa llegarían
los regalos y la comida en familia . Era una bonita forma
de celebrar cada año que aún los tenía
en su compañía.
Un recuerdo para este gran párroco de mi juventud
y para todos los “sacerdotes de cabecera” que
en el mundo han sido.
Pienso que con motivo de las Misiones y demás acontecimientos
hubo cierto movimiento vocacional. Fueron varios chicos
los que marcharon al seminario. Una buena Sra. fue a ver
al Sr. cura-párroco a decirle que estudiara a su
hijo porque a ella le parecía que tenía vocación
sacerdotal. El sacerdote le preguntó qué síntomas
había visto en él. La señora respondió
que se pasaba el día haciendo altares, encendiendo
y apagando velas etc.. A lo cual el párroco le respondió,
“mira, tu hijo lo que tiene es vocación de
sacristán”. Y así fue.
Un año, en el día del seminario dirigí
un grupo de juveniles para que representaran una obrita
titulada “La castañera y la reina”. Se
trataba de una castañera que tuvo un hijo sacerdote
sufragado por la reina.
Mandamos recado a D. Pedro para que viniera a la representación,
lo cual no pudo hacer porque estaba enfermo. Así
que cuando terminamos la sesión nos trasladamos a
su casa para repetirla. Le cogió por sorpresa pero
le alegró infinitamente, igual que a los familiares
y amigos que le acompañaban. Lloraba como un niño
por la excelente interpretación.
Entre ellas, Isabelita, que hacía de castañera
(la más joven en la foto del taller de costura) les
dió una sustanciosa propina. Y todos felices y contentos
con la satisfacción del deber cumplido.
Al principio de las actuaciones juveniles se solía
decir este soneto:
“Señoras y caballeros, con la mejor intención
y el gusto más placentero, se os brinda esta distracción
no esperéis una labor seria , vistosa y brillante
como el reír de una flor o el destello de un diamante
somos pequeñas artistas y queremos demostrar
que somos buenas y listas y queremos agradar.
Y si os gusta la actuación de este elenco tan garboso
os pedimos por favor un aplauso caluroso.
Cuando yo criaba a mis hijos nos decían que debíamos
ser sus amigos, hoy se ha avanzado bastante, y nos dicen
que debemos ser padres. Digo bastante porque solo han dado
la "norma". Las escuelas aun no han llegado. A
mí me gustaba la primera fórmula porque va
con mi forma de ser. Y si complacía sus deseos (muy
limitados) no era por aquello que quería "que
ellos tuvieran lo que yo no tuve", no, no, era algo
tan sencillo como que si podía complacerlos, porqué
no hacerlo. Al fin y al cabo solo me tenían a mi
y yo a ellos. Además, con mis constantes consejos
y ejemplos y la protección de Dios nos considerábamos
mayoría aplastante contra todo lo que pudiera venir.
Qué falló?.
Cuando mi nieto tuvo la edad empezó a pedirme que
le contara cuentos Vaya apuro! Yo no sabía cuentos
porque a mí nunca me los habían contado. Él
enseguida tuvo todos los cuentos imaginables, pero quería
algo diferente, yo, cuando pedía a mi abuela que
me dijera un cuento siempre me decía el mismo (y
es que ella tampoco sabía) decía: “Esto
era un pastor, que andaba, andaba, andaba, y la pierna se
le hinchó. Y andaba, andaba, andaba y la pierna se
le deshinchó. Esto era un pastor... etc". Algo
parecido a la flauta de Bartolo. El caso es que terminé
por no pedir cuentos.
Cuando mis hijos tuvieron la edad hicieron lo mismo. Yo
les contaba el que a mí me habían enseñado,
y ellos lloriqueando, decían: "no, ese no".
Yo me amoldé a no pedir cuentos, mis hijos me los
exigían y ahora mi nieto y yo los escribimos.
Pues bien, un día por acallar a mis hijos les contaba...
“esto era un pastor, “no, no”, "esperad,
esperad"- les dije- "Esto era un pastor - cíllo
a quien su padre mando a pastorear las ovejas al valle.
Habían caminado bastante y el pastorcillo se recostó
a la sombra de un árbol y se quedó dormido.
(Todo esto iba saliendo sobre la marcha). Despertó
sobresaltado porque su padre le tenía advertido que
no se durmiera por miedo a los depredadores. Se pone a contar
las ovejas y vio que le faltaba una. El disgusto fue tremendo.
El pastorcillo, con susto y pena se dispone a buscarla hasta
que la vislumbra a lo lejos. Cuando la tuvo cerca la reprendió
y le propinó un par de azotes en el "pompis".
" No te enfades, no te enfades , te lo explicaré"
dijo la ovejita. "Es que cuando tu dormías yo
vi al lobo que acechaba el rebaño desde el barranco,
así que yo, con sumo cuidado, y sin que se apercibiera,
con mi patita, empujé un pedrusco enorme que había
al borde del barranco, le dio en la cabeza y asustado huyó
a toda prisa". "Bravo, bravo, ovejita, me has
salvado el rebaño", exclamó el pastorcillo
dando saltos de alegría. Cuando llegaron a casa y
lo contó, sus padres agradecidos, dieron una fiesta
con la ovejita de anfitriona. Comieron, bebieron y el padre
decidió nunca más mandar al niño solo.
Las que escribimos mi nieto y yo, ya son de “naves
espaciales”.
Era una tarde de domingo y me disponía a ir a visitar
el Museo de Cera. Yo estaba ilusionado porque me habían
explicado que era fantástico.
Recostado en el sofá me puse a imaginar lo que allí
vería. Me quedé un tanto adormilado, y en
ese preciso instante acudieron a mi mente todas las maravillas
imaginables...
Vi una antena sobre una casita, me acerque, intente tocarla
y en ese instante, en una especie de tornado se me apareció
E.T invitándome a subir a su nave espacial. Por una
puerta entrando había:
Peter Pan rescatando a Wendi, Alicia muy feliz, la Bruja
dándole un ramo de flores a Blancanieves, los 3 Cerditos
ya se habían construido un precioso chalet y habían
invitado al lobo a comer....
Y luego E.T.., me bajo de la nave y me recogió
Aladín en su alfombra mágica y nos fuimos
cantando: Gran Alí Príncipe Alí, Alí
a Bagua... La alfombra se transformó en una brillante
escalera al pie de un plácido lago. Yo baje, me di
un chapuzón y en ese momento desperté. Miré
a mi alrededor y todo me pareció absurdo y sin sentido.
Yo pensé que hubiera preferido seguir soñando.
Se hizo la hora de ir al museo de cera. Porque ya teníamos
las entradas compradas. Yo le dije a mi madre, como ya he
soñado con el museo que no valía la pena ir.
Pero como todavía no habíamos comido pues
le dije a mi madre:” En vez de comer e ir al museo
de cera comemos y vamos a plaza Catalunya ¿no? Y
mi madre me contestó: Si, es muy buena idea.
DANI.
Un día Dani (era pequeño) me preguntó
con un poco de tristeza por qué su mamá (a
la que adora) tenía que ir todos los días
al trabajo. Yo le dije que, porque el dinero es muy necesario
para todo y solo se puede conseguir trabajando.
Mira, le dije, hay que pagar la electricidad, que tanto
necesitamos. Hay que pagar el gas, que te permite tomar
esos buenos baños, hay que pagar por tener el teléfono,
a las personas que nos recogen la basura, al señor
que barre y riega la calle. Me interrumpió para preguntarme,
"yaya, yaya, esto es un cuento?" Es una de las
muchas personas a las que les gustaría que la vida
fuera eso, como un cuento. Es tan dura la realidad.
En una ocasión iba yo con Dani... tendría
ocho años, ingenuo donde los hubiera. Íbamos
a comprar "bombetas" para la verbena(con permiso
de sus padres). Yo, llegado un punto, dije:”Ya tenemos
bastantes”. Él decía, no, yaya, compra
más.-No - le dije- que ya son muchos.
Pues bien, ya de regreso me dice, “yaya, no sé
porqué lo que a tí te parece mucho, a mí
me parece poco”. Él ya intentaba analizar situaciones.
Yo le dije, “mira, es que valen mucho dinero”.
“Ah, ya entiendo, ya entiendo”.
Poco después fuimos a un comercio y no recuerdo
por qué dije. “Bien, ya pasaré otro
día”. A lo cual el niño dice en voz
alta “yaya, ya sé por qué lo dices”.
Yo cortada le apreté la mano indicándole que
se callara y él dice aún más fuerte
“no me aprietes la mano que me haces daño”.
Y yo me pregunto: ¿Porqué han de darse estas
situaciones tan desagradables? ¿Es la supervivencia
que nos obliga a ser hipócritas? ¿llegaríamos
a alguna parte con la verdad llana? o será cierto
que... “Nuestra sociedad es un gran proyecto para
el mal”
(Víctor Manuel. cantante y poeta)
Dani
Amor de Plata
Cuando la luna se rompa a trozos,
y le recorran lagrimas de amor,
saborearé el carmín de tus labios,
y saborearé tu dulce amor.
Eres la lagrima de la luna,
sueñas y lloras por mí.
Te lo agradezco infinito,
pero no puedes pertenecerme,
Ni yo tampoco a ti.
Dani. (13 años)
La rosa
Cuando abrí los ojos vi algo a lo lejos, una sombra,
un reflejo, o tal vez un par de ojos,
aquel día no sabía... era una rosa tirada.
Con el reflejo de la luz, del sol, o de la sombra, noté
algo en la espalda,
era la luna muy tiesa y aplanada.
Tuve una idea genial: quedármela hasta la eternidad,
en mi tumba conservada con gran claridad.
DANI. (9 años)
Veinticinco años después.
Durante el tiempo que tuve la tienda, al menos cuatro
días por semana iba a Barcelona a por género.
Durante casi todo el trayecto, y desde el autobús,
divisaba el Templo del Tibidabo. La vista y el corazón
no se apartaban de la preciosa imagen, y con las lágrimas
y rezos, pedía por todos los niños que allí
se encontraban. Puse la foto en la Sda. Biblia.
Mi cariñoso recuerdo al “Pequeño”
Gran Papa.
Extraído de la revista Tibidabo
Santa Teresa inspira a los poderosos
Mi recuerdo a unos amigos salesianos.
Mis labores
Son hojas de membrillo descarnadas
La cruz es de Palma
Cepillera
Pastillero
Muñequitos de lana de unos seis centímetros,que nos poníamos como adorno en el pecho.
El cabello es de mi hija Lucia.
Desde la cuna practicaron la religión. Luis (Palma)
1ª celebración del cumpleaños de Vicky
10 años
Por fin pudieron participar en algo (Vicky maquillada por
Luci)
Luci por ser la mayor no “pilló” nada
de diversiones. El trauma familiar la llevó a refugiarse en los
estudios. ¡Qué fuerza de voluntad!
Luis y Luci
Una de nuestras semanales visitas al Tibidabo.
Compraba estas estampitas y las regalaba
Mandé hacer estas tarjetas y las regalaba. Mi hijo
siempre llevó una consigo
Compré algunos centenares a Salamanca. Le dije al
Padre Víctor que qué le parecía si
las repartíamos a la salida de la Eucaristía,
y me dijo que no eran tiempos de estampitas. Supongo que
quería decir que más bien era tiempo de acción:
Yo obedecí y las mandaba en mi correspondencia a
pesar que él es un apóstol de la sonrisa.
Su eminencia Dr. Jubany inclinado detrás de Vicky
ofreciéndole pastas. Fue en el convento de Adoratrices
de c/ Salsees 12 en Horta. Estas monjitas hacen una repostería
por encargo deliciosa.
El día de su sepelio yo estaba en cama con altas
fiebres, pero no podía dejar de asistir. Solo pude
hacer esta foto testimonio. (E.P.D)
Sin coraje no se llega a ningún sitio ¡Bravo
Arantxa!
Perfiles por Vicky
Me sorprende comprobar que no hay dos ojos repetidos
Las lagunas de Ruidera en su estado más puro, en
la Mancha.
(excursión en 1953)
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