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También tenía un lindo patio “encantado”. Digo encantado porque el suelo estaba cubierto con cantos “pelados” como enormes peladillas.

Había el pozo de agua manantial y también dos árboles muy especiales. Uno era de lilas. Aquellos enormes racimos de finísimo olor. El otro era un Paraíso. Era enorme y daba un fruto que a los niños nos encantaba comerlo. Voy a tratar de conseguir uno y ponerlo en un sitio muy especial.

En la cámara de mi tío había cantidad de cajas de cartón llenas de bombillas que vendía en la tienda. Además era un “manitas”, sabía de todo. Yo no sé bien que hacía con tantas bombillas.

Me parece haber oído que la primera red eléctrica era de quince batios, después vendría un mayor voltaje.

El caso es que mi tío provisto de un “cautín” (cauterio) y un recipiente con brasas fundía él estaño de los casquillos y los cambiaba para adecuarlos a las nuevas necesidades.

También ocurría una cosa muy curiosa con esas bombillas. Es una anécdota que no sé por qué nunca la conté. Ni siquiera a mis hijos. Quizá por falta de tiempo o de ilusión, o quizá por previsión... no sé, no sé.

El caso es que hace poco la expliqué a mis hijas y nieto y se partían de la risa al comprobar que no se trataba de un sueño que yo tuviera. Se trata de lo siguiente, cuando los sobrinos subíamos a la cámara a jugar, tuvimos la ocurrencia de tirar las bombillas a través de una ventana que daba al patio. Habría unos tres metros de altura. Las dejábamos caer bien rectas y con el casquillo hacia el suelo y lo pasábamos bomba al ver que no se rompían. Creo que si no lo conté antes fue porque yo dudaba que se volviera a repetir el prodigio. O por pensar que aquel suelo era adecuado, o porque hubiera arena. Etc.

Aquí, nosotras pusimos un gran paño en el suelo como precaución y la dejamos caer a un metro de altura y de verdad que es alucinante.

Los fideos de marras los hacía, creo recordar, con agua hirviendo y ayudada con una maza. Pienso que era para que la masa no hiciera correa sino que, por el contrario, quedara quebradiza. Se le ponía condimento y sal y acto seguido se ponía la masa en la tolva de la máquina que era de unos 50*30*30, con la mano derecha se accionaba la manivela y con la izquierda bien abierta y el antebrazo se recogían los fideos que salían por la parte de abajo, de forma que colgaran por ambos lados del brazo unos cuarenta centímetros y se colocaban en unas cañas que pendían de dos sillas. Debajo se ponía un paño limpio, y una vez secos en corriente de aire, se recogían y guardaban.

Como apenas teníamos en qué matar el tiempo y los juguetes brillaban por su ausencia, acostumbrábamos a acompañar los entierros, tomando buena nota de todo. ¡Valía la pena!. Aquellos coches de caballos, auténticas carrozas; negro si era adulto, blanco si eran niños o solteros. Si se trataba de una persona relevante le acompañaba la banda municipal de música y a los tenues acordes de piezas fúnebres resultaba de lo más emotivo por aquel largo paseo bordeado de cipreses, símbolo de bienvenida.

Por mi familiaridad con aquel sagrado recinto, un día reparé en un nicho. Quizá porque aquel nombre “cantaba” en un pueblo manchego: era Herundina Limiñana Alemany. Debió ser de un accidente que se produjera por allí cerca, pues durante muchos años, no vi muestras de que alguien fuera por allí. También me fijaba en los versos que los familiares solían poner en los nichos, como:

Hija de mi corazón

Esposa de mis entrañas

mientras no esté con vosotras

no descansará mi alma.

Al desprenderte de mí

quedé muy desconsolado

para aumentar mi dolor

en mi corazón seis clavos. (seis hijos)

Como te ves, me he visto.

Como me ves, te verás.

Que desengaño de mundo

aquí vendrás a parar.

Que nuestra despedida sea una cita para la eternidad.

Nació para morir y murió para vivir.

Los niños de la postguerra tuvimos mucha relación con los cementerios y es que era el lugar donde más movimiento había y los niños, que siempre estábamos en la calle, nos gustaba meter la nariz en todas partes. Y el dramático tema de la tuberculosis entró en casi todas les casas. En el cementerio metíamos la cabeza entre las piernas de los dolientes y veíamos como sacaban al difunto que hubiera en el nicho, lo ponían en una sábana y presionándolo dos o tres hombres lo reducían, lo ataban y lo ponían sobre las piernas del nuevo difunto. Debajo del altar mayor de mi parroquia había una pequeña fosa a la que se accedía por una rampa y ésta estaba tapada y oculta. En la fachada, en escuadra, había un ventanuco con rejas y así desde la calle y en línea recta coincidía la caja con el nicho (abría unos ocho nichos). Y como todo fue profanado, las calaveras campaban a sus anchas. Los niños, jugábamos bajando por la rampa y saliendo por el ventanuco como si del mejor tobogán se tratara.

Recuerdo de cuando tenía unos 4 años, mi hermano y yo escenificábamos la canción de “Hola Don Pepito”. Cuando venía alguna visita o familiares, nuestros padres nos hacían representarla y a todos hacía gracia por nuestra corta edad, 4 y 6 años aproximadamente. Nos mandaban ir a habitaciones distintas. Salíamos, caminábamos y hacíamos la encontradiza. Uno ponía la mano derecha en el hombro izquierdo del otro a la vez que decía “Hola Don Pepito”. El otro hacía lo mismo diciendo “Hola Don José”.

Otra palmada, “¿pasó usted por mi casa?”

Otra palmada, “por su casa yo pasé”

Otra palmada, ¿me trajo usted la silla?

Otra palmada, “De la silla nada sé.”

Otra palmada,”Me cago en su abuela”

Otra palmada,”Y yo en la de usted.”

Otra palmada,”Adiós Don Pepito”

Otra palmada,”Adiós Don Jose”

Cuanto más fuerte era la palmada, más gracia hacía.

Tendría yo unos 12 años y por lo visto estaba mal de calzado en aquella época. El caso es que yo había visto en la cámara unas sandalias de tiras lo menos del número 44. El caso es que sin pensarlo dos veces corté las tiras a ras de suela y con unas suelas que yo hice de cartón, las cosí y ya tenía el problema resuelto. Pues nada, yo tan contenta me las pongo y me dirijo a la procesión de la Virgen del Carmen que salía de las M.M. Carmelitas. Pero ocurrió que como era pleno verano, las vecinas próximas habían regado la acera y yo no preví el desastre que podía suponer pisar el agua. Así que paso a la Iglesia y a los primeros pasos compruebo que tengo el pié en el suelo, me fui arrastrando hasta la puerta y opte por quitármelas pero tampoco fue fácil llegar a casa descalza por que el suelo abrasaba y tenía que ir esquivando para que nadie me viera.

En la adolescencia y en complicidad con una prima teníamos las mil y una curiosidades y nos las arreglábamos como podíamos ya que no podíamos contar con los padres.

Yo tenía 15 años y mi prima 16 y no teníamos la regla y estábamos “preocupadas” por que otras amigas más jóvenes la tenían. Así que un día escribimos una nota (como si fuera un recado de nuestros padres) en la que ponía "Algo para que desarrolle la naturaleza". Sin más nos fuimos a la farmacia a ver que pasaba. No nos preguntaron ni nos dijeron nada, creo que en tal caso me hubiera desmayado. Pues bien nos dieron un jarabe y la cara se nos infló como un globo. En casa se extrañaron un tanto pero suspendimos el “tratamiento” y fue remitiendo. También probamos las "Píldoras Circasianas, para las marianas". (las domingas, que diría Sara Montiel.)Con estas píldoras, no ocurrió ni fu ni fa, así que hartas de experimentos lo dejamos y las cosas fueron llegando en su momento. También se usaba el maquillaje Roberta y nos poníamos que si nos hubiéramos caído nos descascarillábamos.

Era la época del “Ungüento Unciones”, las pastillas Laxen-busto, complementos de vestir de plexiglás las uñas en punta. La “coca” postiza en el pelo... etc.

Como digo a falta de juguetes nos las ingeniábamos para matar el tiempo. Cogíamos un cascote de loza de un plato roto, y con una piedra lo convertíamos en un circulo de unos 3x3 cts. A continuación con un cristal puntiagudo, agujereábamos en el Centro, girándolo de derecha a izquierda y a la inversa hasta que cabía en el dedo. Después lo frotábamos por fuera sobre una piedra áspera y le dábamos forma de anillo, incluso le dábamos forma de sello. Era el regalo habitual que hacían los niños a las niñas. Toda una gran prueba de afecto.

Como Yo estaba a cargo de mi hermano pequeño, Yo le tenia advertido que si alguna vez nos preguntaban si habíamos comprado pasteles que dijera que no. Pues él, en su inocencia, un día me delató y recibí una reprimenda. Eran unos pasteles surtidos, deliciosos que a los dos nos encantaban. Valían tres ptas. la docena. Pues bien en una ocasión vino una tía a visitarnos y nos dio unas monedas para que nos compráramos unos pasteles. De regreso mi Tía nos preguntó si los habíamos comprado y el niño se apresuró a decir que no. Yo le decía, sí, hoy sí, y él que no y que no, el caso es que no hubo manera de que dijera que sí. Al extremo que mí tía Lina se quedó con la duda. Mi Tía era esposa de ferroviario con lo cual tenía los viajes gratis y cuando le daba la idea venía atraída por los pasteles de "Casa Basilio". Tengamos en cuenta que acabábamos de pasar la guerra, hoy comprendo que no tiene ninguna gracia hacer mentir a un niño pero es que yo también lo era, 3 y 10 años.

Cuando solo teníamos cinco céntimos íbamos a la tienda de la hermana "Teresica" (allí en lugar de decir señora decíamos hermana) era una anciana que vivía en la calle Graciano Atienza , y pedíamos cinco céntimos de "todo revuelto": Era un cucurucho de frutos secos variados. Recuerdo también que muchas veces iba a la tienda de D. Carlos a comprar. Eran tiendas muy simpáticas. Lo mismo te preparaban una pintura para las puertas como vendían encajes.

Pues bien, yo tendría 9 años y llevaba a mi hermano en brazos. Yo decía, “quiero unos calcetines blancos para mi chico”.

Los dependientes eran dos chicos jóvenes. Recuerdo que se miraban, se reían, y decían... “Fíjate, su chico, y parece que fue ayer...”

Sin duda yo iba cansada y lo primero que hacía era sentar a “mi chico” en el mostrador. Si no había clientes me lo permitían pero cuando había, recuerdo que con cariño y consideración me explicaban él por qué aquello no estaba bien.

Resumo esta época de mi adolescencia con aquella frase de Graham Greene en la que dice "el que no tiene un biógrafo ha de “escribirse” su vida el mismo”.

Las chicas cuando tenían 15 años empezaban a coserse y a bordarse el ajuar. Todo era por docenas: toallas, sabanas, pañuelos de mano marcados con las iniciales. A nadie le faltaba media docena de peinadores, cubre-jarras, cubre-vasos, bolsa de peines y hasta faltriqueras. Se hacían de percal raso o seda, incluso las braguitas y los sujetadores. Como las casas eran grandes, se ponían tableros y mesas y allí se exponía todo durante unos días en que pasaban todos los invitados y vecinas a verlo. Allí las chicas, cuando tenían novio no salían apenas a la calle, y cuando lo hacían era acompañada por algún familiar casi siempre la abuela o el hermano pequeño. Solo tenían ”licencia" para ir solas las que salían desde la casa con el velo puesto. Indicando así que iban a la iglesia. Y si por casualidad rompían el noviazgo, adiós ajuar y adiós años de sacrificio, porque te quedabas solterita. Por eso cuando formalizaban el compromiso debían estar presentes los padres para así dar más fuerza al acto. Y llegado el caso de ruptura se lo reprochaban diciendo "te has reído de la cara de mí padre". ¡Toda una tragedia!

Los que llegaban al matrimonio, un día o dos después de la boda se dedicaban a visitar a familiares y amigos los cuáles los invitaban para que fueran un día a comer y esta era toda la luna de miel que tenían. El vestido de la novia también era negro, solo las clases pudientes se casaban de blanco y poco a poco nos fuimos aproximando. Las madres de las novias tampoco iban a la ceremonia, lo mismo que no iban a los entierros. Había que quedarse en casa llorando la pérdida. Recuerdo un caso en que la madre no pudo resistir la tentación e iba de esquina en esquina para ver lo guapa que iba su hija, procurando no ser vista porque se iba andando desde la casa a la iglesia y viceversa.

Allá por el año 1952 ocurrió algo sensacional. Llegó al pueblo una carpa con un teatro ambulante. No tan ambulante porque estuvieron 4 o 5 meses. Era la compañía "LUQUE SALGUERO". Eran dos familias majísimas. Los SALGUERO eran los señores padres de nuestro actual actor Manuel Salguero. El cual junto a su guapísima hermana representaban preciosos sainetes para nuestro disfrute. Ahora nos deleita en “La casa de los líos” como Sr. Jordi. A pesar de que aquí no tiene un gran papel, yo creo que lo borda. La modulación en los tonos de voz para cada situación es genial. Para mi modo de ver solo es superable por el mítico Don Carlos Lemos.

Eran una familia con clase y se hospedaban en el mejor hotel. Todos los domingos iban a Misa Mayor y causaban admiración. Sobre toda su hermana, con un imponente abrigo de pieles blanco. El caso es que cayeron muy bien. Manolo, alto y delgado era de impacto. A su hermana empezó a cortejarla un ricachón del pueblo, y nos hacia una gracia inmensa verlos pasear juntos al salir de Misa. Claro que ella siempre cogida del brazo de su señora madre. Fue todo un lujo tenerlos. Cuando se marcharon, aquella relación se rompió.

No sé si por el hecho de actuar en un teatro ambulante, el caso es que solo asistíamos la clase media y media baja.

Allí les cogió el invierno, y en la Mancha el invierno pica. Porque en el teatro de calefacción nada.

La sesión de tarde era soportable, pero por la noche había que ser muy apasionado del teatro para ir. Pero sí, lograron apasionarnos con su repertorio clásico y cordial como "Tierra baja", "Juan José el albañil", " La malquerida", "el divino impaciente", etc. Así que como nosotros teníamos horno de pan, todo el barrio venia con la braserilla a que le pusiéramos brasa y así poder tener al menos los pies calentitos en el teatro. Pues sí, aunque parezca un cuento así era. Todos al teatro con la braserilla. Y esto era a diario.

Nos sugirieron que en una nota les pidiésemos lo que queríamos volver a ver, ellos nos iban complaciendo a la vez que “enganchando”. Al principio recitaba la poesía “El seminarista de los ojos negros”. Pero debieron censurarla porque la retiraron del repertorio. Su hermana "bordaba" los bailes de “la danza del fuego”, "El gato montés", etc. Pero nunca se le vio más de la rodilla. Una componente de la compañía que llegó embarazada dio a luz allí. Supongo que a Don Manuel Salguero no le importará leer este relato, ya que a todos los actores y grandes personajes les gusta recordar sus comienzos, aunque aquí ya eran grandes.

Había una señora mayor de aquellas de rodete y siete refajos que no se perdía actuación. Y decía... “Hijos, el teatro da gusto verlo. Te enteras de “to”, porque en el cine estas viendo una cosa que te gusta y de momento te la quitan sin terminar”. Estas mujeres resumían el arte de la economía diciendo: “aráte, cabáte, y en tu casa estáte”.

Como digo el repertorio era blanco. La única nota picante la ponían la jovencísima pareja de baile “Nelly y Manolo” con su canción de “la machina”, y decía:

“ La machina es un baile de moda

que se baila en Rio de Janeiro

con las manos haciendo estas cosas

y moviéndose así con el cuerpo.

Los negritos de la Polinesia

que vinieron en viaje de bodas

al llegar a Brasil se enteraron

que este baile estaba de moda.

Por la noche cuando se acostaron

la negrita se puso a llorar

porque quería bailar la machina

cuando el negrito roncaba ya.

También por entonces, a mis catorce años, llegó a mis manos una antología de los poetas españoles. Me apasionó ese arte y debí leerlo tanto que “El tren expreso” y “Don Juan Tenorio” me los sabía de memoria. Y es que en mi pueblo había un cuadro escénico de lujo y cada año hacían la representación de Don Juan Tenorio, La Divina Pasión, etc.

En mi adolescencia yo observaba con asombro las hermosas cabelleras de las “niñas bien”, pelos laxos, dorados, brillantes, que me hacían pensar... si todos venimos del mismo creador, incluso si dicen que Dios es “algo rojillo”, como puede ocurrir esto. Incluso, ¿qué tendrá que ver ser rico, para tener esos cabellos, si eso no se puede comprar?. Después he comprendido que parte de la belleza física entra por la boca. De aquí aquella frase que dice ¡Qué guapos son los ricos! Aunque convendrán conmigo que muchas veces la suerte se equivoca de puerta.

-Papá, papá. ¿Es cierto que los ricos también lloran?

-sí hijo sí. Pero de la risa.

Incluso hay médicos que dicen que los ricos tienen enfermedades más bonitas e interesantes. Pues con su caviar se lo coman.

Era costumbre en el pueblo que, la cofradía de San Antonio ABAD (San Antón), pusiera en la calle un cerdo recién destetado y que lo criara el vecindario. En noviembre se rifaba y con el importe se hacía frente a los gastos de la ermita, a la gran fiesta de animales que representaban y al obsequio que nos hacían a todos de un cucurucho de “tostones” (trigo y cañamones tostados). Como digo el vecindario acostumbraba poner en la puerta un recipiente con los desperdicios del día. Mi abuela era de las "fijas". Un día que mi abuela se retrasó en sacarle la comida éste refunfuñaba en la puerta y como no salían entró. A la vez que mi abuela le decía " ya bajo, espera, espera", pues el cerdo sin pensárselo subió las escaleras en busca de mí abuela cuya voz y diálogo tanto conocía. La sorpresa fue enorme y tuvimos que pedir ayuda para bajarlo por miedo a que se lastimara y nos pidieran responsabilidades.

Entre los juegos habituales que teníamos, como las cuatro esquinas, las cinco chinas, la madre abadesa, el calienta manos, el que más me gustaba era el juego de la sardina: Consistía en ponerse dos hileras de chicas, unas frente a las otras y con las manos cogidas al antebrazo de la chica de enfrente (cuantas más chicas mejor) formando así una especie de raspa de sardina, una chica sube por un extremo y el conjunto, a base de impulsos, la van conduciendo al otro extremo.

Los olores que recuerdo son sobre todo dos: el de aquel chocolate Royal que me daba mi tío Juan. Eran tabletas de media libra compuestas por ocho “onzas” cuadradas, las cuales llevaban grabados diminutos cuadros, eran de un sabor especial. El otro olor es el de las cocinas económicas que había en las casas de los señores dónde iba a coser. Sin duda el olor del hierro candente mezclado con el olor de los alimentos producía aquél contraste especial que aún recuerdo.

Mi abuela que era la que cocinaba, sólo pudo disponer de una chimenea (con mal tiro) y sarmientos casi siempre mojados. Y sopla que te sopla, sacaba unas comidas excelentes. Hacía una sopa de huevo con la que nos sanaba cuando caíamos enfermos. En aceite caliente sofreía tres ajos a continuación sofreía unas finas rebanadas de pan del día anterior(.50 gramos) y por último la clara de un huevo desmenuzándola en la sartén, acto seguido se pone agua que cubra bien y sal. Después de cinco minutos de ebullición y con el líquido justo se aparta del fuego y se le añade la yema sin dejar de remover durante 30 segundos hasta que cuaje, mi abuela le añadía ocho cominos tostados y machacados. Probadla.

También tenía un remedio súper eficaz contra la descomposición del vientre y es el siguiente. Eso sí, había que ir a Casa Basilio a por un trozo de bizcocho “pardo”( lo de pardo sería por el color). Se tomaba un trozo y un vaso de zumo de limón. Esto tres veces al día y listos y alimentados.

Todos conocemos la frase de Jesús que nos dice “ por tibio te vomitaré”. Quizá mi abuela lo conocía y por eso nos decía que la sopa había que tomarla “soplo y sorbo”. También lo heredé. Por eso es, que toda la vida he traído “mártires” a mis hijos, pues antes de poner los platos en la mesa ya estoy diciendo “venga que se enfría”. Ellos no lo podían soportar, y yo no me podía corregir.

Cuando mi abuela hacía tortilla la servía partida a dados de 3 x 3 centímetros. Así quedaba más divertida. Yo le añado al plato unas olivas negras y verdes (ella no las tenía).

También he heredado su costumbre de no sentarme a la mesa, le gustaba servirnos, y en sus constantes idas y venidas a la cocina le decíamos “venga, siéntese ya, que esto se termina” y ella, parte de humildad, parte de verdad, decía “ no sufráis nunca por las cocineras”, y al terminar de comer decía “ya he matado a quien me mataba”.

Entonces no había costumbre de las dentaduras postizas. A ella le quedaban dos dientes, uno arriba a la derecha y otro abajo a la izquierda. Así que era un delicioso poema verla tratando de masticar; jamás la oí quejarse ni lamentarse por nada.

Yo ya no lo viví pero contaba mi abuela que en sus tiempos las campanas de las iglesias tocaban anunciando los diferentes acontecimientos que ocurrían en la ciudad. Existía el toque de arrebato para cuando había algún incendio o un atropello en la vía del tren.

Por esto, cuando yo le pedía algo que ella no estaba dispuesta a concederme solía decir “ lo haré cuando toquen a nublo (cielo nublado)”, esto es por la cantidad de toques que había. Otras veces decía “si tocaran a “descasar” qué carreras íbamos a ver”. En aquellos tiempos el divorcio era impensable pero ella ya lo intuía.

Las campanas de los tres conventos que habían nos recordaban algunas de las muchas veces que iban a hacer oración, como Maitines, Angelus, Vísperas, Completas. Así que todos sabemos un poco lo que es vivir a toque de campana. Pero ahora es peor sin duda.

Otra de nuestras distracciones, y no sólo de jóvenes sino también de mayores, era ir a la estación a ver la llegada de los trenes. Desde luego, contemplar la llegada y la partida del llamado “Shangai” era todo un espectáculo. Los viajeros amontonados se salían por las ventanillas, se colgaban en los estribos, las plataformas a rebosar, era algo descomunal.

Había señoras mayores que ofrecían un traguito de agua a cambio de “la voluntad”. Recuerdo que botijo en alto gritaban “Agua fresca de la yaya”. No sé que querían decir. ¿Dirían abuela en catalán?.

Esto se daba cuando salían a la llegada del “sevillano”. Era aquel rápido que hacía el trayecto Sevilla-Barcelona pasando por Albacete y Valencia. (Lo de rápido se estableció en comparación con el Shangai). Por eso es que aquellas ancianas ya suponían que en aquel tren viajaban catalanes y de ahí lo de yaya. Otra cosa no se me ocurre. Recuerdo que usábamos bastantes palabras catalanas como “cap i cua” (cabeza y cola) o “tarja”. Allí llamábamos tarja (tarjeta en catalán) a la deuda que iban acumulando los clientes en la tienda, pues se acostumbraba a pagar de cosecha a cosecha por lo que se decía “menuda tarja tienes”.

También recuerdo que cuando íbamos al colegio llevábamos los libros en una maleta diminuta. Bueno, había varios tamaños, pero entre treinta y cincuenta centímetros de cartón duro al cual llamábamos cabás. Cuando vine a Barcelona comprobé que se fabricaban aquí y que el nombre de cabás, equivale a capazo. Se supone que el comerciante, al ver que la factura ponía cabás, lo vendía como tal. En mi pueblo hay bastantes apellidos catalanes como Plà, Garrigós, Lledó, Rosell, Amorós..., los que yo conocí, todos tenían negocio.

Referente a los trenes, se hicieron algunas coplas. Yo recuerdo una que compusieron con la música de aquella bonita canción, cuyo título no recuerdo, pero que decía:

“Pasan que pasan los años

sin conseguirte mi pecho

y el daño que tu me has hecho

nuevos amores podrán borrar.”

La réplica decía:

“Pasan que pasan los trenes

Van llenos de bote en bote

Repletos hasta los topes

Y los asientos llenos están

Por fin me agarró al estribo

Y un “payés” sube detrás

Y como me pisa un callo

Yo las estrellas veo brillar.

El revisor interviene

A uno que no ha pagado

Ahora he “subío” contesta

Y hace tres horas que va sentado.

Un bulto por aquí, un bulto allá

De estraperlistas que no te dejan en paz.

Hay cada “pinta” que aquel que está en la higuera

Le roban la cartera y hasta el reloj también

Los gitanillos debajo los asientos

El recorrido gratis suelen hacer.

Como sardinas en lata

Igual que olivas rellenas

Las plataformas van llenas

y las patatas al por mayor

Yo no lo sé, porque será

Que hoy en los trenes no se puede ya viajar.

Más yo no sé porque razón

que los asientos “pa' ” los hombres siempre son.

Como ya dije, la palabra hortera se refería a la fiambrera. El diccionario español no aclara este concepto. Pero el diccionario catalán dice que es una Cassola (cazuela) y teniendo en cuenta que Huerto en catalán es Hort, es de suponer que la hortera era el recipiente en que se llevaba la comida al huerto. También solíamos usar la palabra Detall, tambien recuerdo que cuando nos mandaban a comprar el pan siempre nos decían en casa, “No te olvides de pedir la “torna”. La torna era un trozo de barra de pan o de rosca que nosotros recibíamos como regalo. Las piezas que salían defectuosas del horno las troceaban y las regalaban. En catalán, torna es vuelta.

Yo pienso que hace muchos años, (quizá cientos), habría un panadero catalán allí que si no tenía los céntimos del cambio daba un trozo de pan como torna (vuelta). Esta costumbre se daba sobre todo en el pan pero nosotros lo trasladábamos a todos los sectores y lo mismo si comprábamos tejido o pescado, pedíamos la torna y así el pescadero ponía un par de boqueroncitos más.

¡Qué chulas son las mezclas!

Al quitar la tienda me dedique a coser a la vez que tuve la oportunidad de hacer un cursillo de "Técnicas de Ventas" que ofrecía la Generalitat. Fue muy positivo y algunas lo aprovecharon muy bien, sobre todo las más jóvenes encontraron buenos trabajos.

Los profesores, al final, nos pidieron una valoración personal. Cada una aportó su opinión.

"El curso ha sido muy positivo en general, por nuestra edad y escasos recursos ya nos creíamos retiradas de la circulación pero aquí nos han dado tal impulso y optimismo que hasta se nos olvidan los años”.

¡Ojalá no cuente la edad para contratarnos!. ¡Ellos se lo pierden!. Las ventas han sido muy completas, si no tenemos la oportunidad de vender al menos sabremos comprar mejor".

"Yo cuando voy a comprar no me gusta que me atosiguen los dependientes. Deseo ver todo antes de decidirme. Las dependientas/ es, a la primera cosa que tocas, ya empiezan a hacerte "el artículo" "es muy elegante, le queda muy bien, etc.". Si me dan libertad compro, si no, me marcho ante el "peligro" de comprar sin estar segura. Por tanto prefiero que haya variedad y dependientes correctos y prefiero cosas baratas y buenas a la etiqueta y elegancia del establecimiento. Si es moda o no, yo ya lo he visto en escaparates y revistas. Si se trata de alimentos, la vista y la etiqueta te lo dicen ( aquí sí que cuenta la etiqueta). Yo me espabilo en comprar lo mejor porque si te fías exclusivamente del vendedor, te llevarás muchos disgustos”.

Dedicado al grupo de profesoras y compañeras del cursillo de "Técnicas de Ventas", en 1991 en Granollers.

¡Cuan fugaz es del mundo la alegría!

Hace poco, preparábamos gozosas.

libros, cuadernos, tan afanosas,

para iniciar una etapa en nuestra vida.

Fue extraordinario, emotivo y breve

como un suspiro de doncella enamorada.

qué suerte conocer a tales "Profes"

con tal bagaje cultural a sus espaldas.

Por tanta voluntad y tanta entrega

como pusieron en culturizarnos.

creo que si tuvieran el don de los milagros,

a todas, a su altura nos pusieran.

Y, que decir de nuestro lindo grupo,

que como grupo es una amalgama

de una España recia con ansias de triunfo,

en "aquesta terra" de triunfos cuajada.

En fin, amigas, el curso termina.

es indescriptible la emoción que siento.

que se os conserve la ciencia adquirida

y si es posible que vaya en aumento."

Firmado. M.G.

Existen siete grupos de clientes:

Yo pertenezco al grupo de "cliente sentimental".

Como persona. Sencillo y de apariencia discreta, servicial, de fácil comunicación.

Como cliente. Fiel y regular: rentable.

Deseos. Le gusta la juventud, las relaciones humanas,

las visitas regulares, ser comprendida, la mutua estima.

Fiel.

Temores. Abuso de confianza, el conflicto, las

personas interesadas.

Como estimularlo. Clima de confianza. Reparar los errores.

El cliente opuesto a mi es: ”cliente innovador”

Como persona. Egocéntrico, brillante, de palabra fácil, demasiado arreglado, engreído.

Como cliente. Atraído por la novedad, le gusta que le adulen.

Deseos. De consideración, de posición, le gusta aconsejar y los cumplidos.

Temores. No le gustan ni los consejos ni los inferiores.

Cómo estimularlo. Aspecto cuidado, las felicitaciones por todo, decirle que se tiene un proyecto a su medida, darle la paternidad de las ideas.

Cuando voy a comprar género fresco ya sé que debo ir con los ojos bien abiertos. Además de parecerme buen género, pregunto “ ¿es fresco?” A lo cual el dependiente suele responder, “No. Es de la semana pasada”. Yo le apostillo “no trates de engañarme con la verdad que sabes que a veces no lo es”. Se suaviza un tanto y dice “si esta malo me lo devuelve”. Y yo me pregunto ¿por qué causar esta molestia al cliente?. ¿No es más justo que cada mañana ellos comprueben la mercancía?. El cliente paga por un género en buenas condiciones y no por tomaduras de pelo ni molestias innecesarias.

Otro día pregunto a una panadera si las pastas eran del día. La respuesta fue parecida a la del “super”. Le dije, “no debe extrañarte que te lo pregunte, pues por tu madre sabrás que muchas veces nos dan gato por liebre”. Se sonrió por lo bajo y me buscó buen genero.

Y no por esto hay que cambiar de establecimiento si este nos interesa por cualquier razón (pues en el otro pasará lo mismo). Y os aseguro que con una vez que exijáis vuestros derechos será suficiente para que os atiendan como es debido. Ya no entro en que pongan papel sobre papel y más papel, por que en esto sí que no hay nada que hacer.

Cuando yo tenía la tienda y vendía género fresco, si ocurría que los sábados sobraba carne, hacía lo siguiente. Freía para dos o tres comidas y el resto lo ponía en sal que después vendía para el caldo. Por eso mi santo hijo, a la hora de comer, solía decir “ mama, las tienes repes”.

Pienso que todo el mundo sabe hacer las cosas bien. Pero el “timo” está a la orden del día.

Un ricachón mentecato,

ahorrador empedernido

por comprar jamón barato,

lo compro medio podrido,

le produjo indigestión

y entre botica y galeno

gastó doble que el jamón

por no comprar jamón bueno,

él nos dice que fue un loco

puesto que economizar

no es gastar mucho ni poco sino saber gastar.

El Poder de la imaginación

Por mi tierra existía un tipo de mujer, a la cual, de forma despectiva llamaban “carasolera”. Estas aprovechaban los ratos de sol del invierno para salir a tal o cual esquina a hacer sus trabajos de costura. El repecho de mi casa era un buen punto de reunión.

Salían cuatro o cinco con su sillita baja, se colocaban sobre las rodillas una almohadilla, quizá para no tener que doblar tanto la espalda. En el lateral de la almohadilla tenían pequeños bolsillos para hilo, tijeras etc. Se colocaban un trapito blanco en la cabeza ( yo nunca pregunté por el significado del trapito) pero sin duda ellas ya sabían que evitaba las insolaciones. Unas hacían jerséis, muchas tejían calcetines y medias de estambre con cinco agujas, otras ponían asientos de enea a las sillas, y la mayoría ponía piezas. Antes se ponía piezas a todo: sabanas, pantalones, calzoncillos, incluso a los calcetines se le ponían “plantillas”. A su lado aprendí a poner piezas con unos corneros impecables, los zurcidos más perfectos y ojales de concurso.

En sus conversaciones también eran muy sagaces e intuitivas. Allí para decir que una mujer era muy limpia, decíamos que era muy curiosa. Por esta razón una comentaba que de “la curiosidad que Dios había puesto en el mundo, la mitad la tenían las monjas y la otra mitad estaba repartida entre el resto de las mujeres”. De esto se deduce que nos separa de las monjas un alto grado de “curiosidad”. Quizá ellas ya lo habían experimentado debido a que allí existen desde tiempo inmemorial tres conventos y, a pesar que eran de clausura, siempre se trasluce la “curiosidad”. Por la pulcritud en los ornamentos, lo impecable de sus hábitos, la perfección en sus labores. Dominando la técnica a la perfección, bordaban a bastidor con dos dedales, la mano izquierda debajo recibiendo la aguja que venía de arriba; de la mano derecha. Conforme iban adelantando el bordado lo cubrían con papel de seda.

Un día nos decía D. Antonio, “he tenido que visitar a una monjita carmelita enferma y os aseguro, que jamás hubiera imaginado que pudiera existir tanta pobreza y tanta limpieza juntas”. Yo a veces hablaba con ellas a través del torno, sobretodo con Sor Margarita, que era la tornera. En una ocasión yo había confeccionado un traje de cristianar y estaba súper orgullosa del resultado. El caso es que yo, presa de una vanidad incontenible quise que lo vieran. Se lo pasé por el torno, lo sometieron a examen y me dijeron... “Sí, es muy bonito, pero el dobladillo has de hacerlo al final, el lacito debería ir más arriba, la última lorza no es necesaria, y los ojales son muy grandes” (sin comentarios). Tuve la suerte que a la clienta le encantó y me lo pagó muy bien: ciento veinticinco pesetas.

Volviendo a mis vecinas, diré que en una ocasión pasó por allí una joven verdaderamente escandalosa en aquellos tiempos. Súper corta, súper entallada, súper todo (palabra de honor que era forastera) y decían que las chicas que se emancipaban en aquellos tiempos, iban “a por todas” ( yo pienso que habrían honrosas excepciones). El caso es que una comentó -Mirad, por ahí va una moza de servicio”. A mí ese adjetivo no me sonaba de nada, solo lo había oído lo de sirvienta y criada. Por tanto pregunté que era eso de moza de servicio, y ella, tajante, y posiblemente presa de un recalcitrante puritanismo, dijo, “puta y ladrona”. ¡Hala... como se pasaban!.

También tarareaban canciones, o sea, coplillas de jota, comentaré alguna convencida que los niños no leerán el libro y en cualquier caso la misma posibilidad hay de que lean este como de que lean el diccionario de Don Camilo.

“El que nace pobre y feo

Se casa y lo hacen cabrón

Se muere y va a los infiernos

¿qué ha de agradecer a Dios?”

“No he visto cosa más fría

Que las manos de un barbero

El culo de una mujer

Y el ociquito de un perro.”

“Una morena se vino

Al abrigo de mi manta

Yo la recogí con gusto

La caridad nunca falta”

Brindis

“El elefante tiene la fuerza en la trompa

Las águilas en el pico

En el culo la mujer

Y yo la tengo en el brazo

Para cuando llega el caso

Empinar para beber, perdón, perdón.”

Brindis

“Mi más amiga es la bota

Mi mejor amigo el vino

Sin él mi vida está rota

Sin él no tengo destino.

Pero cuando estoy borracho

Mi vida es todo placer

Si no me tengo me agacho

pero que rico es beber!

(Mil perdones)

También contaban que en cierta ocasión estaban reunidas unas cuantas señoras (antes se las llamaba Amas). Pues bien, estas Sras. hacían este comentario: “Chicas, hay que ver lo mal que está el servicio”. Lo cual que la criada pasó por allí y lo oyó y sin señalar ( como diría Gila), dijo, --”Pues anda que el amicio”.

También creo que había un pastor al cual le había llegado la hora de buscar novia pero debido a que había estado siempre en el campo, no conocía las costumbres de la ciudad. Ni siquiera sabía lo de los “garbanzos tostados”.

El caso es que se le ocurrió decirle al señorito que le diera alguna pista, al menos para romper el hielo de la primera entrevista. Y sí, sí, el señorito le dijo, -mira, cuando ella salga a la ventana, tu dices “está la noche entre oscuro y opaco, y con el crepúsculo no se distinguen los objetos” y ya verás que buena impresión le darás.

La chica por su parte pensaba... “fulanito, ya lleva una semana rondando mi puerta. Acera arriba, acera abajo. Ya me ha demostrado que verdaderamente está interesado en mí, por lo tanto mañana ya saldré a hablar con él. Pero, ¿qué se dice el primer día?. Lo que haré será, que esta noche escucharé lo que la señorita habla con su novio, y así ya tendré una orientación”. La Srta. Decía... “decías que me amabas y no me amas. Te detesto.” “¡Qué bonito!” ”¡¡Quedaré de bien!!”.

Pues nada, a las diez de la noche, la chica abre la ventana y...

--Buenas noches--.

--Buenas noches--.

--Él --Está la noche entre el culo y el papo y con los entreculos no se distinguen los ojetes--.

--Ella -- Creía que mamabas y no mamas, te desteto--.

Bueno, pues con este bagaje, llegaron a un entendimiento y se casaron. Pero al día siguiente, bien de mañana, él con su alforja al hombro se marchaba al campo con sus ovejas y al verlo, un vecino le preguntó, “pero hombre, adonde vas tan temprano, no te casaste ayer?. Él le respondió “Si chico pero “to” cansa”.

Ya aquellas sabias mujeres de mi barrio solían decir en sus comentarios. “ Los hombres son como el culo que solo sirve para una cosa”. Bien, yo más absurdamente generosa les otorgo también el mérito al trabajo pero la verdad es que allí, un pueblo eminentemente agrícola trabajaba la mujer a la par que el hombre lo mismo si eran pequeños terratenientes o asalariados.

Eran muchas las chicas que lo hacían. Se ponían unos pantalones debajo de la saya y dale que te pego. Lo mismo hacían hoyos para la vid como segaban o trillaban.

Una buena prueba de ello es la pintura de “la siesta”de Van Gogh o “las espigadoras” de la Zarzuela etc. Por eso ellas consideraban que el hombre no merecía ninguna distinción por su trabajo y según ellas solo servían para hacer hijos.

Además de las trabajadoras habituales, cuando se trabajaba en las grandes cosechas como la mies, uva y legumbres iban o íbamos medio pueblo. Los capataces de los grandes terratenientes contrataban cuadrillas de treinta o cuarenta chicas o chicos y el trabajo duraba entre veinte y treinta días. Se ganaba un dinerito que se aportaba a la casa y que ayudaba a terminar de pasar el año.

El trabajo era duro, pero la alegría y algarabía de la juventud lo hacía más llevadero. La jornada era “de sol a sol”, o sea desde el alba hasta el ocaso. Así que te levantabas a las siete y sin tomar nada te marchabas al ”tajo”. A las nueve veníamos para almorzar. Almuerzo que consistía en arenques, queso o tocino y pan, mucho pan. Y vuelta al trabajo. La comida era a la una y una hora antes, y por riguroso turno iba una chica a hacer la comida para todas. Esta vez consistía en gachas, o tortilla, o patatas con bacalao, o lentejas. No existían las neveras y por lo tanto no se podían usar productos perecederos. Media hora de relajo y otra vez al campo hasta las siete. La “capataza” compraba los víveres y después lo dividía entre todas y le pagábamos nuestra parte correspondiente. A media tarde posiblemente hubiera media hora de descanso bajo la sombra de algún árbol. Eso sí después de la cena se montaba la marimorena. Entre bailes, juegos y payasadas nos daban las once que ya era mucho. A la hora de dormir hacíamos “cama redonda”. Era una enorme cama en el suelo. El colchón se componía de hojas secas y paja cubiertas con mantas y a continuación cada una ponía sus sábanas. Ocurría que si alguna tenía la menstruación le costaba encontrar aposento. Todas decían “Aquí no”, “A mi lado no que me lo contagias” etc. etc.. Y es que no se sabe porque extrañas razones este asunto se “contagia” y claro no era nada apetecible tenerlo en aquellas circunstancias. Después he oído que sí se saben las causas físicas de este extraño fenómeno.

Por entonces estaba de moda el rostro blanco. Pues a algunas no nos gustaba que después en el pueblo y en las fiestas nos tomaran por pobres labriegas. Así que unas por una razón y otras por otras nos tapábamos la cara hasta la saciedad. Nos poníamos un pañuelo en la cabeza, tapando la frente con aquel pliegue en las sienes tipo monja y la anudábamos debajo de la barbilla. A continuación nos poníamos otro a modo de asaltante de caminos anudado detrás y el trozo que quedaba lo cubríamos con unas gafas de sol. Además decían que la propia respiración era estupenda para el cutis y es que, como sabemos, el vapor hidrata.

Cuando se aproximaba la hora de plegar, alguna se atrevía a decir coplillas de esta guisa.

“Ya se está poniendo el sol

Ya dan sombra los gasones

Si al capataz le da rabia

Que se toque los... “

Bueno, qué quieren que les diga sino que cada época ha tenido sus dolores y sus ilusiones. Pero la verdad es que el ingenio nunca estuvo parado.

Como digo, yo fui un par o tres de veces y considero que siempre tuve más fuerza de voluntad que física. El caso es que en una ocasión tuve unos dolores tan fuertes de riñones que me produjeron fiebre.

La encargada decía de traerme a casa. Yo llevada por el amor propio dije que no y tras dos días de reposo pude proseguir, claro que con ayuda de todas. Para la recogida de legumbres te pones un surco entre las piernas y vas caminando agachada a la vez que vas arrancando la mata seca y punzante por la raíz. Se van sujetando en el pecho con la mano izquierda y pasados unos metros todas lo depositan juntas formándose un montón considerable, que después alguien recogía.

Como yo casi siempre iba atrasada, (aquí el amor propio no tenía nada que hacer) las más adelantadas, porque las había que eran auténticas fieras para el trabajo, me iban quitando matas de mi surco para hacérmelo más llevadero. Se decía “hacer una ventana”. Es posible que también contribuyera a la curación el remedio que me aplicaron.

Una decía que para el dolor de riñones iba muy bien hacer lo siguiente: me ponía en la cama boca abajo y ella descalza se subía sobre mis riñones. Antes nadie sabía decir el porqué de las cosas, todo era “porque sí”. Yo pienso que si sería para bombear algo o descongestionar. El caso es que he venido comprobando a lo largo de mi vida que todas las predicciones de aquellas mujeres se han venido cumpliendo como sentencias. De cualquier forma ahí queda la anécdota.

Pienso que quizá por el hecho de tener que llamar a los padres de usted, nos distanciaba más de ellos. Quizá era la forma de ser solamente padres, y así hemos salido, duros como el pedernal. Yo creo que se ha ganado en confianza y que los hijos puedan contar con una mano amiga y experimentada que les haga más fácil la complicada travesía de la vida.

No nos quepa la menor duda que era la necesidad la que hacía que aquellos padres fueran tan duros. A veces algún hijo decía, “madre, estos garbanzos están duros” y como no había otra cosa, la madre le respondía, “venga, a comerlos, que así más tiempo te duran en el estómago”. Otro decía, “madre, tengo gana”. Respuesta, “pues acuéstate, que un cuerpo tendido aguanta mucha hambre”. Otras veces los hijos decían “madre llevamos cinco días comiendo lo mismo, y la madre respondía, “el estomago no tiene vidrieras” ( o sea que nadie lo ve) no cabe duda que la madre comía de lo mismo y quizá menos ración.

Casi a diario había que ir al campo a coger hierba para los conejos o collejas para hacer la cena, y a veces los hijos se quejaban alegando que llovía o que amenazaba lluvia, a lo cual la madre les decía, “eso no tiene importancia, el agua, al llegar al pellejo escurre”.

Parte de estas collejas, se les quitaba el tallo, se lavaban bien, y se les llevaba una gran fuente de ellas a alguna de las señoras del pueblo, la cual entendía el mensaje y les daba un trozo de tocino. En los años ochenta tuve de clienta a una estupenda Sra. Mayor, la cual, al ver las exigencias de nuestra juventud, a la hora de comer, solía decir, “deberían volver los años cuarenta pero sin tiros”.

Ya sé que tener suma confianza con los hijos no es la clave del éxito. Pero ¿alguien la tiene?. Por lo tanto puede que pese a todo también nos equivoquemos. Pero la dicha de haber vivido como una piña, compartiendo alegrías y sufrimiento, eso nadie nos lo podrá arrebatar.

¿Qué os parece la serie televisiva Pepa y Pepe?. Yo creo que pese al aparente desorden y despiste, son la familia más feliz del mundo, donde se derrocha confianza, libertad y amor, toneladas de amor. Yo me atrevo a asegurar que esos padres no terminaran sus días en una residencia de ancianos.

¿Y qué decir de la cuñadita, Isabel Ordaz, si no que tiene un “papo” que se le cae a pedazos?.

En las reuniones de A.C. preguntábamos a D. Luis Rodríguez que medida permitía la iglesia en las mangas de los vestidos, él respondía que Jesús no midió la sangre que nos daba al redimirnos sino que la dio toda. O sea que todo es cuestión de generosidad.

Sí, todos sabemos que “una sola gota es suficiente para salvar “al mundo delincuente," pero nosotros buscábamos poder ser hijos de la Iglesia a la vez que personas del siglo xx.

Algunas consumimos toda nuestra vida esperando.

En aquella época, sentí deseos de ser monja y tenía que ser concretamente carmelita descalza de clausura. Siempre creí que a mayor sacrificio mayor unión con Dios. Pero eso de descalzas me hacia temblar. Lo de descalzas es que llevan unas sandalias y sin medias ni calcetín. Y en la Mancha que solíamos estar bajo cero y yo que soy súper friolera, lo tenía mal. Sin duda es que no tenía vocación.

Cuando iba a bordar a casa de D. Joaquín Casarrubios, yo desde mi asiento contemplaba el humo de la chimenea del convento, y yo imaginaba que era la pureza de aquellas vírgenes que como incienso se elevaban a su creador. Ojalá les hayan cambiado tan duras reglas.

Las sigo admirando a ellas y a todas y deseo que sigan existiendo, pues de alguna forma nos adoctrinan de que se puede vivir con menos. Yo soy como aquella que decía,” Señor, me gustaría tener un hermanito mártir”.

Tendría yo unos dieciséis años. Mi familia estaba de viaje y como es de suponer quedé a cargo de todo. Tuve la curiosidad de anotar todos los diferentes trabajos que realicé en el día; recuerdo que fueron veintiuno, como dar de comer a los animales, pasar una carga de leña (un carro) de la calle al corral, cargar el horno de leña, “refrescar” la levadura, pasar un saco de harina por el cedazo, planchar pantalones de mi hermano que me llevaban mártir debido a que había que marcarles la ralla cada vez que se los ponía porque entonces no existía el tergal. Las corbatas también me daban trabajo. Yo las descosía para plancharlas por el revés, pues si no sacaban brillo y se marcaba aquella pieza interior que le daba cuerpo, etc., etc. y finalmente poner “dos piezas a un delantal”. Y si me sobró tiempo, es posible que hiciera un poco de vainica doble en los pañuelos que llevaría mi hermano en la boda; pues le hice todo el ajuar, desde los pañuelos hasta las camisas. Pienso que fui la cenicienta que les sirvió con adoración.

Volviendo a aquel párroco que conocí en 1967, un día decía que “desde cuando Cataluña era católica” se celebran las tres Pascuas, no solo un día sino dos. Como Navidad y día de San Esteban, Domingo de Resurrección y día de “la mona”, y de los padrinos, y lunes de Pentecostés, que es cincuenta días después de resurrección, cuando Jesús vino sobre los apóstoles en lenguas de fuego, según había prometido. Pues muy bien no?.

Por lo que la relación de San Estaban con Catalunya es pura coincidencia. Lunes de Pentecostés no tiene Santo asignado por ser fiesta movible.

También recuerdo con añoranza, de aquella parroquia, una ceremonia que terminó por desaparecer. Se trataba del “día del avi” (día del abuelo). No recuerdo la fecha en que se celebraba pero a mi juicio debería celebrarse el día de la Sagrada Familia. Pues bien, la fiesta comenzaba con la Santa Misa. Las nietas y a veces los nietos hacían de padrinos, iban con peineta, mantilla y un ramo de flores que al terminar la Misa entregaban a la abuela.

Se abrían las puertas de la iglesia. Iban pasando las parejas en fila acompañados por música de órgano. Después en casa llegarían los regalos y la comida en familia . Era una bonita forma de celebrar cada año que aún los tenía en su compañía.

Un recuerdo para este gran párroco de mi juventud y para todos los “sacerdotes de cabecera” que en el mundo han sido.



Pienso que con motivo de las Misiones y demás acontecimientos hubo cierto movimiento vocacional. Fueron varios chicos los que marcharon al seminario. Una buena Sra. fue a ver al Sr. cura-párroco a decirle que estudiara a su hijo porque a ella le parecía que tenía vocación sacerdotal. El sacerdote le preguntó qué síntomas había visto en él. La señora respondió que se pasaba el día haciendo altares, encendiendo y apagando velas etc.. A lo cual el párroco le respondió, “mira, tu hijo lo que tiene es vocación de sacristán”. Y así fue.

Un año, en el día del seminario dirigí un grupo de juveniles para que representaran una obrita titulada “La castañera y la reina”. Se trataba de una castañera que tuvo un hijo sacerdote sufragado por la reina.

Mandamos recado a D. Pedro para que viniera a la representación, lo cual no pudo hacer porque estaba enfermo. Así que cuando terminamos la sesión nos trasladamos a su casa para repetirla. Le cogió por sorpresa pero le alegró infinitamente, igual que a los familiares y amigos que le acompañaban. Lloraba como un niño por la excelente interpretación.

Entre ellas, Isabelita, que hacía de castañera (la más joven en la foto del taller de costura) les dió una sustanciosa propina. Y todos felices y contentos con la satisfacción del deber cumplido.

Al principio de las actuaciones juveniles se solía decir este soneto:

“Señoras y caballeros, con la mejor intención y el gusto más placentero, se os brinda esta distracción

no esperéis una labor seria , vistosa y brillante

como el reír de una flor o el destello de un diamante

somos pequeñas artistas y queremos demostrar

que somos buenas y listas y queremos agradar.

Y si os gusta la actuación de este elenco tan garboso

os pedimos por favor un aplauso caluroso.

Cuando yo criaba a mis hijos nos decían que debíamos ser sus amigos, hoy se ha avanzado bastante, y nos dicen que debemos ser padres. Digo bastante porque solo han dado la "norma". Las escuelas aun no han llegado. A mí me gustaba la primera fórmula porque va con mi forma de ser. Y si complacía sus deseos (muy limitados) no era por aquello que quería "que ellos tuvieran lo que yo no tuve", no, no, era algo tan sencillo como que si podía complacerlos, porqué no hacerlo. Al fin y al cabo solo me tenían a mi y yo a ellos. Además, con mis constantes consejos y ejemplos y la protección de Dios nos considerábamos mayoría aplastante contra todo lo que pudiera venir. Qué falló?.

Cuando mi nieto tuvo la edad empezó a pedirme que le contara cuentos Vaya apuro! Yo no sabía cuentos porque a mí nunca me los habían contado. Él enseguida tuvo todos los cuentos imaginables, pero quería algo diferente, yo, cuando pedía a mi abuela que me dijera un cuento siempre me decía el mismo (y es que ella tampoco sabía) decía: “Esto era un pastor, que andaba, andaba, andaba, y la pierna se le hinchó. Y andaba, andaba, andaba y la pierna se le deshinchó. Esto era un pastor... etc". Algo parecido a la flauta de Bartolo. El caso es que terminé por no pedir cuentos.

Cuando mis hijos tuvieron la edad hicieron lo mismo. Yo les contaba el que a mí me habían enseñado, y ellos lloriqueando, decían: "no, ese no". Yo me amoldé a no pedir cuentos, mis hijos me los exigían y ahora mi nieto y yo los escribimos.

Pues bien, un día por acallar a mis hijos les contaba... “esto era un pastor, “no, no”, "esperad, esperad"- les dije- "Esto era un pastor - cíllo a quien su padre mando a pastorear las ovejas al valle. Habían caminado bastante y el pastorcillo se recostó a la sombra de un árbol y se quedó dormido. (Todo esto iba saliendo sobre la marcha). Despertó sobresaltado porque su padre le tenía advertido que no se durmiera por miedo a los depredadores. Se pone a contar las ovejas y vio que le faltaba una. El disgusto fue tremendo. El pastorcillo, con susto y pena se dispone a buscarla hasta que la vislumbra a lo lejos. Cuando la tuvo cerca la reprendió y le propinó un par de azotes en el "pompis". " No te enfades, no te enfades , te lo explicaré" dijo la ovejita. "Es que cuando tu dormías yo vi al lobo que acechaba el rebaño desde el barranco, así que yo, con sumo cuidado, y sin que se apercibiera, con mi patita, empujé un pedrusco enorme que había al borde del barranco, le dio en la cabeza y asustado huyó a toda prisa". "Bravo, bravo, ovejita, me has salvado el rebaño", exclamó el pastorcillo dando saltos de alegría. Cuando llegaron a casa y lo contó, sus padres agradecidos, dieron una fiesta con la ovejita de anfitriona. Comieron, bebieron y el padre decidió nunca más mandar al niño solo. Las que escribimos mi nieto y yo, ya son de “naves espaciales”.

Era una tarde de domingo y me disponía a ir a visitar el Museo de Cera. Yo estaba ilusionado porque me habían explicado que era fantástico.

Recostado en el sofá me puse a imaginar lo que allí vería. Me quedé un tanto adormilado, y en ese preciso instante acudieron a mi mente todas las maravillas imaginables...

Vi una antena sobre una casita, me acerque, intente tocarla y en ese instante, en una especie de tornado se me apareció E.T invitándome a subir a su nave espacial. Por una puerta entrando había:

Peter Pan rescatando a Wendi, Alicia muy feliz, la Bruja dándole un ramo de flores a Blancanieves, los 3 Cerditos ya se habían construido un precioso chalet y habían invitado al lobo a comer....

Y luego E.T.., me bajo de la nave y me recogió Aladín en su alfombra mágica y nos fuimos cantando: Gran Alí Príncipe Alí, Alí a Bagua... La alfombra se transformó en una brillante escalera al pie de un plácido lago. Yo baje, me di un chapuzón y en ese momento desperté. Miré a mi alrededor y todo me pareció absurdo y sin sentido.

Yo pensé que hubiera preferido seguir soñando.

Se hizo la hora de ir al museo de cera. Porque ya teníamos las entradas compradas. Yo le dije a mi madre, como ya he soñado con el museo que no valía la pena ir. Pero como todavía no habíamos comido pues le dije a mi madre:” En vez de comer e ir al museo de cera comemos y vamos a plaza Catalunya ¿no? Y mi madre me contestó: Si, es muy buena idea.

DANI.

Un día Dani (era pequeño) me preguntó con un poco de tristeza por qué su mamá (a la que adora) tenía que ir todos los días al trabajo. Yo le dije que, porque el dinero es muy necesario para todo y solo se puede conseguir trabajando.

Mira, le dije, hay que pagar la electricidad, que tanto necesitamos. Hay que pagar el gas, que te permite tomar esos buenos baños, hay que pagar por tener el teléfono, a las personas que nos recogen la basura, al señor que barre y riega la calle. Me interrumpió para preguntarme, "yaya, yaya, esto es un cuento?" Es una de las muchas personas a las que les gustaría que la vida fuera eso, como un cuento. Es tan dura la realidad.

En una ocasión iba yo con Dani... tendría ocho años, ingenuo donde los hubiera. Íbamos a comprar "bombetas" para la verbena(con permiso de sus padres). Yo, llegado un punto, dije:”Ya tenemos bastantes”. Él decía, no, yaya, compra más.-No - le dije- que ya son muchos.

Pues bien, ya de regreso me dice, “yaya, no sé porqué lo que a tí te parece mucho, a mí me parece poco”. Él ya intentaba analizar situaciones. Yo le dije, “mira, es que valen mucho dinero”. “Ah, ya entiendo, ya entiendo”.

Poco después fuimos a un comercio y no recuerdo por qué dije. “Bien, ya pasaré otro día”. A lo cual el niño dice en voz alta “yaya, ya sé por qué lo dices”. Yo cortada le apreté la mano indicándole que se callara y él dice aún más fuerte “no me aprietes la mano que me haces daño”.

Y yo me pregunto: ¿Porqué han de darse estas situaciones tan desagradables? ¿Es la supervivencia que nos obliga a ser hipócritas? ¿llegaríamos a alguna parte con la verdad llana? o será cierto que... “Nuestra sociedad es un gran proyecto para el mal”

(Víctor Manuel. cantante y poeta)

Dani

Amor de Plata

Cuando la luna se rompa a trozos,

y le recorran lagrimas de amor,

saborearé el carmín de tus labios,

y saborearé tu dulce amor.

Eres la lagrima de la luna,

sueñas y lloras por mí.

Te lo agradezco infinito,

pero no puedes pertenecerme,

Ni yo tampoco a ti.

Dani. (13 años)

La rosa

Cuando abrí los ojos vi algo a lo lejos, una sombra, un reflejo, o tal vez un par de ojos,

aquel día no sabía... era una rosa tirada.

Con el reflejo de la luz, del sol, o de la sombra, noté algo en la espalda,

era la luna muy tiesa y aplanada.

Tuve una idea genial: quedármela hasta la eternidad,

en mi tumba conservada con gran claridad.

DANI. (9 años)



Veinticinco años después.




Durante el tiempo que tuve la tienda, al menos cuatro días por semana iba a Barcelona a por género. Durante casi todo el trayecto, y desde el autobús, divisaba el Templo del Tibidabo. La vista y el corazón no se apartaban de la preciosa imagen, y con las lágrimas y rezos, pedía por todos los niños que allí se encontraban. Puse la foto en la Sda. Biblia.

Mi cariñoso recuerdo al “Pequeño” Gran Papa.




Extraído de la revista Tibidabo


Santa Teresa inspira a los poderosos




Mi recuerdo a unos amigos salesianos.






Mis labores


Son hojas de membrillo descarnadas



La cruz es de Palma


Cepillera






Pastillero


Muñequitos de lana de unos seis centímetros,que nos poníamos como adorno en el pecho.


El cabello es de mi hija Lucia.


Desde la cuna practicaron la religión. Luis (Palma)


1ª celebración del cumpleaños de Vicky


10 años


Por fin pudieron participar en algo (Vicky maquillada por Luci)


Luci por ser la mayor no “pilló” nada de diversiones.
El trauma familiar la llevó a refugiarse en los estudios.
¡Qué fuerza de voluntad!


Luis y Luci


Una de nuestras semanales visitas al Tibidabo.


Compraba estas estampitas y las regalaba


Mandé hacer estas tarjetas y las regalaba. Mi hijo siempre llevó una consigo


Compré algunos centenares a Salamanca. Le dije al Padre Víctor que qué le parecía si las repartíamos a la salida de la Eucaristía, y me dijo que no eran tiempos de estampitas. Supongo que quería decir que más bien era tiempo de acción: Yo obedecí y las mandaba en mi correspondencia a pesar que él es un apóstol de la sonrisa.

Su eminencia Dr. Jubany inclinado detrás de Vicky ofreciéndole pastas. Fue en el convento de Adoratrices de c/ Salsees 12 en Horta. Estas monjitas hacen una repostería por encargo deliciosa.


El día de su sepelio yo estaba en cama con altas fiebres, pero no podía dejar de asistir. Solo pude hacer esta foto testimonio. (E.P.D)




Sin coraje no se llega a ningún sitio ¡Bravo Arantxa!

Perfiles por Vicky




Me sorprende comprobar que no hay dos ojos repetidos


Las lagunas de Ruidera en su estado más puro, en la Mancha. (excursión en 1953)